John Rawls es uno de los grandes pensadores políticos del recién pasado siglo. 

Uno de sus postulados versó sobre lo que él llamó "sociedad casi justa". Aquel es un tipo de sociedad bien ordenada, en la cual se dan, no obstante, graves injusticias o faltas a la ley. En un escenario como este, Rawls llega incluso a justificar bajo ciertas premisas la "desobediencia civil" como forma de protesta y defensa de derechos, ya que una de las características esenciales de la "sociedad casi justa" es ser democrática, es decir, reconocer de inicio la existencia de garantías y dignidades. Una cosa bien distinta es, para Rawls, vivir en una tiranía. 

Es precisamente sobre un régimen tiránico que se manifestó recientemente Ramfis Domínguez Trujillo, nieto del tirano dominicano, y al hacerlo dijo que su familia no se ve en la obligación de pedir perdón por hechos "de carácter político", que estuvieron orientados a "llevar el país al progreso" y que "En todos los gobiernos se producen violaciones a los derechos humanos y muertes a través de operativos secretos o públicos". 

Para hacer esto, el señor Domínguez Trujillo debió recurrir a dos sofismas y medio. 

Creer que los hechos ocurridos son de "carácter político".  Para que fueran de carácter político tendrían que estar ubicados en la legítima disputa del poder por medios legales y pacíficos. Cuando eso no ocurre, se llama de dos formas: guerra (lo que no existía en República Dominicana) o genocidio (lo más probable, tomando en cuenta que siempre había un único e insustituible vencedor, su abuelo, y los muertos y avasallados siempre del lado opuesto). 

Aludir a la falta de otros gobiernos que también violan derechos humanos. Aquí la estrategia se vuelve más estrambótica, por cuanto debería saber el señor Domínguez Trujillo que lo que su abuelo encabezó no fue un "gobierno", sino una empresa monopólica establecida y sostenida por medio de los recursos fiscales y de control de la coerción violenta que sólo puede proporcionar el Estado, mientras que los integrantes de aquel engendro no eran ciudadanos, sino esclavos o a lo sumo empleados. De manera que donde no hubo gobierno ni ciudadanos, menos podían existir derechos. Es decir, la diferencia fundamental con los gobiernos abusivos cuyos desmanes pueden ser sometidos a la Justicia y la empresa dirigida por su abuelo, es la inexistencia de Justicia, o bien, la consagración del atropello como Ley primera y el progreso propio como único fin. 

Y el medio sofisma es aquel que su familia no debe pedir perdón, lo que siempre es provisional mientras no se determine de manera absoluta y totalmente confiable –lo que nunca ha ocurrido hasta hoy- que su estatus o posición económica y social no ha sido solventada de alguna manera por el sufrimiento del pueblo dominicano bajo el mando de su abuelo. Vale la pena recordar  que en tiempos de su abuelo Rafael Leonidas, se llegó a un nivel tan teatral de la tiranía y el desdén por la diferencia entre familia y Estado, que todos los clubes de ciudades, provincias y municipios donde tradicionalmente se congregaba la gente de primera, vieron sustituidos sus títulos por el del tirano, mientras se creaba una nueva rama de clubes juveniles en honor a Ramfis padre. Quien desde niño acumuló tanto poder sin control alguno, no es raro que cultivara alguna herencia además del orgullo familiar. 

En sus teorías, Rawls deja planteado que allí donde no hay "sociedad casi justa" sino tiranía el régimen se llama "injusto" y/o "corrupto". Dejan de existir autoridades legítimamente establecidas y se justifica, entonces, el derecho a rebelión. No cabe otra cosa que derrocar el poder impuesto por todos los medios humanamente posibles.

El intento de la familia Trujillo por relegitimar su oprobioso pasado, única fuente de su incidencia social y mediática, y su empeño en hacer resplandecer la "mano de hierro", probablemente sea una cortina de humo para encubrir motivos más serios por los cuales esta sociedad debería rebelarse y pedir cuentas a los vivos, más que a los muertos.