“Toda la desdicha de los hombres
se debe a una sola cosa:
no saber permanecer en
reposo en una habitación”.
Blaise Pascal
El Covid-19 nos ha confinado, algunos voluntariamente, otros a regañadientes; pero, sobre todo, nos ha puesto a seguir las noticias sobre la «pandemia del coronavirus». Por lo menos, este escribidor lleva unos cinco temas dedicados a diversas facetas desde mi perspectiva de cientista social. Y, por lo tanto, me lleva a indagar no tanto sobre las angustias del presente, sino también, de las indeterminaciones de su impacto futuro. Es decir, adentrarnos en esa disciplina venida a menos y reducida a las añoranzas, como es la «filosofía».
Ya advertía Juan Luis Cebrián, que en septiembre de 2019 en un Informe conjunto de las Naciones Unidas y el Banco Mundial advertían de una «pandemia» entonces sin nombre, y que esa, advertencia la había hecho Gro Harlem Brundtland (la del famosísimo Informe Brundtland, cuyo título era previsor, “Nuestro Futuro Común”) siendo Directora de la Organización Mundial de la Salud. El artículo de Cebrián Un cataclismo previsto, en El País, está disponible en el siguiente enlace: https://elpais.com/elpais/2020/03/21/opinion/1584787828_176852.html
Cebrián concluye con un extenso párrafo que transcribo: «Dure dos semanas o dos meses (más probablemente esto último) la batalla ciudadana contra el virus, lo que se avecina tras la victoria, cuyo precio habrá que contabilizar en vidas humanas antes que en datos económicos, es una convulsión del orden social de magnitudes todavía difíciles de concebir. El poder planetario se va a distribuir de forma distinta de como lo hemos conocido en los últimos 70 años. El nuevo contrato social ya ha comenzado a edificarse además gracias al empleo masivo de la digitalización durante el confinamiento de millones de ciudadanos en todo el orbe. En el nuevo escenario, China no será ya el actor invitado, sino el principal protagonista. La eficacia de sus respuestas en las dos últimas crisis globales, la financiera de 2008 y la pandemia de 2020, le va a permitir liderar el nuevo orden mundial, cuyo principal polo de atención se sitúa ya en Asia. No por casualidad países como Corea del Sur, Singapur y Japón sobresalen en el podio de los triunfadores frente al coronavirus. Este nuevo orden mundial ha de plantear interrogantes severos sobre el futuro de la democracia y el desarrollo del capitalismo. También sobre el significado y ejercicio de los derechos humanos, tan proclamados como pisoteados en todo el orbe. Por mucho que griten los populistas es la hora de los filósofos. Uno de los más respetados en el ámbito del Derecho, el profesor Luigi Ferrajoli, llamaba precisamente desde Roma, apenas días antes de que la ciudad se cerrara al mundo, a levantar un constitucionalismo planetario, “una conciencia general de nuestro común destino que, por ello mismo, requiere también de un sistema común de garantías de nuestros derechos y de nuestra pacífica y solidaria coexistencia”. Palabras que me hubiera gustado escucharan los españoles días atrás en alguno de los mensajes a la nación, tan bienintencionados como poco inspiradores.»
Juan Arnau Navarro, otro articulista de El País, resumía a Cebrián con estas palabras: «Juan Luis Cebrián reclama que, tras los estragos de la pandemia (y por mucho que protesten los populistas), será “la hora de los filósofos”». Disponible en: https://elpais.com/cultura/2020/03/31/babelia/1585676259_109937.html
Arnau Navarro recurre a otro articulista, Antonio Muñoz Molina, para celebrar el Regreso del conocimiento, para que la humanidad deje de hacerse eco de la “charlatanería”, la “opinionitis” y la simple y llana “mentira” que se han destapado en la civilización de las redes. ¿Habremos llegado a tener esta conciencia tan crítica en el promedio de raza humana? De ahí el título de esta invitación a unirnos a la reflexión sobre ¿Quo Vadis, humanes? (asumo el género neutro utilizado por el filósofo español Jesús Mosterín).
En la mejor tradición de los filósofos contemporáneos: ¿Dependeremos de la ciencia ad infinitum? ¿Habrá una conexión fatal entre desarrollo tecnológico y el desbalance biológico productor de virus y, en consecuencias, «pandemias» por el dato aparente de que Wuhan es un centro del desarrollo de la tecnología 5-G? ¿Bulo o dato? Tal vez nunca llegaremos a saberlo, pero en ciencia nunca debe decirse ¡nunca!
Otro dilema que discutimos “filosóficamente” y que Arnau presenta por el pensamiento del filósofo coreano que escribe desde Berlín, Byun-Chun Han, es si las bases culturales de Oriente u Occidente son responsables del presente caótico que reconocemos cuando el Covid-19 llegara a las puertas de la vieja Europa de cultura greco-latina y al “mismísimo” Nuevo Mundo. Los casos exitosos corresponden propiamente al “Dragón y a los Tigres asiáticos” que elogiábamos en el siglo XX por sus vertiginosos desarrollos económicos; mientras los casos de fracasos todavía en vigencia corresponden a la regiones latina y germánica del viejo continente. ¿Es relevante una cultura que privilegie el autoritarismo como postula el maestro Confucio, o respetamos el talante individualista forjado a partir del «Ágora» ateniense y que conocemos como democracia? El artículo íntegro de Han se puede acceder en el enlace: https://elpais.com/cultura/2020/03/31/babelia/1585676259_109937.html
Si la cultura o el ejercicio del poder nos entrampan en dilemas mayores, los «filósofos contemporáneos» están en la primera línea de esta refriega de ideas, porque desde que se desató la histeria, el pánico y la “mala” conciencia de los humanos, se levantaron las voces denunciando al capitalismo y pregonando el fin de este sistema económico. ¿Podría la solidaridad generada por el coronavirus producir un «capitalismo compasivo» o un «socialismo eficaz»? INFOAE (una web argentina de análisis rigurosos), en un artículo de Luciano Saliche, nos dice: «Slavoj Žižek, Byung-Chul Han, Yuval Noah Harari, Judith Butler, Giorgio Agamben, Noam Chomsky, Roberto Espósito y Jean-Luc Nancy son algunos de los intelectuales que están reflexionando sobre las transformaciones que están empezando a suceder en el sistema económico, político y social y qué futuro nos aguarda a todos cuando esta cuarentena mundial termine». ¿Hay acuerdo o desacuerdo? No seamos ilusos, los humanos estamos hechos (¡A Dios, gracias!) para disentir. Disponible en el siguiente enlace: https://www.infobae.com/america/cultura-america/2020/03/28/como-estan-pensando-los-filosofos-la-crisis-global-que-provoco-el-coronavirus/?fbclid=IwAR139jlPUaiQq1D9Al4aKUgiO2MWQsrwqBVFOmcNFAEIG6DODpyeMSNKlvw
Nos cuenta Saliche: “Varios filósofos están pensando alrededor de estas cuestiones. Hay muchos puntos para desarrollar y es mejor hacerlo ahora, al calor de los hechos, con la impunidad del presente, pero con la convicción de que es mejor hacer preguntas inteligentes que dar respuestas tranquilizadoras. En ese sentido, Slavoj Žižek, lacaniano y marxista, se anticipó a todos y publicó un libro. Su título, Pan(dem)ic!, COVID-19 shakes the world, es un juego entre las palabras pandemia y pánico. Según adelantó la editorial, en sus páginas se cruzan Quentin Tarantino y H. G. Wells con Hegel y Marx. Hay fragmentos traducidos, pero empecemos por el principio, cuando el coronavirus aún no era pandemia sino apenas el nombre de una gripe peligrosa.”
Favor de leer el texto de Salechi para conocer las opiniones de tan prominente pléyade de filósofos contemporáneo, incluyendo al israelí Yuyal Noah Harari, historiador y a quien he seguido por mi tendencia evolucionista, por lo que conozco sus obras: Sapiens, de animales a hombres. Transcribo su entrevista, que pueden encontrar en el siguiente enlace:
Pregunta. Usted sostiene que la única forma de detener una pandemia es a través de la cooperación internacional y de la ciencia. ¿Está ocurriendo esto o, todo lo contrario, más egoísmo que nunca?
Respuesta. Hay muy poca cooperación mundial y no existe un liderazgo. En los últimos años, políticos irresponsables han socavado deliberadamente la confianza en la ciencia y en la cooperación internacional. Ahora estamos pagando el precio. No hay ningún adulto en la habitación. Uno habría esperado ver hace semanas una reunión de emergencia de los líderes mundiales para elaborar un plan de acción común y combatir la epidemia y la crisis económica. Pero los líderes del G-7 se las arreglaron para no organizar una videoconferencia hasta esta semana, y ni siquiera salió de ahí un plan de este tipo.
P. ¿Cómo debería ser ese plan?
R. Uno, compartir información fiable: los países que están pasando por la epidemia deberían enseñar a los que todavía no la están atravesando. Dos, coordinar la producción mundial y la distribución equitativa de equipo médico esencial, como material de protección y máquinas respiratorias. Tres, los países menos afectados deberían enviar médicos, enfermeras y expertos a los países más afectados, tanto para ayudarles como para adquirir experiencia. Cuatro, crear una red de seguridad económica mundial para salvar a países y sectores más afectados. Cinco, formular un acuerdo mundial sobre la preselección de viajeros, que permita que un pequeño número de personas esenciales sigan cruzando las fronteras.
P. Escribió esta semana en Twitter que en la lucha contra el coronavirus es más importante la información que el aislamiento.
R. La gran ventaja de los humanos sobre los virus es la capacidad de intercambiar información. Un coronavirus en Corea y un coronavirus en España no pueden intercambiar consejos sobre cómo infectar a los humanos. Pero Corea puede enseñar a España lecciones valiosas. Incluso el aislamiento requiere información. El aislamiento contra el sida es muy diferente del aislamiento contra la Covid-19. Para aislarse contra el sida es necesario usar un condón mientras se tienen relaciones sexuales, pero no hay problema en darle la mano a una persona con VIH. Covid-19 es una historia diferente. Para saber cómo aislarte de una epidemia en particular, primero necesitas información fiable sobre sus causas. ¿La producen virus o bacterias? ¿Se transmite por los fluidos corporales o del aliento? ¿Pone en peligro a los niños o a los ancianos? ¿Hay una cepa o varias que han mutado?
P. ¿La globalización ha hecho que el siglo XXI sea más peligroso para las pandemias? ¿Cree que vamos a vivir más situaciones así?
R. Es poco probable que tengamos muchas más pandemias de este tipo en nuestra vida. Es cierto que en el siglo XXI la humanidad está técnicamente más expuesta a las epidemias que en la Edad Media debido a una combinación de transportes más rápidos y poblaciones en crecimiento. En la Edad Media, los virus viajaban a la velocidad de un caballo de carga y en la mayoría de los lugares solo podían infectar pequeñas ciudades y pueblos. Hoy un virus puede viajar en clase ejecutiva a través del mundo en 24 horas, e infectar megalópolis con millones de habitantes. Así que, teóricamente, las cosas deberían haber sido mucho peores hoy que en la Edad Media. Pero en la práctica, en los últimos 100 años, tanto la incidencia como el impacto de las epidemias han disminuido drásticamente. A pesar del sida y el ébola, en las últimas décadas las epidemias han matado a una proporción mucho menor de humanos que en cualquier otro momento desde la Edad de Piedra. Esto se debe a que la mejor defensa que tienen los humanos contra los patógenos no es el aislamiento, sino la información. Mientras que los habitantes de la Edad Media nunca descubrieron lo que causó la peste negra, los científicos actuales solo tardaron dos semanas en identificar el nuevo coronavirus, secuenciar su genoma y desarrollar una prueba para identificar a los infectados. La humanidad ha estado ganando la guerra contra las epidemias porque en la carrera armamentista entre patógenos y médicos, los patógenos se basan en mutaciones ciegas y los médicos en el análisis científico de la información.
P. ¿Cuál es el mejor ejemplo en nuestra historia de cooperación científica en beneficio de la humanidad?
R. Un buen ejemplo es la erradicación de la viruela. En 1967, esta enfermedad infectaba a 15 millones de personas y mataba a unos dos millones. En la década siguiente una campaña mundial de vacunación tuvo tanto éxito que en 1980 la Organización Mundial de la Salud declaró que la humanidad había ganado y que la viruela había sido erradicada. En 2019, ni una sola persona resultó infectada o murió por esta causa. La victoria sobre la viruela dependía de una cooperación mundial eficaz. Para lograrlo era necesario vacunar a todas las personas de todos los países. Si un solo país no vacunaba a su población podría haber puesto en peligro a la humanidad, porque mientras el virus de la viruela existiera y evolucionara en algún lugar, podía volver a propagarse.
P. ¿Cree que las lecciones que vamos a aprender en la lucha contra el coronavirus pueden usarse contra el cambio climático?
R. Sí. Una lección clave de la lucha contra el coronavirus es que debemos pensar en la atención sanitaria en términos globales en lugar de nacionales. Proporcionar una mejor atención sanitaria a iraníes y chinos ayuda a proteger a israelíes y estadounidenses. El mismo tipo de lógica se aplica al cambio climático. Otra lección es que ahorrar dinero a corto plazo puede costarnos mucho más cuando una crisis golpea. Los países que han ahorrado dinero en los últimos años recortando los servicios de salud ahora pagarán mucho más como resultado de la epidemia. Del mismo modo, si intentamos ahorrar no haciendo nada sobre el cambio climático, también causará un enorme daño a largo plazo. Algunas personas creen que para detener el cambio climático tendremos que detener el crecimiento económico y volver a vivir en cuevas y comer raíces. Eso es una tontería. ¿Se puede adivinar cuánto costará prevenir un cambio climático catastrófico? El número mágico es el 2%. Eso es todo. Si invertimos el 2% del PIB mundial en el desarrollo de tecnologías e infraestructuras, es suficiente para prevenir un cambio climático catastrófico. Por supuesto, el 2% del PIB mundial sigue siendo mucho dinero. Pero, ciertamente, hacerlo está dentro de nuestra capacidad. Si mañana estalla una nueva guerra mundial, los Gobiernos gastarán mucho más del 2% del PIB en luchar y ganar esa guerra. Así que gastar el 2% en salvar al mundo del catastrófico cambio climático suena muy razonable.
…
Aplatanando el tema, ¿estamos exacerbando el conflicto cuando se trató de minimizar la data y menospreciar las consecuencias en las primeras fechas de la crisis y entró al patio desde Italia y nos alcanzó, “porque eran casos importados”? ¿Por qué las autoridades no evitaron que el virus se convirtiera en “comunitario”, o por lo menos detectar temprano los casos “domésticos” y no tratar de vender una falsa conciencia que estaba bajo control por sólo atender a los ”turistas”? ¿Por qué concentrarse en generar noticias tranquilizadoras para el “Gran Santo Domingo” y descuidar los casos incipientes para no producir focos como la provincia Duarte?
Sobre la cultura política: ¿Por qué recurrir a un centralismo y paradójicamente, descuidar el ejercicio de la «autoridad responsable»? ¿Por qué enviar al “frente de batalla” a las enfermeras, médicos y laboratoristas, además de la fuerza pública y las militares sin protección biosanitaria adecuada? ¿Por qué no habilitar espacios públicos y crear “hospitales de campaña” en vez de «semiprivatizar» la atención de los infectados? ¿Por qué solo implementar medio confinamiento en el día para dejarlo al toque de queda? ¿Es que el virus no contamina de día, solo de noche? ¿Estamos preparándonos para los meses que parece que experiencias como las de China, Corea del Sur, Japón, Taiwán y Singapur, donde les ha tomado para remitir (de ninguna manera acabarlo) la fase de contaminación?
Sobre las consecuencias económicas: La mejor noticia es que República Dominicana entre en la lista de los países que han controlado la infección, mediante la inversión en el equipo sanitario y la infraestructura para restaurar la confianza como economía turística que somos y para garantizar el flujo de esos turistas en el futuro inmediato. Lo que ahorre en estos momentos sería un atentado para la marcha futura del aparato productivo nacional.
Sobre las consecuencias políticas: Los dominicanos estamos presentado al mundo el ejemplo de tener el reto de hacer unas elecciones en medio de esta pandemia. En el mundo se ha aplazado una treintena de comicios programados. ¿Sacrificaremos la democracia por un ejercicio autocrático o nos exponemos a males mayores para aparentar que somos demócratas y no dar señas de autoritarismo, o somos camaleones de “parecer” una cosa y “ser” la otra en pro de unos objetivos espurios e inconfesables? Ojalá o, con la más cristiana expresión, ¡Que la Virgen nos proteja! Les dejo como admonición final, la frase que introduce este artículo del matemático y filósofo francés del siglo XIX, Blaise Pascal, que nos recuerda la experiencia del confinamiento: ¡no estamos acostumbrados a la intimidad de la soledad! ¡Ni en la solidaridad en la diversidad!