Recientemente se ha manejado desde las redes sociales y en la opinión pública un miedo a que la República Dominicana esté en peligro de ser invadida, o atacada por bandas criminales que actúan en Haití y han sido las responsables de algunos secuestros de personas con fines de extorsión.
Las declaraciones del Presidente de la República, Luis Abinader, anunciando medidas de supuesto control migratorio extremas. violatorias de derechos humanos (como el derecho a la salud) y la negación de la renovación de la visa a estudiantes haitianos que pagan sus estudios en universidades públicas y privadas de República Dominicana porque pueden ser “sospechosos” de pertenecer a las bandas haitianas ha provocado un clima de inseguridad en la población dominicana y se han activado las campañas a base de videos y memes de amenazas de ocupación e invasión haitiana que circulan cada cierto tiempo en forma cíclica.
Llama la atención que se considere a la población haitiana migrante como peligrosa en nuestro país cuando casi la totalidad de los productos agrícolas que ingerimos son cultivados con mano de obra haitiana, así como los rubros de exportación. Los edificios de apartamentos, centros comerciales y las edificaciones que se han construido en las ultimas décadas en el país son y han sido construidas con mano de obra haitiana, quienes protegen a la población dominicana de estratos medios de asaltos y robos residenciales siendo guardianes de edificios y residenciales, son en su mayoría haitianos.
Por otro lado, se desvía la atención hacia los verdaderos peligros que si existen en la República Dominicana, como es el crimen organizado. Las redes transnacionales de trata que funcionan con total y absoluta impunidad en nuestro país y que continuamente captan, secuestran, violan y explotan desde el comercio sexual a niños, niñas, adolescentes y mujeres desde comunidades rurales y barrios urbano-marginales de casi toda la radiografía nacional.
Además de la explotación en el comercio sexual, desde el turismo sexual, también se encuentra la explotación en trabajo forzoso (agrícola, servidumbre doméstica, venta ambulante, mendicidad) así como del matrimonio servil (venta en matrimonio) y tráfico de órganos.
Estas redes de crimen organizado están formadas por dominicanos y extranjeros de diferentes nacionalidades (Estados Unidos, Alemania, Francia, Rusia, Suiza, y países de Latinoamérica) que cuentan con mucho dinero y poder para corromper y pasar desapercibidos, (camuflajeados) además de que se lucran de la explotación de seres humanos.
Otras redes transnacionales que también funcionan en conexión con República Dominicana hacia otros países son las de tráfico de drogas, armas, órganos y personas.
Junto a estos peligros encontramos el gran peligro de la violencia. Provocar miedo y odio hacia la población haitiana que convive cotidianamente con población dominicana en los barrios y comunidades puede convertirse en un gran peligro para la gobernabilidad y la cohesión social en nuestro país. Recordemos los brotes de violencia que se dieron hace una década en Neyba, Hatillo Palma, Guayubín, Villa Vásquez con incendios de viviendas de familias haitianas además de linchamientos, humillaciones y maltrato a población infantil y adulta de origen haitiano.
Nuestro país tiene ya suficientes problemas de violencia social, violencia de género, delincuencia y el funcionamiento del crimen organizado de forma impune y corrupta. Fomentar más violencia e inseguridad desde discursos que apunten a la persecución de la población migrante tiene graves consecuencias para nuestro clima de armonía social. Tenemos que recordar que tenemos una gran cantidad de personas dominicanas en el exterior que es población inmigrante en distintos países y que necesita al igual que la población migrante aquí respeto a sus derechos a la salud, educación, integridad y a una convivencia pacífica.
Publicado originalmente en el periódico HOY