Esta madrugada recibimos un mensaje por el chat de un gran amigo, alertándonos sobre la contaminación y la lluvia en los próximos días. Ya no pudimos seguir durmiendo y reflexionamos sobre los acontecimientos ligados al terremoto y maremoto recientes en Japón y sus consecuencias para la salud.

Se está hablando de los niveles de radiactividad que pueden afectar la salud de los humanos tanto en la zona cercana al Japón (zona "cero"), como en el resto del mundo. Y la prensa, a pesar de los esfuerzos de gobiernos, industria y lobbies nucleares en filtrar esas informaciones, y por la gran penetración que se ha logrado con las redes sociales como Facebook, Twitter y el mismo Hotmail, no habla de otra cosa en los últimos días.

Todavía están vivos algunos testigos de los desastres de Hiroshima y Nagasaki, triste historia que la humanidad no puede olvidar. Los entendidos están afirmando que los niveles de exposición a la radiación han sobrepasado los límites.

A partir de los 100 micro sievert (sievert "SV" es una unidad que mide la dosis de radiación absorbida por la materia viva y los efectos biológicos producidos y lleva el nombre en honor del físico sueco Rolf Sievert) dicha exposición puede provocar daños a la salud, entre los que se menciona el cáncer. Una persona que se exponga a una dosis de 1,000 micro sievert debe ser hospitalizada de inmediato.

Se está también poniendo en duda el futuro de la energía atómica y el debate inunda los medios. Y no es para menos. Asociado a la energía nuclear están los residuos radiactivos, el alto costo de construcción de las plantas, la escasez de uranio y la seguridad.

Muy fresco tenemos el terremoto de nuestro vecino Haití, con secuelas aun no subsanadas y el tsunami que provocó pérdidas cuantiosas en vidas humanas en Indonesia. Alguien ha levantado la preocupación sin ánimo de alarma al mencionar la posibilidad de un desastre en Santiago y los apagones de Japón nos recuerdan lo habitual en nuestro medio haciéndonos ver claramente las diferencias culturales y el estoicismo con que los orientales toman esas situaciones.

Aunque no tenemos plantas nucleares por estos lares, la problemática de salud se globaliza, y debemos  pensar en los daños que provoca la radiación nuclear, la cual es invisible e inodora, aunque devastadora, como afirma un científico europeo al abordar el tema.

Se sabe de los efectos a largo plazo y la repercusión medioambiental provocados sobre todo por el yodo y el celsio que se liberan en la radiación, producto de la fusión de reactores, cuando falla la refrigeración en las plantas nucleares, lo que ha ocurrido en el terremoto y maremoto que hemos visto en días recientes en el Oriente.

A decir del mencionado científico, en el núcleo de un reactor existen más de 60 contaminantes radiactivos a partir de la fusión del uranio. Unos de vida muy larga y otros de vida muy corta, pero todos con una gran afinidad con el ser vivo y al parecerse a los elementos biológicos, se acumulan.

El estroncio 90 y los mencionados yodo y celsio (C-137) son los elementos que más repercusión tienen para la salud humana. El yodo afecta inmediatamente y produce mutaciones en los genes, las que pueden conducir posteriormente al cáncer de tiroides. El accidente nuclear de Chernóbil aumentó diez veces la casuística de dicho cáncer en Centroeuropa.

El estroncio se acumula en los huesos por 30 años, como si del calcio se tratara, irradiando el organismo durante todo ese largo periodo. El celsio se deposita en los músculos. Ambos aumentan el riesgo de todo tipo de cáncer, sea de huesos, músculos o cerebro. También están ligados a la inmunidad orgánica, aumentando así la posibilidad de padecer otras enfermedades.

La radiación produce alteraciones en la reproducción, afectando en mayor grado a las mujeres, pues mientras los espermatozoides se regeneran normalmente cada 90 días, los óvulos permanecen en los ovarios durante toda la vida. Si un óvulo afectado por dicha radiación es fecundado, el producto tendrá malformaciones en el futuro.

Los daños medioambientales hay que ligarlos a la contaminación del suelo y de los mares, incorporándose a la cadena trófica de los peces, que son la dieta básica en Japón, así como del resto de los animales, las plantas, frutas y verduras. Se va bio-acumulando, pasando de un ser vivo a otro, empeorando el problema a través del tiempo.

El ejemplo local lo tenemos en el valle de Constanza, zona de intensa actividad agrícola, en donde la incidencia de problemas oncológicos ha aumentado en los últimos tiempos, por el uso indiscriminado de agroquímicos, aunque desgraciadamente no contamos con estadísticas confiables al respecto.

Las recomendaciones para las personas que se han puesto en contacto directo con material contaminante radiactivo priorizan el lavado y cepillado del cuerpo, el pelo y las uñas con detergente, así como desechar la ropa.

Si ha habido inhalación, la que es la principal vía de contacto, se utilizan pastillas de yodo, como las que  reparten en estos días en Japón, para que el tiroides tome tal cantidad de este elemento, que la glándula al estar repleta del mismo, rechace el contaminado.

Agradecemos al entrañable amigo el mensaje que nos despertara en la madrugada, ya que de esa manera también incitó en nosotros la curiosidad y nos permitió compartir con nuestros lectores las informaciones de un tema de tanta actualidad.