LA BATALLA terminó. El polvo ya se asentó. Se ha instalado un nuevo Gobierno, en parte ridículo, en parte terrorífico.
Es hora de hacer el balance.
El resultado neto es que Israel ha renunciado a toda pretensión de querer la paz y que la democracia israelí ha sufrido un golpe del que nunca podrá recuperarse.
LOS GOBIERNOS israelíes, con la posible excepción de Itzá Rabin, nunca deseado la paz realmente. La paz que es posible.
Paz, por supuesto, significa aceptar fronteras fijas. En la declaración fundacional del Estado, que fue leído por David Ben-Gurión el 14 de mayo de 1948 en Tel Aviv, cualquier mención de las fronteras se omitió deliberadamente. Ben Gurión no estaba dispuesto a aceptar las fronteras fijadas por la resolución de partición de la ONU, ya que daban sólo para un pequeño Estado judío. Ben-Gurión previó que los árabes iniciarían una guerra, y estaba él decidido a utilizar esto para ampliar el territorio del estado.
Este ocurrió. Cuando la guerra terminó a principios de 1949 con los acuerdos de armisticio basados en las líneas de batalla finales, Ben-Gurión pudo haberlos aceptado como fronteras definitivas. Pero se negó. Israel se ha mantenido como un estado sin fronteras que sólo él se reconoce, tal vez el único caso en el mundo.
Esta es una de las razones para que Israel no tenga ningún acuerdo de paz con la nación palestina. Sí firmó acuerdos de paz oficiales con Egipto y Jordania, con base en las fronteras internacionalmente reconocidas entre el anterior gobierno británico de Palestina y sus vecinos. Ninguna de estas fronteras entre Israel y la indefinida entidad palestina son aceptadas por el gobierno israelí. Todos los gobiernos israelíes siempre se han negado, incluso, a indicar que tales fronteras deben tomarse en cuenta. El muy elogiado acuerdo de Oslo no fue la excepción. Rabin, también, se negó a trazar una línea final.
Esta negativa se mantiene como política del gobierno. En la víspera de las elecciones recientes, Benjamín Netanyahu declaró inequívocamente que durante su mandato ‒que para él significa hasta que él desaparezca‒ no va a existir ningún estado palestino. Por lo tanto, los territorios ocupados permanecerían bajo control israelí.
Este gobierno no firmará ningún acuerdo de paz.
QUE NO haya paz significa mantener el statu quo territorial congelado eternamente, con la excepción de que los asentamientos continuarán creciendo y multiplicándose.
Esta situación no tiene que ver con la democracia. No está congelada.
Israel es famoso por constituir “la única democracia en el Oriente Medio”. Ese es prácticamente su segundo nombre oficial.
Pero es discutible cómo un Estado que domina otro pueblo, privándola de todos los derechos humanos, por no hablar de la ciudadanía, se puede calificar como una democracia. Pero los judíos israelíes se han acostumbrado a esto durante 48 años, y sencillamente ignoran este hecho.
Ahora la situación dentro del propio Israel está a punto de cambiar drásticamente.
Dos hechos dan fe de ello.
En primer lugar, Ayelet Shaked fue nombrado Ministro de Justicia. Una de las israelíes de más extremas derecha, no ha hecho un secreto del hecho que ella quiere destruir la independencia de la Corte Suprema, el último bastión de los derechos humanos.
Este tribunal ha logrado convertirse a lo largo de los años en una fuerza importante en la vida israelí. Puesto que Israel no tiene constitución escrita, el Tribunal Supremo ha tenido éxito, bajo el liderazgo fuerte y decidido, asumir el papel de guardián de los derechos humanos y civiles, incluso anulando leyes aprobadas democráticamente por el Knesset que contradicen la Constitución imaginaria.
Shaked anunció que iba a poner fin a esta impertinencia.
El tribunal ha sobrevivido a muchos ataques porque su composición no se puede cambiar fácilmente. Contrariamente a la práctica en Estados Unidos, que nos parece escandalosa a nosotros, los jueces son nombrados por un comité en el que los políticos se mantienen en jaque por los jueces titulares. Shaked quiere cambiar esta práctica rellenado el comité con políticos leales al Gobierno.
El tribunal ya está intimidado. Recientemente tomó una serie de decisiones innobles, como prohibir las convocatorias a boicotear los asentamientos. Pero esto sigue siendo un paraíso comparado con lo que va a ocurrir en el futuro cercano.
PEOR QUIZÁ sea la decisión de Netanyahu de quedarse con él con el Ministerio de Comunicaciones.
Este ministerio siempre ha sido desdeñado como una oficina de bajo nivel, reservado a los pesos ligeros políticos. La insistencia obstinada de Netanyahu en retenerlo para él es aciaga. El Ministerio de comunicación controla todas las estaciones de televisión, e indirectamente, a los periódicos y otros medios de comunicación. Dado que todos los medios de comunicación israelíes se encuentran en muy mal estado financiero, este control puede llegar a ser fatal.
El patrón de Netanyahu ‒algunos dicen el “propietario”‒ Sheldon Adelson, el aspirante a dictador del partido republicano estadounidense, ya publica un periódico gratuito en Israel, que sólo tiene un único objetivo: apoyar a Netanyahu personalmente contra todos los enemigos, incluyendo a sus rivales en su propio partido, el Likud. El periódico ‒ Israel Hayom (Israel Hoy)‒ ya es el periódico de más amplia circulación de Israel, con el rey de los casinos estadounidense vertiendo en el mismo incontables millones.
Netanyahu está decidido a quebrar toda oposición en los medios electrónicos y escritos. Los comentaristas de oposición harían bien en buscar trabajo en otros lugares. El Canal 10, considerado un poco más crítico de Netanyahu que sus dos competidores, deberá cerrar a finales de este mes.
Uno no puede evitar una analogía odiosa: Uno de los términos clave en el léxico nazi era la atroz palabra alemana Gleichschaltung, que significa la conexión de todos los medios de comunicación a la misma fuente de energía. Todos los periódicos y emisoras de radio (la TV aún no existía) fueron rellenadas con nazis. Cada mañana, un funcionario del Ministerio de Propaganda, de nombre Dr. Dietrich, convocaba a los editores y les dictaba los que debían ser los titulares del día siguiente, los editoriales, etc.
Netanyahu ya destituyó al jefe del departamento de TV. Todavía no conocemos el nombre de nuestro propio Dr. Dietrich.
Como contrapunto humorístico, Miri Regev ha sido designada ministro de Cultura. Regev es una mujer gritona, cuyo estilo vulgar se ha convertido en un símbolo nacional. Nadie puede siquiera adivinar cómo se había convertido en portavoz del ejército. Su estilo, como concluir toda expresión pública con el grito “¡Aplausos!”, se ha convertido en un chiste.
EL INSTRUMENTO más eficaz de des-democratización es el Ministerio de Educación (que no es eficiente en nada más.)
Israel tiene varios sistemas de educación, todos ellos financiados, y por lo tanto controlados, por el Ministerio de Educación.
Dos sistemas pertenecen de plano al Gobierno: el sistema general “estatal” y el sistema autónomo “religioso estatal”.
Luego hay dos sistemas ortodoxos, uno asquenazí y uno oriental. En algunos de éstos, sólo se enseñan temas religiosos ‒no hay idiomas, matemáticas, ni historia que no sea la judía. Esto hace que los alumnos no sean aptos para ningún empleo. Ellos siguen dependiendo de las limosnas de su comunidad religiosa eternamente.
Antes de que el Estado entrara en vigor, había también un sistema de izquierda con valores socialistas, sobre todo en los kibutzim. Fue abolida por David Ben-Gurión en nombre de “estatismo”.
El último gobierno intentó de una manera tímida obligar a los ortodoxos a introducir “estudios básicos” en sus escuelas, como la aritmética y el inglés. Este quedó abandonado ahora, ya que los ortodoxos se han convertido en miembros de la coalición de gobierno.
La verdadera batalla, que está empezando ahora tiene que ver con las escuelas “generales” del Estado, que han permanecido indemnes hasta cierto punto. Mi difunta esposa, Raquel, era una maestra en una de esas escuelas durante casi 30 años, y hacía lo que ella quería, tratando de inculcar en la mente de sus alumnos valores humanistas y liberales.
Pro eso se acabó. El líder más extremista nacionalista-religioso de Israel, Naftali Bennett, se acaba de instalar como ministro de Educación. Ya anunció que su principal objetivo es inculcar en los jóvenes un espíritu nacionalista-sionista, desarrollando una generación de patriotas israelíes reales. No se hace mención del humanismo, el liberalismo, los derechos humanos, los valores sociales ni cualquier otra de esas “tonterías”.
Netanyahu también ha retenido el Ministerio de Relaciones Exteriores, en sus propias manos. Muchas de sus funciones se han dispersado entre otros seis ministerios. El pretexto es que Netanyahu mantendrá el prestigioso ministerio abierto al líder del Partido Laborista, Yitzhak Herzog, que él finge invitar a su Gobierno. Herzog ya lo ha negado a gritos. (Supongo que el verdadero propietario del gobierno, Sheldon Adelson, no lo dejaría entrar de ninguna manera.)
El objetivo real de Netanyahu es evitar que cualquier competidor potencial gane prestigio internacional y nacional en esta posición. De todos modos , el sólo maneja la política exterior.
TODO ESTO junto resulta un cuadro sumamente preocupante para cualquier persona que ame a Israel.
No es tanto que el equilibrio de poder en Israel haya cambiado (no lo ha hecho), sino que los peores elementos de la derecha se han apoderado del mismo, sacando a casi todos los moderados de derecha. Hasta ahora, estos elementos extremos se habían mantenido apagados, hablando, hablando en voz alta, pero portando un palito en las manos. Esto cambió ahora. La extrema derecha ha encontrado confianza en sí misma, y está decidida a utilizar su poder.
La izquierda israelí (tímidamente se hace llamar “centro-izquierda”) ha perdido su espíritu. Su única esperanza es “la presión externa”. Especialmente, desde la Casa Blanca. Barack Obama odia a Netanyahu. En cualquier momento se aplicará la presión estadounidense y salvará a Israel de sí mismo.
Sin embargo, esto resulta un pensamiento acomodado. No tenemos que hacer nada. La salvación vendrá del exterior, deus ex machina. ¡Aleluiya!
Por desgracia, yo no soy creyente. Lo que veo es que EE.UU. está aumentando su apoyo al régimen de Netanyahu mediante el ofrecimiento de enormes entregas de nuevas armas como “compensación” por el incipiente acuerdo nuclear con Irán. John Kerry, humillado por Netanyahu y tratado con desprecio, se arrastra por algún lugar, a nuestros pies. Obama se jacta de que él ha hecho más por “Israel” (es decir, la derecha de Israel) que cualquier otro presidente.
La salvación no vendrá de esa dirección. Y Dios se va a quedar sentado en su máquina.
SÓLO HAY un tipo de salvación: la llevamos dentro de nosotros.
Algunos esperan una catástrofe que hará que la gente abra los ojos. Yo no deseo catástrofes.
No quiero que Israel se convierta en una réplica del Egipto de al-Sisi, la Turquía de Erdogan o la Rusia de Putin.
Creo que podemos salvar a Israel, pero sólo si nos levantamos del sofá y desempeñamos nuestro papel.