Continuando con el tema del Tívoli del pasado miércoles, el otro artículo que quiero recordar, diez años después de haberlo escrito, lo titulé Raquel otra vez provoca y obliga a la reflexión. Lo encabezaba esta cita de Raquel Paiewonsky:

“Transformar el cuerpo, desde mis inicios, ha sido la gran fuerza que impulsa mi trabajo. La fascinación de representar en sus más diversas manifestaciones este ente de energía tan versátil y contradictorio que es nuestro cuerpo. Inevitablemente, las posibles mutaciones del mismo se han convertido en los últimos años en el foco central de mi trabajo, permitiendo una nueva experimentación que fusiona elementos de la vida urbana, los estereotipos de género y el estrés con la naturaleza, la espiritualidad y nuestros instintos. Esta exploración da como resultado seres alterados, dotados de múltiples partes tanto biológicas como fabricadas, cargados de simbología social y sicológica. En materiales y medios diversos intento tener un acercamiento a la experiencia humana partiendo de lo tangible como instrumento mediador de una energía universal y unificadora. En definitiva esta especie de laboratorio visual me permite mirar de cerca nuestra realidad posmoderna y llevar a sus límites una de nuestras más asombrosas cualidades humanas: adaptarnos”.

El artículo, que también publiqué en la referida edición de la revista Vetas (número 88, noviembre de 2008), decía así:

“En las palabras de presentación que escribió para el catálogo de la primera exposición individual de Raquel Paiewonsky (inaugurada en el Centro de Arte Nouveau el 9 de julio de 1992), Stephen D. Kaplan expresó que para la artista “la belleza nada tiene que ver con la pintura verdadera. Para ella, la pintura es como un grito suspendido, un suspiro visible. Raquel Paiewonsky tiene la fuerza, el furor, el coraje de pintar cuadros que no son agradables. Sus cuadros provocan y obligan a la reflexión”.

Raquel Paiewonsky


Diez años después, en las páginas 112-114 del libro Arte contemporáneo dominicano (Turner y Casa de América, Madrid, 2002; Rafael Doctor Romero y Ricardo Ramón Jarne, editores), Carlos Acero se referiría a la artista como “una apasionada creadora que revisa y explora sin ningún tipo de tapujos la condición femenina, con un discurso coherente indistintamente del soporte que utilice. Precisamente la polivalencia es otro rasgo que distingue la obra de Paiewonsky, manejándose con singular maestría tanto en fotografía, escultura, pintura como en instalación”.


Tales criterios han sido atinadamente compartidos y avalados por cuatro diferentes y heterogéneos jurados que, con toda justicia, han galardonado a Raquel por sus instalaciones en dos ocasiones (Bienal Nacional de Artes Visuales en el Museo de Arte Moderno, ediciones XX y XXII, años 1996 y 2003) y por sus fotografías también en dos ocasiones (Gran Premio del Concurso de Arte Eduardo León Jimenes en el Centro León dos veces consecutivas, ediciones XXI y XXII, años 2006 y 2008).

Este último Gran Premio le ha sido entregado por la obra titulada Preámbulo, políptico fotográfico que es, junto al de Indhira Rojas titulado Resistencia femenina (Premio de Fotografía), una de “las obras más trascendentes, impactantes, contundentes, audaces, atrevidas y provocadoras” exhibidas en el mencionado concurso, como bien escribió Lilliam Fondeur en El Nacional el 30 de octubre pasado.

Preámbulo ha desencadenado, como dice el bolero de Tite Curet Alonso que canta La Lupe, “venenosos comentarios”, como los de un fotógrafo que me dijo que le parecía “imágenes de un psicópata pedófilo” y los de otro que escribió en su blog que “el emplear a cinco niñas en bañador para ese tipo de creaciones conceptuales resulta de muy mal gusto, por no decir vulgar. Naturalmente que un pederasta no va a estar de acuerdo conmigo, a él le va a encantar”.

Al contrario de los dos fotógrafos cuyas desafortunadas opiniones acabo de citar, considero que la obra no es ofensiva ni vulgar ni de mal gusto. Más bien, es una denuncia, hecha con mucho respeto y seriedad, de la precocidad sexual impuesta a las niñas por la sociedad que va moldeándolas en los esquemas de adultas y las lleva a abandonar su infancia de manera anticipada.

No es la primera vez (y probablemente no será la última) que una obra de Raquel causa escándalo o controversia. Hace nueve años, un cuadro suyo fue retirado de una exposición colectiva en Casa de Teatro, lo que originó protestas expresadas en varios artículos de prensa, el primero de los cuales apareció en el suplemento Areito, de Hoy, el 8 de agosto de 1999, escrito por Amable López Meléndez, quien señaló que la obra censurada “representa inequívocamente la figura esquematizada de una mujer desnuda que muestra sus flaquezas más allá e todo maniqueísmo. Esta obra, realizada en el mejor estilo expresionista de la artista, fue clandestinamente censurada y retirada después de permanecer durante algunos días en la exposición”.

Añadía Amable que estamos “frente a un desmán autoritario contra la libertad de expresión individual y contra la libertad artística. El castigo a la libre imaginación sólo puede proceder de gente con mentalidad y actitudes inquisidoras, antiéticas, mojigatas e intolerantes hacia todo aquello que no sea de su agrado o reafirme sus desfasados preceptos de moralidad… Raquel Paiewonsky ha reaccionado sorprendida. En su obra censurada sólo ha querido tratar el tema de la condición actual de la mujer según su punto de vista estético y humano. Ella ha querido comunicar a los otros los resultados de su experiencia con los seres reales, víctimas de los ritos violentos y humillantes que impone el poder a la femineidad”.

Tres semanas después de publicado el artículo de Amable, apareció en el mismo suplemento Areito, de Hoy, el 29 de agosto de 1999, un artículo de Denise Paiewonsky, que incluía estas palabras:

“Ninguna artista dominicana contemporánea ha centrado más su interés en la representación de la condición femenina y ninguna lo ha hecho desde una propuesta tan claramente ideológica -que es lo mismo que decir política- en contra de la objetificación del cuerpo femenino y su apropiación a través de los roles culturalmente establecidos para las mujeres. Los cuerpos de mujer que pueblan sus cuadros no son ‘hermosos’  en el sentido convencional de la palabra, su propósito no es el deleite estético del espectador que tradicionalmente se asigna al desnudo femenino, sino lo contrario: son cuerpos ‘feos’, desgarrados, a veces dolorosos, con frecuencia acusatorios. Cuerpos que no complacen sino que desafían, transgrediendo al hacerlo normativas culturales que quisiéramos creer ya superadas pero que día a día seguimos encontrando en las mentalidades victorianas y en los fundamentalismos religiosos por los que transita el androcentrismo vulgar que sigue campeando por sus anchas en esta sociedad dominicana que, con tantas pretensiones de modernidad, se asoma al nuevo milenio. Es inconcebible que el cuadro de Raquel Paiewonsky ofenda por su desnudez… Quizás la causa de tanta sensibilidad ofendida haya que buscarla en su audaz representación de la mujer como sujeto, plenamente dueña de sí y de su cuerpo… Es increíble lo 'fuerte' que puede resultar una mujer que, en vez de ser mirada, mire”.   

Dos semanas después de publicado el artículo de Denise, apareció en la revista Rumbo, número 293, el 13 de septiembre de 1999, un artículo de Laura Gil que incluía estas palabras:

“La pintura, un desnudo con que se pretende, en un estilo cargado de elementos expresionistas, denunciar los malos tratos contra la mujer, presenta en todo caso una imagen muchísimo menos erótica que las espléndidas desnudeces de las figuras de los frescos miguelangelescos que se muestran con toda unción a los fieles que asisten a la Capilla Sixtina, en la mismísima ciudad del Vaticano, pintados hace casi cuatro siglos. Sorprende que la moralina haga descender, casi a fines del milenio, semejante imagen de los muros de una institución tan consagrada como Casa de Teatro, cuyo lugar en la cultura dominicana es tan importante”.

Raquel Paiewonsky

Conservo otros recortes de prensa de aquella época con los artículos de otras plumas que se pronunciaron al respecto, pero no tengo ninguno con una declaración de Freddy Ginebra u otro representante de Casa de Teatro, por lo cual, a finales de octubre pasado, le escribí un correo electrónico al propio Freddy pidiéndole una explicación de lo sucedido nueve años antes. La respuesta de Freddy es la siguiente:

“El cuadro fue retirado de la pared frente a la puerta porque en esos momentos había dos escuelas de niños en la casa y se pensó que si se le daba una pared más discreta no les escandalizaría. Recuerda que era una mujer abierta de par en par de una forma agresiva mostrando toda su intimidad. Lo que hicimos fue cambiarla de lugar, no quitarla de la expo pero Lyle aprovechó el cambio y como buen mercadólogo hizo todo un evento que culminó con la venta del mismo. No sabes cuanto me alegro de haber podido ayudar a que una artista y su representante hayan vendido la obra. Nunca quise dar declaraciones porque me parecía que la estrategia en beneficio de la artista había sido muy efectiva y mis declaraciones no iban a agregar nada nuevo y quizás restar misterio a todo lo que se desencadenó. Eres un curioso simpático. Espero haber satisfecho tus inquietudes detectivescas”.

El aludido Lyle no es otro que Lyle O. Reitzel, galerista representante de Raquel y organizador de la referida exposición colectiva de 1999 en Casa de Teatro, al cual también le escribí un correo electrónico pidiéndole su versión. La respuesta de Lyle es la siguiente:

“La obra fue censurada, porque alguien muy cercano a nuestro querido amigo Freddy le sugirió que era muy agresiva, y al cardenal no le iba a gustar. Yo estaba fuera del país y mis instrucciones fueron, si mal no recuerdo, desmontar toda la muestra, en protesta por tal actitud, pero a final, no hubo tiempo, y no estoy seguro si la pieza se exhibió. En ningún momento este absurdo impasse de corte conservador y castrante se utilizó a nivel comercial, ni tuvo nada que ver con mercadotecnia. Lo que pasa es que, de boca en boca, el pueblo se enteró de este agravio a la artista Raquel Paiewonsky”.

Hasta ahí mi artículo de noviembre de 2008 titulado Raquel otra vez provoca y obliga a la reflexión. Varias semanas después de su publicación, la propia Raquel me escribió lo siguiente (que ahora divulgo por primera vez):

“Querido Jimmy, qué agradable sorpresa haber leído tu artículo, no tenía idea de que lo habías escrito hasta hoy y me sentí feliz al leerlo. Hiciste un recuento de esos momentos en mi vida con el arte que me sorprendieron porque se generaron reacciones a obras que son parte integral de un proceso de trabajo de años y a veces me pregunto por qué esas y no otras. Sigo reflexionando y aprendiendo de todo esto…

También me dio mucha nostalgia mirar atrás, recordar lo de Nouveau con toda la ayuda de Maritza, el texto de Stephen Kaplan, etcétera. En fin… el tiempo pasa…

Agradezco muchísimo tu apoyo,

Un fuerte abrazo,

Raquel

P.D.: Te adjunto un par de cosas que he escrito sobre “Preámbulo” (espero no aburrirte).

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Como artista plástica contemporánea, observo el mundo con detenimiento y presento mi percepción de una realidad a veces maravillosa y a veces brutal. Las herramientas y códigos que se manejan en las artes plásticas, si se usan efectivamente, aun siendo sutiles, pueden tener una gran fuerza y revelar verdades que no queremos mirar, a pesar de verlas constantemente en las versiones que el día a día nos muestra. Estar conscientes de esto es un paso adelante en el proceso de sanarnos como sociedad. 

Con esto en perspectiva, nace la obra “Preámbulo”, una obra que nos cuenta un poco sobre la visión que define a las niñas como mujeres prematuramente y que éstas sienten  desde muy temprano en sus vidas. No debe sorprenderme que una obra de naturaleza lúdica, pero que denuncia un tema tan serio como esta maduración precoz, toque sensibilidades, lo que confirma que es un asunto que necesita de mucha atención en nuestro país.

Podemos observar fácilmente en los medios, y francamente en todos lados, la imagen femenina predominante: una imagen homogénea de mujer curveada, generalmente blanca, con pelo liso, posiblemente con implantes y sobre todo muy provocativa. Quizás no nos damos cuenta cómo estas imágenes tienen un impacto en las niñas y su proceso de identidad; muy lejos de encontrar sus propias fortalezas y cualidades particulares, se ven presionadas a seguir un estándar casi imposible de alcanzar y que tiene grandes consecuencias.

El resultado de esta situación es que las niñas tienen una niñez reducida, ese periodo tan importante de la vida que debemos proteger y dedicar al aprendizaje, la creatividad y a formar una identidad única. En nuestro país tenemos niñas activas sexualmente a los 11 años, niñas alisándose el pelo porque se les ha negado su negritud, niñas utilizando ropas y calzados nada apropiados para su  desarrollo  óseo y su libertad de movimiento, niñas con altísimos niveles de responsabilidad doméstica a temprana edad, niñas en el negocio de la prostitución, niñas con problemas de anorexia y bulimia, y niñas concursando para ser reinas de belleza desde la tierna edad de 4 años, entre otras situaciones igualmente alarmantes y que pocas veces se cuestionan en nuestra sociedad.

Soy madre desde hace más de ocho años y esto ha traído una gran sensibilidad a mi vida con el tema de los niños. He leído, trabajado y aprendido un montón de esta maravillosa experiencia y por supuesto me interesa mucho reivindicar a los niños en los espacios que merecen. Estoy consciente de que enseñar el cuerpo de algunas maneras puede ser ofensivo, pero hay otras formas de enseñar el cuerpo que pueden ser liberadoras, empoderadoras y capaces de transmitir profundos mensajes. En la historia del arte, el cuerpo humano ha sido un gran aliado de la comunicación visual; la desnudez o la referencia a ella pueden estar muy lejos de las expectativas obscenas que nos han enseñado a tener.

Estas modelos y sus familias cooperaron con el proyecto con la consciencia de apoyar una  obra de arte con un propósito.  Creo que es maravilloso involucrar a los niños en proyectos con el arte donde ellos se vinculen con temas que reclaman un futuro más consciente y  prometedor.

Como nación tenemos grandes intereses en desarrollarnos, avanzar y estar en la vanguardia en áreas como la tecnología, medicina, etc., pero nos mantenemos en la oscuridad en cuanto a los lenguajes del arte y la cultura y con frecuencia confundimos los mensajes por falta de las herramientas necesarias.

Creo que el éxito de este diálogo no está en juzgar y condenar lo que no entendemos y confundimos con algún referente pervertido de la cultura, sino en darnos la libertad de aprender a identificar lo que valiéndose de recursos honestos reclama el derecho de ver el cuerpo de otra forma, sin prejuicios y con una nueva consciencia que nos permita ver que también el arte funciona como  un espacio real de sensibilidad y comunicación.

Escribo con la intención de comunicar lo que ha sido mi experiencia y las cosas que he pensado en los últimos meses, luego de que mi obra “Preámbulo” conoció la luz pública en nuestro país.

Esto lo hago con la mejor de las intenciones y con ánimo de aprender  y crecer de esta experiencia que es, a la larga, lo que la vida y el arte nos enseñan.

Contrario a lo que muchos creen, esta obra fue concebida sin la más mínima sospecha de que  podría conmocionar. Es una obra honesta, coherente con un proceso de trabajo e inquietudes de más de 20 años en el arte.

No me sorprende que los sectores ultraconservadores de nuestra sociedad se sonrojaran ante ella, pero sí me sorprende mucho que sectores con más acceso a información y cultura lo hicieran.

Quizás esté equivocada, pero en todos los años que tengo ligada a la sociedad dominicana, he visto muy pocas denuncias a situaciones cotidianas que se dan con los niños en las calles de nuestro país.

Casualmente la misma semana que “Preámbulo” fue premiada, se celebró el concurso de “Miss Universo Infantil” en Cap Cana para niñas a partir de los cuatro años y nadie pareció inquietarse ante eso. Tampoco veo a nadie inquietarse por las niñas paradas frente al hotel Embajador esperando clientes a altas horas de la noche. Pero una obra de arte que denuncia precisamente estas situaciones resulta amenazadora.

¿Qué niña no quiere vestirse de mujer? En  mi propia experiencia como niña, en un hogar con cinco hijas, recuerdo innumerables episodios de transformación de nuestro cuerpo infantil rellenando brassieres de mi madre. Es una curiosidad normal y saludable.

Pero creo importante saber distinguir cuando la cultura pretende transformar a las niñas en  las mujeres que a la visión popular llena de prejuicios le conviene y le seduce, de  las imágenes de arte que se valen de recursos honestos y sensibles, a veces extrapolados de la misma imaginería popular, para decir su verdad. Caemos una y otra vez en la trampa de asimilar las imágenes que nos bombardean por todos lados de seres humanos y niños con identidades prefabricadas y a fuerza de costumbre terminar por considerarlas aceptables y sin embargo las imágenes fuera de este contexto nos conmocionan moralmente.

Si estas imágenes que hice logran hacer eso, quizás significa que están siendo efectivas como obra que intenta cuestionar nuestras actitudes, pero sería maravilloso que eso sucediera con la consciencia de que está sucediendo y así nos evitaríamos disgustos y malos entendidos.

Me resulta incomprensible como cualquier referencia a la desnudez que se haga en nuestro medio es inmediatamente sexualizada y como la sexualidad y el cuerpo se ven bajo un lente de vulgaridad, perversión y pecado. No somos capaces de distinguir la sutileza del lenguaje del arte a través del cuerpo, ni de ver a la desnudez llana, sin connotaciones de ningún tipo, como algo sucio y vergonzoso. Es esto lo que queremos enseñarle a las próximas generaciones de mujeres que ya han tenido suficientes complejos con su cuerpo, suficientes problemas con la naturaleza de su sexualidad, suficientes problemas para parir de forma natural porque hemos sido incapaces de aprender a mirar nuestro cuerpo como lo que es, un instrumento que nos regaló la naturaleza y que tiene reglas bastante sencillas para que funcione en armonía, pero que insistimos en complicarlas con leyes moralizantes que nos reprimen e impiden una relación sana con nuestro cuerpo.

¿Por qué estas niñas disfrazadas de un cuerpo que les pertenece, que representa lo que es su futuro anatómico, lo ineludible de su realidad, sin que esta realidad esté atada a preconcepciones sociales de sus identidades, nos resulta ofensivo? ¿Es que los prejuicios que tenemos con la propia naturaleza de nuestro cuerpo son tan monstruosos que pensamos que el solo hecho de exponer a estas niñas a una experiencia de desmitificación del cuerpo social que se les impone puede traumatizarlas?

Creo que es importante entender estas diferencias. Vivimos en una sociedad con mucha ignorancia y con grandes confusiones en temas relacionados a la visión del cuerpo y creo que quienes tenemos la oportunidad de comunicar, tenemos un gran compromiso de hacerlo con la intención de crear nuevos espacios de comunicación honesta, donde nuestra mente y espíritu se expandan y podamos ir dejando atrás los prejuicios y tabúes que nos limitan y nos hacen infelices.

Creo que los artistas simplemente intentamos mirar desde otros ángulos lo que mucha gente mira desde los fuertes sistemas culturales en que estamos sumergidos. Desde hace muchos siglos, la desnudez y el cuerpo han sido grandes aliados del arte y los artistas; en épocas de inimaginables tabúes, los desnudos ya eran parte integral  de las artes plásticas. Muy lejos ya de la época victoriana, aún encontramos estos grandes conflictos alrededor de lo que percibimos de nuestra propia naturaleza.

¡Ojalá que algún día logremos, a través del arte o no, sentirnos más cómodos en nuestro pellejo!”

  

Nota de JH: Este es el enlace de la página web de Raquel:

www.raquelpaiewonsky.com