Los medios de comunicación avanzan cada vez más. La televisión por ejemplo, con las nuevas técnicas y el alcance, hace que al instante, no importa cuán distante ocurra un hecho, nos enteremos inmediatamente.
De pequeña veía la tv en blanco y negro y la disfrutaba. Los muñequitos, Wyatt Earp, el Abuelo Cantarín, etc.
En mi adolescencia me encantaba ver Broadway se vuelve latino, con unos hermosas revistas. También me gustaba el Show de Napoleón Dihmes, quien presentaba musicales de calidad. Otro programa que me gustaba era Música de los grandes maestros, que durante años presentaron los Maestros Jacinto Gimbernard y Vicente Grisolía.
También en mi adolescencia me encantaban Bonanza, Dr. Kildare, Boris Carloff, la isla de Gilligan y las películas que estaban de moda en ese entonces.
Luego vino la época de las telenovelas, las que nunca me han gustado y lo peor de todo es que si uno visitaba una casa a la hora que las proyectaban, o le ponían mala cara o no le prestaban atención.
Tiene la televisión tanta influencia que la vida de los personajes se convierten en nuestros vecinos y hablamos de ellos como nuestros íntimos amigos. Por ejemplo comentamos de todo lo que sucede en la realeza británica, que si la Camila nos cae mal, que si es fea, de la reina de España, sus metidas de pata y nos solidarizamos con la reina emérita. Cada noticia de pua’llá, la comentamos como si habláramos de nuestra familia.
Estaba yo en plena adolescencia cuando veía a Los Caballeros Montecarlo. Me llamaba tanto la atención el concertino, Don José Lora y nunca me imaginé que pasado los años, llamaría tantas veces a mi casa a preguntar por mi hermanito, que en realidad era mi hijo. Por Don José, fui por primera vez a la Argentina, ya que decía que era imposible estar en el cono sur y no llegar allí y conocer el Teatro Colón. Hoy lo recuerdo con mucho cariño.
Pero lo que más recuerdo con tanta alegría son los programas en que se embarcaba el maestro Rafael Solano, estaba pendiente de todos los sitios en la tv en que su orquesta participaba. Nunca olvidaré que por él aprendí a bailar mangulina, género musical nuestro, pero que nunca lo había escuchado, hasta que el maestro se propuso mostrárselo al pueblo.
Todas las canciones de Solano, tienen una “magia”, no sabría por cuál decidirme. A mí, la que más me encanta es “Confundidos”. Pero interpretada por él, hasta hoy no he escuchado ninguna de sus canciones que cualquier cantante del mundo interprete con ese dejo de nostalgia y romanticismo, como él mismo lo hace.
Siendo el Maestro una gran figura en nuestro país y fuera de él, tan lejano que lo veía, nunca pensé que uno de mis hijos estaría tan cerca suyo por medio de la música. Le regaló un libro de su autoría, (“Música y Pensamiento” – Crónicas y reflexiones de un músico dominicano.), le dije que cuando lo leyera me lo prestara, pero no he tenido la dicha de que me lo preste, cada vez me dice, “sí, te lo voy a llevar”.
He tenido la oportunidad de conversar varias veces con el Maestro, pero nunca le he dicho ¡cuánto lo admiro!, solo quiero decirle que no importa cuántos premios y reconocimientos haya recibido, que el mayor galardón es la admiración y el cariño de su pueblo.