Dentro de pocas semanas se dará inicio al proceso de primarias dentro del Partido Demócrata para elegir al candidato presidencial de esa organización política. Este ciclo iniciará con la Asamblea de Delegados del estado de Iowa. Las interrogantes que se hacen muchos analistas políticos y el público general son: ¿Cuál es el precandidato demócrata que posee la mayor cantidad de recursos para ganar la contienda?. ¿Cuál precandidato se ubica más hacia el centro del espectro político?. Y, finalmente, ¿Cuál está mejor posicionado para derrotar al presidente Donald Trump en las elecciones de noviembre?.

Si realmente queremos saber de antemano quien será el próximo presidente de los Estados Unidos, no podemos partir de estas interrogantes erradas. Por ejemplo, recaudar altas sumas de dinero de parte de donantes acaudalados, es menos importante hoy, que hace 15 años. La principal razón es que la mayoría del pueblo estadounidense percibe el estado actual de la democracia como una plutocracia en acción, a favor de los intereses de las grandes corporaciones y del 1% más rico de la población. Dado este escenario, hemos sido testigo como cada vez más, los candidatos a distintos puestos electivos, en especial los demócratas cuentan más con el financiamiento de pequeñas donaciones para sus campañas electorales. De acuerdo con datos ofrecidos por el New York Times, durante la campaña electoral para las elecciones legislativas del 2018, en especial aquellas elecciones cerradas para el Senado de los Estados Unidos. Los candidatos demócratas en dichas demarcaciones recaudaron US$ 46 millones contra a penas US$ 15 millones de sus rivales republicanos. 

El dinero no es la gran panacea para ganar elecciones, hoy en día pesa más la estructura política y organizacional que tiene su génesis en las comunidades menos favorecidas del país, y el candidato que tome en cuenta a esas comunidades, y las inspire con su discurso esperanzador y unificador, sacará mejor partido de este proceso eleccionario. Un ejemplo de ello fue, Alexandria Ocasio Cortez, quien sorprendió al mundo político con su victoria en las primarias demócratas para un escaño en la Cámara de Representantes por el distrito 14 de la ciudad de Nueva York.

Para estas elecciones del 3 de noviembre, los votantes estarán doblemente inspirados. Si el candidato demócrata que enfrente a Donald Trump, posea el carácter y el temperamento para liderar al país en estos tiempos de gran convulsión geopolítica. Ese candidato debe ser una persona que se caracterice por la modestia, honestidad e integridad, que coloque los intereses del país por encima de los suyos. Una persona que verdaderamente proteja la democracia estadounidense por encima de los intereses de Wall Street y las grandes corporaciones, y que restaure la autoridad moral de los Estados Unidos en el mundo. En pocas palabras, esa persona debe ser la antítesis de Donald Trump.

Ser moderado en la coyuntura política actual se ha convertido en algo insensato. Durante las últimas tres décadas, el Partido Republicano ha empujado el llano de la política estadounidense hacia la extrema derecha, y hoy en día, los que son moderados de centro ocupan el lugar de los conservadores tradicionales del pasado. Por tal razón, la narrativa política que vive los Estados Unidos no encaja con los viejos modelos políticos del pasado: conservadores, liberales y moderados. La lucha que se suscita en el ámbito político del país en ambos partidos es una Guerra fratricida entre los sectores antiestablishment y del establishment. En el escenario político actual, el sector que está llevando la voz cantante y que está energizando a las bases de ambos partidos es el sector antiestablishment.

El próximo presidente de los Estados Unidos, será aquel que sepa generar el frenesí en esas bases antiestablishment energizadas que se encuentran ubicadas en ambos espectros políticos. El próximo presidente será alguien que sea capaz de revertir las fuerzas que ayudaron a crear el fenómeno político llamado, Donald Trump. Con esta aseveración no solo hago referencia a las fuerzas malignas que ayudaron a crear el fenómeno Trump como: el racismo y la xenofobia. Sino más bien, que sea capaz de revertir los alarmantes niveles de desigualdad entre los pocos que han sido exitosos en las ultimas décadas, y la inmensa mayoría que se ha quedado rezagada. El próximo presidente será alguien que ataque de manera frontal el desbalance profundo de poder y riquezas que impera en la democracia estadounidense, que ha crecido de manera vertiginosa en las últimas décadas bajo administraciones republicanas y demócratas. El próximo presidente de los Estados Unidos será alguien capaz de movilizar a los pobres, a la clase trabajadora y media, para aprovechar ese poder y cambiar el sistema inicuo que prevalece en la actualidad.

Por otra parte, será presidente de los Estados Unidos el candidato que sea capaz de unificar a los distintos grupos étnicos bajo la misma sombrilla de luchar contra el poder político y el privilegio económico de una pequeña élite caucásica. También, el próximo presidente será alguien que de una vez y por todas saque de la política el dinero de las grandes corporaciones que han servido de catalizador para apuntalar la plutocracia que actualmente impera en el país. El próximo presidente será aquel que les exija a los ricos pagar su cuota justa del pastel de las riquezas del país, para así recuperar la ilusión del llamado “sueno americano.” El próximo presidente será aquel que empodere a los trabajadores a obtener mayor poder de negociación a la hora de negociar sus salarios, ya que el salario real de los trabajadores estadounidenses está al nivel del año 1979. El próximo presidente será aquel que sea capaz de expandir la prosperidad y los derechos políticos a la gran mayoría del pueblo estadounidense y no tan solo a unos pocos.

El candidato mejor posicionado para derrotar a Donald Trump, en noviembre es aquel que reúna las siguientes características: carácter, integridad y visión para liderar al país en esta nueva era. Y, que posea la habilidad para construir un movimiento que movilice a la gran mayoría para rescatar la democracia y la economía que se encuentra secuestrada por la élite corporativa para colocarla al servicio del pueblo estadounidense. Solo eso basta, para derrotar al racismo y fanatismo encarnado en Donald John Trump.