Debo confesar que en los días previos al discurso de Danilo había estado un poco depre, algo pesimista, con el moco medio pa’bajo, pensando en la situación del país. Este particular amargue me sobrevino a raíz de la ocurrencia de un acto de delincuencia común contra un miembro de mi familia. Un hecho habitual, absolutamente cotidiano, pero que me puso a pensar en lo dura que se ha vuelto la vida en este país.
En RD el calificativo de “común” le imprime un significado particular a la palabra “delincuencia”, un significado que nuestra Academia de la Lengua debería consignar en su diccionario como rito de la dominicanidad, como “algo que le sucede a todos los ciudadanos, a veces más de una vez al año” (queda hecha la sugerencia a la Academia, para cuando se tome un break de su misión actual de premiar a dominicanos meritorios –como Vincho Castillo, Manuel Núñez, Agripino y otros prohombres- y retorne a sus tareas lingüísticas).
Como decía, mi pariente fue asaltada frente a su casa por dos tígueres en un motor que, como a docenas de dominicanas cada día, le arrancaron la cartera y huyeron con su celular, billetera, documentos, tarjetas de crédito, chequera, lentes de sol, etc., todo lo cual le tomará días de gestiones y decenas de miles de pesos reemplazar. De esto, solo los mil y pico en efectivo que llevaba en la billetera y lo que consigan con la venta de la cartera, billetera y lentes de sol serán ganancia para los ladrones. Lo demás quedó anulado en cuestión de minutos luego del robo.
Lo particular de este caso es que uno de los testigos del asalto le cayó atrás a los ladrones y los pudo seguir hasta la puerta de su madriguera gracias al programa “Find My i-Phone”, que permite rastrear el celular perdido mientras esté encendido. En la misma esquina de la casa en la que se desmontaron los ladrones había una patrulla policial que fue de inmediato alertada. Le enseñaron la casa, con la motocicleta del asalto estacionada delante, y la señal de GPS todavía encendida en el celular del persecutor. ¡Y los policías no hicieron absolutamente nada! Se inventaron unas excusas absurdas y recomendaron poner una denuncia en el destacamento más cercano. Evidentemente requerían una “motivación” adicional para cumplir con su deber.
Decidida a hacer las cosas por el librito, mi pariente puso de inmediato la denuncia, ante policías que parecían personajes de sátira televisiva y que tampoco movieron un dedo cuando les dieron las coordenadas exactas del lugar donde se refugiaron los delincuentes. Qué va. El jefecito del cuartel quería primero hablar con ella en privado en su oficina, para que ella dizque le explicara bien lo que ya había explicado con lujo de detalles a los que habían tomado su declaración, y luego quería que ella lo condujera en su propio carro a la escena del crimen, suponemos que para él investigar bien el asfalto de la calle y el cemento del contén.
Lo más irónico del caso es que este segundo intento de extorsión policial ocurrió debajo de un letrero que rezaba “Denuncie la corrupción policial”, seguido de un número de teléfono. Ni qué decir que, varios días más tarde, no había pasado nada. Al ser requerido, el oficial dizque investigador informó que había enviado el IMEI del celular robado a la compañía telefónica y todavía estaban dizque esperando los resultados.
Y ahí quedó la cosa. Si usted no está dispuesto a sobornar a la policía, la policía no está dispuesta a hacer nada por usted (puede sustituir la palabra “policía” por muchos otros servidores públicos). A los más desafortunados, además de bregar con la P.N. les toca ir a tribunales donde también el alguacil, el fiscal y/o el juez querrán lo suyo, y donde su propio abogado podrá entrar en componendas con la parte contraria si le resulta más lucrativo. Ese es el sistema de justicia en la República Dominicana si usted es blanca y de clase media. No quiero ni pensar como será para la gente pobre, que con mayor frecuencia es víctima de la delincuencia.
Pero por suerte todo esto quedará atrás en los próximos cuatro años a más tardar, para cuando ya nos habremos convertido en la Suiza del Caribe. Como nos acaba de explicar el Presidente en su discurso de toma de posesión, la reforma policial que pronto se pondrá en marcha va a terminar con esas indelicadezas y mucho más. Los policías ladrones y sus asociaciones de malhechores pasarán a la historia; se acabarán los intercambios de disparos en los que caen fusilados los delincuentes que no pagan peajes; desaparecerán los generales con villas en Juan Dolio y La Romana.
Todo eso pronto será historia, porque en los próximos cuatro años se van a solucionar los problemas del país, llegará el progreso para todos y se acabará la corrupción, la incompetencia, la impunidad y el lambonismo. Justo cuando el país ya no aguanta más. ¡Qué suerte tenemos los dominicanos!