Resulta muy fácil escribir de un hombre con tantos atributos personales; lo que no es fácil es escribir de un pariente querido y admirado sin que la exposición parezca excesiva, aunque existan sobrados méritos y acreditaciones públicas y profesionales que las testifican. Debo decir, que tío Ramón fue un hombre de bien con un muy alto sentido familiar. Su matrimonio con María Matilde Matos (Tía Mati), ha sido reconocido por amigos y familiares como ejemplar y el amor inmenso que se profesaron habrá de traspasar la barrera del tiempo para mantenerse viva en la memoria de sus descendientes.
Ramón Cáceres Troncoso fue el mayor de los cuatro hijos de Marino e Isabelita. Le seguía su hermano Memé de quien fue muy unido y con quien compartía su afición por la política. El deceso de tío Memé unas semanas antes de su partida, le debió producir un vacío inmenso.
De los nietos de Mon y Cisa, era de los mayores, en este orden: Aura y Héctor García-Godoy Cáceres; Meme y Norma Vinas Cáceres; Ramón Cáceres Troncoso; Papi Viñas Cáceres y Memé Cáceres Troncoso.
En Julio del 2017, en un encuentro de la familia Cáceres en Estancia Nueva, tuve la oportunidad de pronunciar un breve discurso sobre la vida de mi bisabuelo, Ramón Cáceres Vásquez (Mon), su hazaña y su compromiso con el país, el cual evidentemente se transfirió a su descendencia. En aquella ocasión, decía:
“El llamado que la historia le hace a Mon, se presenta cuando la república necesitaba más y con urgencia del idealismo de su propia juventud y la determinación de su carácter”. (sic).
Esto y a la misma edad es lo que le pasa a su nieto Ramón Cáceres Troncoso que a los 33 años, la historia lo enfrenta a un reto que no puede rehuir. Hubiese sido más cómodo para él quedarse ejerciendo su profesión de abogado en la prestigiosa firma familiar. Pero los designios misteriosos de la vida o del destino, si se quiere, le tenían otro rumbo trazado.
Tío Ramón, participó en las actividades clandestinas del movimiento 14 de junio. Al develarse el plan, cae preso al igual que algunos primos como Marcos Troncoso y Papi Viñas Cáceres y amigos como Manolito Baquero, entre otros. En la cárcel, todos ellos, sufrieron el suplicio que solo se compara con las torturas más crueles de la historia. Las marcas del terror dibujadas en las espaldas de estos patriotas, serian una evidencia permanente de esa tiranía y del precio inconmensurable para, en ocasiones, alcanzar un ideal de libertad.
En el Consejo de Estado, tío Ramón, fue nombrado Secretario de Finanzas y luego, en el Triunvirato en 1963, se le designó Embajador en Roma. En el 1964, en el segundo Triunvirato, presidido por Donald Reíd Cabral y luego de la renuncia de Ramón Tapia Espinal, este sugirió su reemplazo en Ramón Cáceres Troncoso, quien aceptó. Unos meses más tarde, también renunció Manuel Enrique Tavares Espaillat, es decir que el Triunvirato quedaba incompleto y compuesto por solo dos miembros. Había entrado Ramón Cáceres al Triunvirato y al mismo tiempo a la historia. Entró con la firme idea de organizar, cuanto antes, unas elecciones libres. Donald Reíd estuvo de acuerdo con esas elecciones, pero por motivos diversos esto no se logró. El malestar existente con los diferentes sectores tanto políticos como económicos y sociales se profundizó y finalmente el gobierno cayó el 24 de abril de 1965, dando inicio a la guerra civil conocida como la Revolución de Abril.
Ramón Cáceres Troncoso se empleó con tenacidad en esa difícil misión, tan incómoda como insegura, sin alcanzar su propósito. No, no lo logro, pero hizo el intento como el gladiador que entra a la arena a ganar o a perder. Hay mucho más mérito en el intento fallido de una complicada gestión, que en la consecución fácil y sin riesgo de un objetivo. Fue responsable de su propio destino y posiblemente tuvo presentimientos sombríos de ese mismo destino que pudo ser modificado sensiblemente con tan solo una decisión y no obstante prefirió asumir su responsabilidad histórica. Se requiere ser valiente para esto. La valentía no es solamente enfrentarse con arrojo al peligro; muchas veces y esta es una de ellas, es aceptar una carga, aunque no sea suya con entereza, con valor y sin rencores. Finalmente, la organización de esas elecciones recae, un año más tarde, en su primo hermano Héctor García-Godoy Cáceres quien las logra celebrar.
En ese encuentro en Estancia Nueva, la familia Cáceres le hizo un homenaje por todo esto y por su bonhomía y su fructífera vida profesional. Lo recibió emocionado y con la humildad que lo caracterizó siempre; si, con la misma humildad con que llevo en sus hombros el peso de su no lograda misión y lo hizo sin resentimientos como cuando una persona sabia se resigna a lo irremediablemente sucedido.
La familia Cáceres hace constar aquí, su admiración y agradecimiento perenne por el legado que nos deja Ramón Cáceres Troncoso.
Descansa en paz, tío Ramón.