Lo menos trágico y lo más lúcido que podemos ser los seres humanos es un manojo de desconciertos, un haz de asombros, un puñado de dudas.

Las preguntas no son un cuchillo, sino una alforja, un caballo y una almohada.

Las respuestas podrán estar en cualquier -o en ninguna- parte. En la poesía, en el vino, en el arte, en las nubes, en los libros, en los zapatos (no sé si alguien ha encontrado alguna respuesta en sus zapatos, pero por lo menos las mujeres siempre estamos buscando entre ellos), en el fondo de los ojos del amado, entre sus ásperas manos, en el sexo, en la comida, en la risa, en el silencio, en la música, en las palabras.

Lo compruebo  ante el árbol –del bien y el mal- de manzanas de mi patio. ¿Han reparado en lo fértiles que son los árboles de manzanas para generar toda clase de aventuras?

En este no cabe una sola flor más y lo contemplo  abrumada por su lujuriosa magnificencia, llena de incógnitas, sin certezas.

Deben ser miles de florecillas blancas, como mariposas, salidas de exquisitos botones rosados, con un perfume suavísimo, delicioso, envolvente, que huele a invitación, como debe oler el toto de Venus.

¿La parte más linda del cuerpo de un hombre? El pene. ¿El mejor uso que se le puede dar al champán? Lavar la cuca con él

Vista por separado, cada flor es de una arquitectura simplísima, cinco etéreos pétalos blancos, centrados en una lloviznita tenue de estambres y pistilo; pero el conjunto es de una profusión barroca, sensual, embriagante y opulenta, no menos que la del caos creativo, fecundo y felizmente indecente que debió regir en El Paraíso, antes de que un sicópata tomara el control.

Es la misma fastuosa calidad  aritmética de la sencilla gota de agua que se enmaraña hasta ser el mar o de la  subrepticia geometría de la humilde mota polvo, que vista con la lupa correspondiente, explica la infinitud del universo.

¿Un árbol de manzana florecido predica la sobriedad y simpleza de cada una de sus flores o el despilfarro  de sus ramilletes maravillosamente desbordados?

Grandes, golosos, abejones negros, con los cuerpos rollizos espolvoreados de polen,  vuelan y liban  entre ellas como borrachos en juerga, con un zumbido carnavalesco y necio.

Quizás sean la reencarnación de un grupo de guardianes de un serrallo turco. Uno se enreda en mi pelo. Otro se acerca demasiado a una oreja. Un tercero pretende posarse en mi nariz. Río y salgo corriendo.

Espanto sin querer  los petirrojos, de belleza primorosa, los carpinteros, tórtolas –y otras aves color azul cielo, que parecen pulidas, brillantes y gigantescas turquesas voladoras- y unas liebres salvajes que habitualmente se enseñorean con el mayor descaro en el jardín, al extremo de que con frecuencia hay que desviar los pasos para no topar con ellas, ya que no siembre parecen dispuestas a moverse, aunque con solo dos brincos se ponen a un kilómetro. Seguro que tienen algún sistema de propulsión en las patas.

El viento camina muy tímidamente,  como si anduviera de puntillas, pero a pesar de todas sus sutilezas, los pétalos caen vencidos, con dulzura, sobre la hierba,  de donde  recojo algunos para guardarlos entre las páginas de un libro de historia del arte y de un  libro de poesía  persa que compré hace unos años, en Venezuela.

La más divinamente loca y la mejor de todas las iniciativas de Chávez ha sido editar – y vender baratísimo para que todos tengan acceso a ellos-  libros olvidados  o  poco conocidos de todas las esquinas del mundo.

Quizás alguna vez, en el futuro, cuando yo haya muerto, estos y otros libros tan amados, más fieles que los perros, más perturbadores  y tormentosos que los amantes, tan manipuladores y abnegados como las madres, lleguen a las manos curiosas de alguien, lo necesariamente inadaptado, extravagante y decadente, como para leer libros impresos en papel y tal vez con el vuelo de los pétalos ya resecos le llegue el perdido aliento de una romántica irredimible, que le transmita la única pasión persistente, irrefrenable y metódica de su vida: leer…bueno, aparte de hacer el amor, desde luego.

Quizás dentro de 20 ó 30 años alguien que también tome tiempo para oler las flores del manzano escuche a Silvio –pero realmente lo escuche- en un día que siendo perfecto no deje de ser triste, aunque también reparador:

“Si me dijeran pide un deseo/ preferiría un rabo de nube/ un torbellino en el suelo/ y una gran ira que sube/un barredor de tristezas/un aguacero en venganza/ que cuando escampe parezca/ nuestra esperanza. / Si me dijeran pide un deseo/preferiría un rabo de nube/ que se llevara lo feo/y nos dejara el querube…”

Entre estas flores enigmáticas deshechas por el viento,  más sugestivas que las que se convierten en fruto, me gustaría que me cayera encima un rabo de nube, aunque al país acaba de caerle uno y no parece haber lavado mucho.

Qué rico sería estrujarse bajo el amparo del cielo –que siempre resulta incierto- con sales de lavanda, que me dejen suavecita, aromática y brillosa, lista para pasar animosa revista a las verdades indudablemente establecidas:

¿La bebida perfecta? El agua. ¿La única tela buena? El algodón.  ¿La mejor comida? La de mi mamá.

¿El baile más sensual? La Salsa. ¿El baile más romántico? El bolero. ¿La actividad más divertida y trascendente? Leer.  ¿Los Pilates para el alma? Oír música.

¿Un deber patriótico de solidaridad hacia un@ mism@? Hacer ejercicios.  ¿Un deber patriótico para con RD? Hacer el turno en la fila. ¿Un deber patriótico hacia Estados Unidos? Beber los maravillosos vinos californianos.

¿Un indicador elocuente del potencial de durabilidad de una relación? Hacer un viaje juntos a un sitio remoto y con escasas comodidades, por dos semanas.

¿El mejor sitio para hacer el amor? La cama. ¿La mejor posición? Mirándose a los ojos.  ¿El volumen ideal? Mediano, con gemiditos y una que otra palabrota.

¿La parte más linda del cuerpo de un hombre? El pene. ¿El mejor uso que se le puede dar al champán? Lavar la cuca con él.

¿El mejor discurso? La poesía. Buena poesía ¡Por el amor de Dios!

¿El derecho humano  más mal entendido y peor utilizado? El de la procreación.

¿La peor época para la vida civilizada? La de la campaña electoral.