La realidad es que el voto automatizado o electrónico no se ha generalizado en el mundo a pesar de haberse experimentado con modalidades de esa tecnología desde hace décadas en diversas naciones. De hecho, en varios países se ha rechazado su uso debido a dudas sobre la ciberseguridad y la transparencia, y en otros se experimenta con mucha cautela en la implementación de la tecnología digital para el voto, sin generalizarse todavía.
En agosto 2017, la periodista Andrea Gentil resumía respecto a la implementación del voto automatizado a nivel mundial, en atención al continuado debate sobre esa propuesta en Argentina:
Solamente seis países han implementado hasta ahora el voto electrónico (en sus diferentes versiones, con o sin respaldo de papel): Bélgica, Estonia, Brasil, Estados Unidos, Venezuela e India (*). En los casos de Bélgica y de los Estados Unidos el voto electrónico no se emplea en su totalidad, sino parcialmente: en el 67% de las veces en la nación europea y en un 35% en el país de América del Norte. En Estonia, quienes lo prefieran pueden seguir emitiendo su sufragio utilizando boleta de papel, es decir que el “e-vote” no es obligatorio. Así las cosas, la afirmación de que “en todas partes del mundo” se usa el voto electrónico no es real. Como tampoco lo es que los países más desarrollados empleen este sistema. De hecho, varios lo han probado para luego prohibirlo: Alemania, Holanda, Noruega, Irlanda, Reino Unido y Finlandia. Suecia decidió ni siquiera intentarlo. El 6 de marzo de este año, Francia anunció que el voto electrónico (que existía para elecciones municipales desde el 2003) no sería permitido en las futuras elecciones legislativas, debido a problemas de ciberseguridad. La legislación de Holanda permitió la implementación del voto electrónico ya en 1965. Más del 90% de los votantes usaban el sistema hasta que en el 2006 detectaron fraude en elecciones comunales. Como consecuencia, el gobierno anunció en el 2008 que volverían al voto con boleta de papel, y científicos especialistas en computación, redes y seguridad informática (entre otros) elaboraron en el 2016 un paper en el que analizan las ventajas y desventajas del sistema.
Resumiendo, los expertos holandeses hallaron que el sistema ofrece más dudas que certezas. “Cuando se usa el e-voting es más sencillo lanzar un gran ataque, un fraude de grandes proporciones porque los mismos sistemas y el mismo software es usado a lo largo de todo un país” -dicen los expertos en el documento-. “Por el contrario, para manipular votos hechos con papel al modo tradicional, un atacante tendría que manipular muchos lugares de sufragio. Y eso nos lleva al tema de la cantidad de personas cometiendo fraude: en el caso del fraude electrónico, un pequeño grupo de atacantes pueden cambiar el curso de una elección, mientras que para lograrlo votando con boletas impresas, se precisan grupos más grandes”.
Como ventaja, sí, está la rapidez para conocer el resultado. Pero las bondades no van mucho más allá. “El proceso del voto electrónico es mucho menos transparente, especialmente para las personas que no saben de tecnología. Es preciso tener conocimientos avanzados de criptografía para que los votantes puedan probar que su voto fue tenido en cuenta en los resultados electorales de manera correcta, y que todos esos votos fueron contados como corresponde. Solo un puñado de especialistas podrán saber esto, mientras que el resto de la población tendrá que confiar en un sistema que no conocen ni comprenden”.
Dos años después, según un artículo en El País, “solo tres países (Brasil, India y Venezuela) utilizan al 100% el voto electrónico. Estados Unidos, Colombia y Ecuador lo utilizan de forma parcial.” Estonia sigue ofreciendo la opción del voto electrónico a sus ciudadanos, y en otras jurisdicciones se utiliza en el nivel municipal pero no nacional.
En 2019, Suiza sigue actuando con mucha cautela antes de cambiar su tradicional sistema de votación con boletas de papel, presencial o por correo. El debate en torno al voto electrónico sigue siendo apasionado en esa nación de acendrada tradición democrática, como revela Renat Kuenzi en su reciente artículo-entrevista a dos especialistas escépticos, titulado Los argumentos que han paralizado el voto electrónico en Suiza. Los helvéticos votan unas cuatro veces al año, no solo por candidatos comunales, cantonales y federales, sino también sobre diversas iniciativas legislativas sometidas al sufragio universal del electorado por mandato constitucional y por iniciativa de los legisladores o los electores. En algunos cantones han experimentado con el voto electrónico, y el venerado servicio postal suizo desarrolla una plataforma informática para el voto electrónico que aún no ha sido implementada por consideraciones de seguridad y transparencia. Los resultados del conteo manual de las boletas de papel se publican a pocas horas de cerrar las urnas, y las disputas respecto a los resultados electorales son ínfimas. El costo de realizar las elecciones de manera tradicional con boletas de papel de manera presencial o por correo es también muy bajo en ese paradigma de la democracia.
Estonia es uno de los países más avanzados del mundo en el uso de la tecnología informática por el Estado, y los ciudadanos acostumbran a realizar todos sus trámites con el gobierno de manera virtual. En Estonia, la cédula de identificación personal contiene dos certificados digitales: uno para confirmar la identidad del titular y el otro para permitir que ese individuo firme documentos con una firma digital. En ambos casos, el ciudadano cuenta con códigos PIN especiales. Esta fórmula es manejada con destreza por la casi totalidad de los ciudadanos, dificultando la usurpación de identidad electrónica. Sin embargo, en Estonia solo el 44% de los votantes de los pasados comicios hizo uso de la opción del voto automatizado. La mayoría de ciudadanos sigue utilizando el método tradicional: la boleta de papel.
Según el anteriormente citado artículo de El País, “en España se han realizado pruebas en 2004 con algunas mesas de voto electrónico remoto, pero no se han generalizado. El sistema electoral se fundamenta en que el escrutinio definitivo, que es público, se realiza por las Juntas Electorales entre el tercer y sexto día posterior a las elecciones con las copias originales de las actas. Es totalmente manual, por lo que está a salvo de intentos de injerencias telemáticas.”
Muchos especialistas recomiendan ser muy cautos al eliminar la boleta de papel, porque el voto automatizado o electrónico plantea una serie de problemas de seguridad, confidencialidad y transparencia que deben ser resueltos antes de que pueda reemplazar al tradicional método de la boleta de papel. Así lo vienen haciendo las naciones más avanzadas tanto en la cultura de democracia participativa como en el uso de la tecnología digital desde hace décadas. Solo Brasil, India y Venezuela han totalmente desplazado la boleta de papel en sus votaciones, mientras que países como Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Holanda, Reino Unido, Suecia y Suiza, para solo mencionar algunas naciones emblemáticas de arraigada cultura democrática, proceden con la cautela recomendada en sus proyectos de implementar la votación automatizada porque reconocen el riesgo implícito y veneran sus sistemas democráticos.