1. Geopolítica. Los Estados Unidos de América se volcarán hacia su patio trasero de América Latina luego de la humillante derrota sufrida en Afganistán junto a sus aliados de la OTÁN, pero no para contribuir a que nuestros países salgan del “subdesarrollo” y la extrema pobreza, sino para expandir los tentáculos del control político y económico a que la han sometido las grandes multinacionales y el capital financiero del país del Norte durante más de un siglo.
2. El coloso del Norte, con una banderilla en el lomo, intentará apretar más el círculo de apoyo a las oligarquías latinoamericanas que se contentan, para mantener su hegemonía de las clases subalternas, con las sobras que, como socios menores, les dejas caer el imperio con sus pequeños negocios de export-import en vez de constituirse en poderosas burguesías locales.
3. Los Estados Unidos arreciarán su control mediático, ideológico y propagandístico de América Latina a través de CNN, empresa televisiva y radial transnacional, portavoz de los servicios secretos de la gran democracia binaria del norte y de las grandes empresas transnacionales y el gran capital financiero de aquel país con el objetivo de mantener en jaque, y asegurar su acumulación de riquezas, a los gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Argentina y Perú, los cuales no son de su agrado e incluso intentarán derrocarlos, como hizo con Evo Morales a través de la oligarquía de Santa Cruz de Cochabamba o como lo hizo CNN para eliminar a Donald Trump de la carrera presidencial de noviembre de 2020 a través de una campaña mediática terrorista gracias al equipo de periodistas y propagandistas latinoamericanos a sueldo de ese potente canal de televisión al servicio del Partido Demócrata. Observe el lector que CNN casi no tiene anuncios de las grandes empresas y corporaciones industriales y financieras privadas estadounidenses y que la mayoría de los anuncios son para promover el amplio menú de programas de noticias, comentarios, entrevistas y documentales que ese canal difunde las 24 horas del día.
4. Pues bien, geopolíticamente la derrota de los Estados Unidos y sus aliados en Afganistán replantea un nuevo mapa de las potencias imperiales (China, Rusia, India, Irán, la Unión Europea, los Estados Unidos que intentarán recomponerse). ¿A costa de cuáles países? La narrativa imperial de los Estados Unidos y sus aliados ha salido seriamente averiada con la derrota en Afganistán. Pero la base ideológica del discurso de la hegemonía mundial de la gran coalición sigue intacta. El etno-eurocentrismo como discurso de la superioridad de Occidente sobre el resto de los países del planeta es el que reproduce al infinito la ideología de la inferioridad de los demás pueblos de Asia, África, Oceanía y América Latina. Países a los que las potencias imperiales están, por derecho divino, en la obligación de civilizar e imponerles los modelos de los regímenes de la democracia representativa y el complejo cultural que incluye creencias, mitos, leyendas, religiones y, sobre todo, los modelos económicos que han hecho prósperas a esas naciones imperiales gracias a un apabullante desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción conducentes a una dominación y dependencia económica, política e ideológica.
5. El discurso ideológico que produce y reproduce la superioridad de estos países imperiales es solidario del discurso ideológico de la antropología colonialista que no surgió, como algunos creen, en el siglo XIX, sino que viene de más lejos y es específica a la civilización del signo surgida en los antiguos imperios egipcio, persa, chino, japonés, indio, asirio-babilónico, griego y romano, hasta recalar en los imperios surgidos después del feudalismo alternativamente en España, Inglaterra y Francia, Austria-Hungría y su traspaso de hegemonía a los Estados Unidos desde finales del siglo XIX hasta el presente.
Ese discurso ideológico eurocéntrico que está en los pensadores griegos y su concepto de “pueblos bárbaros” encontró su sublimación en el siglo XIX con la sociología del positivismo racionalista de Augusto Comte y su teoría de las distintas edades por las que ha atravesado la humanidad (edad de piedra, bronce, hierro, plata y oro), así como por las grandes teorías del historicismo y la superioridad racial de los países europeos con respecto a los que no son europeos (Gobineau, el darwinismo social, etc.), y cuya sublimación se encuentra en los discursos de Gibbons, Momsen, Ranke, Michelet y, finalmente, en la quintaesencia del historicismo de Oswald Spengler y su obra cimera La decadencia de Occidente, publicado en dos tomos entre 1918 y 1922 y que ha sido, desde entonces, más que Hegel, el guía del historicismo y el racionalismo positivista que teoriza los acontecimientos y hechos humanos en términos agustinianos: es decir, en términos de progreso y atraso, azar, destino providencial y naturaleza como continuidad en el tiempo. A este racionalismo positivista y a este historicismo se les ha opuesto el discurso de la escuela de Bruselas a cuya cabeza se encuentran Chaim Perelman y Leon-E. Halkin, quienes han señalado que en los hechos humanos no hay atraso ni progreso, sino lucha objetiva entre sujetos y clases por imponer sus objetivos que, la mayoría de las veces, fracasan. Tanto el racionalismo positivista como el historicismo descansan en un presupuesto falso: la teleología, según la cual, la historia tiene un fin pre-establecido (telos) y que para lograr ese fin hay un sentido de la historia definido como el progreso indetenible de la humanidad hasta lograr su perfección.
6. El sentido de la historia y su ideología del progreso y el atraso no solamente es propia del historicismo y el racionalismo positivista, sino que la vulgata o sentido común la reproduce como automatismo en los intercambios discursivos cotidianos cuando gente docta o común dice que el sol marcha o camina, se acuesta o sale o en expresiones prosopopeyas al atribuirle acciones propias de los humanos, a despecho de que todo el mundo sabe, desde Copérnico hasta Galileo, que el sol ni camina ni marcha, sino que es el imperceptible movimiento de la Tierra el que nos crea la ilusión de que el sol tiene una larga caminata de 12 horas desde que lo vemos en el oriente y la tierra lo oculta en el poniente. En el caso de Afganistán concentran algunos analistas, historiadores, sociólogos, teólogos, periodistas y antropólogos colonialistas los mejores epítetos del racionalismo positivista, del historicismo y del sentido de la historia y su ley del progreso y el atraso.
7. Para nuestros historiadores e intelectuales, partidarios de la historia agustiniana, o de la versión staliniana del novelista o escritor como “ingeniero de almas” o de la concepción de la teoría del signo acerca de la historia como “reconstrucción de los hechos” o reconstructores de la historia, les dejo estos parrafitos del ensayo de Perelman extraídos del libro Les catégories en histoire (Ediciones del Instituto de Sociología de la Universidad Libre de Bruselas, 1968, p. 135): «La concepción más cercana al sentido común es la que presenta los acontecimientos del pasado en función de iniciativas de los hombres, los actores de la historia. Es la que hallamos expresamente en Tucídides en su Historia de la guerra del Peloponeso, en la que enuncia, en los discursos atribuidos a los personajes que él presenta, sus proyectos y la manera en la que se proponen realizarlos. El sentido de los acontecimientos está indicado por el éxito o el fracaso de esos personajes, opuestos a otros personajes que se oponen a sus designios. (…) En esta perspectiva, no se trata del sentido de la historia, porque son personajes múltiples quienes otorgan un sentido a su acción, quienes buscan realizar proyectos que fracasan o triunfan, completa o parcialmente. Nada indica que a esos proyectos, individuales o colectivos, corresponda un sentido único, una síntesis, que sea deseada por alguien y que indique el sentido de la historia. A esta concepción, que llamaré retórica, porque corresponde no solamente a intenciones humanas, sino a discursos reales o imaginarios que la expresan, se opone una concepción teológica, que uno encuentra en la Biblia y los Profetas, pero que ha sido desarrollada en la visión cristiana de la historia, desde San Agustín hasta Bossuet.
San AgustínEn la Biblia, sobre todo en los Profetas, los acontecimientos históricos, desde el diluvio, a través de la conquista de Palestina por el pueblo hebreo, hasta su dispersión, están presentados sea como un castigo divino debido a la inmoralidad y la injustica de los hombres, sea como la realización de una promesa de Jehová. Los acontecimientos están determinados de ese modo por la voluntad divina, por los designios de la Providencia que, ampliados a escala de la humanidad, permiten concebirlos como si poseyeran un sentido deseado por Dios y que los hombres están obligados a descifrar. (…) La tercera concepción, que califico de filosófica o de racionalista, reemplaza a Dios por el Espíritu absoluto o por la Razón que actúa en la historia.»
Cuando leo algunos textos de historiadores dominicanos y me hablan de la intervención del azar, del destino providencial en los hechos históricos, me digo, ¡ojo al Cristo, que es de plata! Y esa teoría teológica y racionalista de la historia no tiene teoría del discurso ni del sujeto y su príncipe fue Cicerón cuando sentenció: La historia es la maestra de la vida. Todos los secuaces de Cicerón repiten su frase de una u otra forma lingüística: La historia nos enseña… La historia es la partera… etc. etc.