Ser crítico y veraz es un gran reto, que puede dimensionar la intolerancia, ante el papel que viene desempeñando la prensa comprometida en una sociedad sometida, que no logra superar el discurso y accionar de la dictadura, tras medio siglo de democracia (donde el rechazo e irrespeto al que disiente, son apenas un reflejo de querer someter y manipular al otro).

Esto lleva el ejercicio libre y responsable del periodismo por tortuosos caminos, apareciendo un sin número de sujetos, llamados (o mal llamados) periodistas, que hablan y escriben a cambio de posiciones y prebendas. Lo que antes se llamó “vender la pluma”, hoy se califica de vulgar “bocinas”, pagadas por sujetos desacreditados, cuestionados por su mismo accionar en el ámbito de la vida pública y privada.

Se trata de “comunicadores” que hablando alto y vociferando frases descompuestas, pretendiendo dar fuerzas a sus argumentos, hacen  más dramática la complejidad en la cual se desarrolla la información. Esto es auspiciado por una cierta práctica, donde los intereses disfrazados de posiciones contestarías salpican de un “Avant-gardismo” desencajado las páginas de los periódicos y espacios mediáticos – haciendo difícil identificar la línea de algunos medios, en una realidad trucada.

Al analizar las crónicas de las dos últimas décadas, se observa que no obstante la peligrosa estrategia de seducción, orientada a la desinformación del pueblo y , exterminio del periodismo crítico y comprometido, ha sobrevivido una práctica seria de periodistas y articulistas de opinión, que han dicho y predicho situaciones que, de haberse asumido, el destino de esta nación seria otro. Estamos hablando de una sociedad (libre y democrática), donde el peso de la contra parte de la oposición es inexistente, razón por la cual se siente tanto el rol de la prensa.

Algunos pretenden que esta sea la “excepcional opositora” al enfrentar el deterioro, y los intereses que amenazan la vida en sociedad – siendo los abanderados del periodismo investigativo, Juan Bolívar Díaz, Nuria Piera, Alicia Ortega, Fausto Rosario y muchos otros, que han asumido la responsabilidad del juego democrático.

Comunicar y denunciar desde los medios parece sustituir a aquellos actores políticos, irresponsables (el PRD y 14 partiditos aliados) que deberían jugar su papel de vigilancia y oposición. Queda así la prensa comprometida, sola en su misión de informar, acoger y proteger al ciudadano en su indefensión social. Algunos hombres y mujeres de la prensa “estigmatizada” son solicitados por la ciudadanía, bajo el riesgo de pagar con sus vidas o ser sometidos a la justicia de manera reiterativa, por publicar indelicadezas de ciertos políticos y denunciar barbaridades, como ha sido el caso de Marino Zapete.

Cada día, disentir es un instrumento explosivo, que conduce al acoso y la persecución, hasta ser “quitado del medio”, como sucedió con Orlando Martínez y Narciso González. Y como se pretende hacer con otras figuras en épocas reciente. Ante la paz amenazada, los “honorables” farsant@s intentan defenderse: comenzando por estigmatizar y criminalizar a aquellos que han osado ejercer la profesión con dignidad.

No es extraño escuchar a un funcionario, bajo los efectos de la denuncia, decir que un periodista serio es  un “mafioso” o “ rata “ dada la metodología de resolución de conflicto que se maneja en nuestra  sociedad, donde insultar y descalificar preceden la “eliminación,” de la fuente del conflicto.

Debemos dar seguimiento, observar y analizar las reacciones, que se generan en los personajes afectados por las críticas y denuncias, para medir el impacto y el riesgo de la intolerancia. Pues las descalificaciones y amenazas son el primer síntoma de que una conducta violenta, que subyace en las relaciones de disenso y cuestionamiento, está presente. Saturan la resolución del conflicto en la cotidianidad, y gestan las mismas reacciones emocionales que responden a patrones culturales y conductuales de cierta patología social y humana ante el conflicto. La prensa da cuenta de ello, todos los días.

Es necesario que, las autoridades garanticen la seguridad de todos aquellos que han creído honradamente en el desempeño de sus actividades profesionales, al servicio del pueblo y del mundo del periodismo independiente (incluyendo, claro está, a Fausto Rosario). Pues la resolución del conflicto con la prensa, históricamente viene marcada por “quitar del medio”, dando cuenta de que como salida, la eliminación física, “borrar al otro de la faz de la tierra”, no es más que un gesto, que pretende, querer borrar en uno mismo toda la frustración y la miseria humana que se lleva dentro.