Es un hecho histórico que Rafael Trujillo fue el indiscutible Benefactor de la Iglesia Católica, aunque la misma le negara el título que de facto le correspondía.   El rechazo de la iglesia a reconocer la historia de 30 años fue determinado por oportunismo político—el régimen estaba internacionalmente desacreditado y se tambaleaba por la manifiesta oposición política del exilio dominicano y del Movimiento en la clandestinidad del 14 de Junio, y la silla del Vaticano la ocupaba Juan XXIII, sucesor de Pio XXII.

El crecimiento y la transformación que la Iglesia experimentó como aliada de la dictadura militar Trujillista durante los 31 años de duración evidencian la generosidad de su Benefactor.  La iglesia pasó de ser  una institución débil, sin existencia legal y a punto de perder sus bienes muebles e inmuebles, a ser la religión oficial  del Estado Dominicano.  El historiador Vetilio Alfau Durán (1960) nos recuerda las razones por las cuales Trujillo fue “Auténtico Benefactor de  la Iglesia Dominicana”.

En 1929 la Iglesia Católica sostuvo un litigio de propiedad en La Vega que fue llevado a la Corte de Apelación de esa ciudad.  La sentencia fue contraria a la iglesia, pero además, le negó la personería jurídica en todo el territorio nacional.  El 8 de agosto de 1930 la Suprema Corte de la Nación apoyó el fallo dado por la Corte de Apelación de la Vega, una semana antes del ascenso de Trujillo al poder.

Adicionalmente, Alfau Durán recuenta que el Congreso Nacional llevó una moción “cuyo fin era la liquidación total de todos los bienes, muebles e inmuebles, de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana en la República Dominicana…Era la destrucción y la muerte; el exterminio”.[i] Pero además de su extinción legal, estructuralmente la iglesia carecía de recursos humanos para llevar a cabo su misión.  A pocas semanas de Trujillo asumir el poder, la situación de la Iglesia comenzó su transformación.

En 1931 el discurso de bienvenida de Trujillo al primer Nuncio Papal en el país, Monseñor José Fietta, expresa el plan de Trujillo de establecer una alianza estratégica con la Iglesia.  En ese discurso Trujillo proyecta su visión de utilizar “la fuerza espiritual de nuestra religión”, que además de ser un consuelo para el pueblo es “un elemento moral de poderosa influencia en el afianzamiento de nuestro progreso, de nuestro bienestar, de nuestra independencia y de nuestra definitiva estabilidad constitucional.”   (Castillo de Aza 1961, 216; Wipfler 1980, 81-83; Betances 2009, 74).

El crecimiento institucional de la iglesia se inició con la personería jurídica otorgada por Trujillo en las primeras semanas de éste asumir el poder y con el financiamiento y los privilegios que le concedió desde 1930.  En 1954, el Vaticano y la Republica Dominicana sellaron el primer Concordato Latinoamericano con carácter retroactivo a 1930 y que aún se mantiene intacto y vigente.  Representa la política del Vaticano conocida como Nueva Cristiandad que busca recrear las relaciones integradoras de la Iglesia y el estado durante el período Medieval y de Conquista del continente Americano.

Los indicadores empíricos del crecimiento institucional de la iglesia pueden medirse comparando los datos antes y después de Trujillo sobre recursos humanos, número de diócesis, parroquias, y seminarios. Emelio Betances (2009, 73) los recopiló para los años 1936 y 1963 utilizando los datos del Boletín Eclesiástico  de la Arquidiócesis de Santo Domingo.  De tenerse información confiable para 1930, las diferencias serían más significativas.

En 1936 el número de diócesis no había crecido desde su fundación de más de 400 años, pero durante los  31 años de la tiranía Trujillista ascendió a cinco diócesis.  Las parroquias pasaron de 59 a 123 y los seminarios mayores y menores aumentaron de 4 existentes en 1936 a siete en 1963.  Los sacerdotes diocesanos dominicanos aumentaron de 28 a 64 y los extranjeros disminuyeron de 28 a 21.

El caso de los sacerdotes pertenecientes a congregaciones religiosas es excepcional.  En 1936 la iglesia no tenía  religiosos dominicanos y en 1963 el número solamente se elevó a 5 religiosos. En cambio, de 15 religiosos extranjeros existentes en 1936, el número aumentó a 240 en 1963 debido a la gran cantidad de sacerdotes cubanos que llegaron después de la revolución cubana de 1959.  El aumento de mujeres en congregaciones religiosas fue aún más espectacular, pasando de 75 en 1936 a 835 en 1963,  y de 4 congregaciones de mujeres a 25 congregaciones en 1963.

La aceptación de la Iglesia del terrorismo de estado impuesto por Rafael Trujillo no se caracterizó por la reclusión en la sacristía y una subordinación silente. Los hechos evidencian que la iglesia participó activamente en legitimar el régimen y en crear lazos de fidelidad incondicional del pueblo iletrado, rural y creyente hacia el dictador  que lo oprimía y violaba sus derechos; particularmente a través de la institución del “compadrazgo” asociado a los sacramentos del bautismo y la confirmación.   La instrumentalización política de los sacramentos se documenta en la carta escrita por el historiador Vetilio Alfau Durán al Señor Luciano Castillo inserta en el libro del AGN Escritos y Apuntes Históricos de Vetilio Alfau Durán.

El historiador ofrece una respuesta sociológica de la relación que culturalmente se establecía entre ahijados y padrinos y entre “compadres”, o sea los padres del niño o la niña bautizada y el padrino.   El método que ofrece para responder a la pregunta es el de  hacer un recuento en los registros parroquiales; afirmando su observación de que los ahijados de Trujillo “se pueden contar por miles” y los de Ulises Heureaux por cientos. Describe además los vínculos entre el padrino y su ahijado o ahijada, o el padrino y su compadre como ¡más “respetables” que el existente entre hermanos!

Alfau Durán ofrece diversas evidencias que ilustran su afirmación, a saber: los ahijados ponen una rodilla en la tierra para pedir la bendición del padrino; entre compadres se usaba el título de “su merced” del que “usted es una apócope”; cuando un hermano se convertía en padrino de otro, el ahijado dejaba de tutearlo y se trataban de “usted”; y adicionalmente, los padrinos asumían roles importantes en la vida del ahijado, no solamente a través de regalos y compromisos económicos, sino en su desarrollo material y espiritual a largo plazo. El bautismo es un sacramento y los lazos que establecía eran culturalmente interpretados por la mayoría de la población en el ámbito de lo “sagrado”.

El campesino dominicano todavía conceptualiza la figura del presidente como la de un padre.  El simbolismo y el continuo uso de expresiones que el Partido Dominicano promovía asociaban la figura de “Papá Trujillo” a Dios Padre.  Esta asociación fue reforzada por el compadrazgo, las procesiones religiosas de carácter político, la repetición de plegarias y Te Deums por el progreso y la salud del presidente, y las comparaciones mediáticas que asociaban a Trujillo con la inmortalidad y su natalicio con el nacimiento de Jesús.  La expresión “con Dios y Trujillo” se hizo rutinaria y no faltaba la foto del “Jefe” en cada hogar, compartiendo la pared junto a la de un símbolo religioso, por lo general una escena de la última cena o del sagrado corazón de Jesús.

Se logró así y a través de décadas de repetición, sumisión, y adulación, crear una aureola de Autoridad Divina en torno a la figura del presidente encarnada en Rafael Trujillo. Estos simbolismos y alusiones a la divinidad y providencia de Trujillo no fueron frenados por la iglesia, particularmente durante la peor crisis del régimen creada por la masacre haitiana de 1937.

El  escándalo internacional del asesinato haitiano presionó a Trujillo y lo motivó a postular un candidato títere para las elecciones de 1938.  El Arzobispo de Santo Domingo Ricardo Pittini, lejos de pronunciarse contra la masacre haitiana, emitió una Carta Pastoral el 21 de enero de 1938 para que los sacerdotes exhortaran a los fieles a rezarle a la Virgen de la Altagracia para cambiar la decisión de Trujillo de retirarse de las elecciones de ése año.  Este es el meollo del mensaje de la Carta Pastoral de Pittini:

"Estamos para celebrar la festividad Nacional de Nuestra Señora de la Altagracia, madre de los dominicanos. Acudir a ella en las necesidades que afectan la vida misma de la Patria es tan natural para nosotros como el niño acudir a los brazos de su madre.

Creo que este es el día oportuno para que en todas las iglesias de la República se pida a la Virgen de Altagracia que ilumine al Honorable Señor Presidente de la República en el sentido de reconsiderar su decisión expresada en el histórico documento que acaba de conocer el país.

Vuestra Reverencia exhorte a los fieles que eleven una ferviente plegaria colectiva con el fin indicado".[ii]

Adicionalmente, Wipfler (1980) analiza el informe redactado en 1957 por los Jesuitas de la Misión Fronteriza para documentar su ministerio fronterizo. El mismo no hace referencia a la masacre de haitianos de 1937, pero la introducción del reporte revela el carácter de la misión de los religiosos de elogiar y colaborar con Trujillo en su proyecto de Dominicanización fronteriza:

"Trujillo observó, con mirada vigilante, que en la línea Fronteriza se iba perdiendo la fisonomía nacional. La presencia invasora de gentes haitianas con lenguaje extraño, moneda extranjera, costumbres exóticas, ritos religiosos del Vodou y protestantes, minaban poco a poco este baluarte de la Patria, y lo convertían en peligrosa cabeza de puente.

A tan grave peligro una medida segura: DOMINICANIZAR LA FRONTERA. Para ello fortaleció la idea de DIOS, estabilizó LA PATRIA, y puso en salvaguardia su LIBERTAD.

Los Padres de la Compañía de Jesús cooperaron en la empresa"[iii]

Estas citas no dejan ninguna duda del fervor con que la Iglesia veneró a su Benefactor y le agradeció los bienes y privilegios que están legalizados en el Concordato Trujillista de 1954. El lector o lectora que no lo haya leído debe darse la oportunidad de hacerlo y así conocer el tratado binacional más lesivo y ofensivo al patrimonio y la soberanía nacional y a la educación de nuestros niños en las escuelas públicas.  Pueden encontrarlo en mi blog en éste periódico.

El adoctrinamiento religioso bloqueó el apoyo del campesinado a los expedicionarios de 1959 que intentaron conformar güerillas rurales para tumbar el régimen dictatorial de Trujillo. Durante las expediciones armadas de Constanza, Maimón y Estero Hondo, el hambre y las denuncias de los campesinos pesaron más en la captura y muerte de los guerrilleros que los enfrentamientos con el ejército.[iv]

En 1962, el aumento desproporcionado de sacerdotes cubanos incidió para crear una militancia agresiva de la iglesia en contra del comunismo, socialismo, y los movimientos de liberación nacional que se expandieron por toda la América Latina.  Esta militancia contribuyó al golpe de Estado del gobierno de Juan Bosch quién proponía en la  Constitución de 1963 una educación laica.  Recientemente, un actual miembro del Tribunal Constitucional de la República Dominicana, el Dr. Víctor Gómez Bergés, reconoció que la “última confrontación de Estado con la Iglesia, de significación, se produjo durante el gobierno de Juan Bosch en 1963 por la exclusión en la Constitución de ese año, del Inciso 2 del artículo XXII del Concordato”.[v]

Las consecuencias del adoctrinamiento Trujillista y religioso perduran cincuenta años  después del ajusticiamiento de Rafael Trujillo.  Los herederos directos de Rafael Trujillo, Joaquín Balaguer y Leonel Fernández, así como todos los que nos han gobernado, han continuado la línea Trujillista de mantener una religión de estado y perpetuar la línea presidencial de Benefactores de la iglesia; con la única exclusión del gobierno truncado de Juan Bosch cuya posición constitucional de regresar la educación pública a una educación laica generó el golpe de estado que todos conocemos y la Revolución de Abril de 1965 que buscaba el retorno a la Constitución de 1963 y del gobierno democráticamente electo.


[i] Vetilio Alfau Durán, Trujillo, Auténtico Benefactor de  la Iglesia Dominicana, Periódico El Caribe, 25 de marzo de 1960, p. 4; citado por  William Wipfler, Poder, Influencia e Impotencia: La Iglesia como factor socio-político en República Dominicana. Ediciones CEPAE, Santo Domingo: Editora Santo Domingo. P. 83.

[ii] Félix A. Mejía, Vía Crucis de un Pueblo. México: Editorial Veracruz, 1951, p 285; citado por William Wipfler, op. cit. p. 95.

[iii] Ver Antonio L. de Santa Ana, Misión Fronteriza: Apuntes Históricos (1958). Ciudad Trujillo: Impresora Arte y Cine. P. 11. Citado por William Wipfler, op. cit. p. 95.

[iv] Ver Anselmo Brache, Constanza, Maimón y Estero Hondo: Testimonios e investigación sobre los acontecimientos. Santo Domingo: Editora Taller, 1985.

[v] Ver su ponencia del 16 de mayo del 2011, “Relaciones históricas entre la Santa Sede y el Estado Dominicano”. El Inciso 2 del artículo XXII del concordato dispone  que en todas las escuelas públicas primarias y secundarias se enseñe la religión y moral católicas según programas fijados de común acuerdo con la competente Autoridad eclesiástica a los alumnos cuyos padres, o quienes hagan sus veces, no pidan por escrito que sean exentos.