Saber llegar y saber preguntar para llegar a Roma son dos caminos divergentes. Memorizar una ruta única desde un punto específico hasta el destino no es lo mismo que llegar desde cualquier origen por el camino más oportuno preguntando en el momento de transitar. Se aprende mejor preguntando, escuchando y haciendo en contexto, que memorizando sin compromiso.

Enseñar y evaluar en base a una única respuesta correcta, fácilmente calificable, fue razonable función de la escuela como línea de ensamblaje y tarea primordial del maestro de aula durante siglos de relativa escasez de información y primitivas herramientas para facilitar su obtención. Entonces la idea era memorizar tablas, fórmulas, data, fechas, nombres y dogmas, entre otras menudencias, almacenar el máximo de información posible en cada individuo, muchas veces sin contexto. Cada ejercicio tenía una única respuesta correcta, y todas las demás eran equivocadas. Era una formación apropiada para realizar tareas mecánicas, hoy en rápida vía de extinción para los humanos, desplazados por autómatas y algoritmos de mayor capacidad para el almacenamiento y manipulación de data, y menor mantenimiento. Hoy sirve de poco tener las respuestas correctas a preguntas del ayer que pronto se hace remoto; es necesario saber cuestionar sin cesar para anticipar el futuro galopante, sin necesidad de almacenar mucha data, por demás disponible en cualquier dispositivo digital, pues es fácil acceder a ella en todo momento y en cualquier lugar. Prima hoy el poder discernir la veracidad y pertinencia de la enorme cantidad de información disponible y manejar con criterio las nuevas herramientas a nuestra disposición para resolver con creatividad las situaciones que se presentarán durante toda la vida, siempre en forma y circunstancias cambiantes.

No podemos seguir mal formando Alexas y Siris en las aulas. La educación en tiempos de la Inteligencia Artificial (IA) requiere aprender a hacer las preguntas pertinentes, no regurgitar respuestas efímeras, lo que es competencia de las máquinas y los algoritmos. En lugar de enseñar mucho contenido para acertar en pruebas de opción múltiple de respuestas únicas correctas, la tarea actual del maestro es potenciar el aprendizaje, aprender mejor, para formular preguntas abiertas y evaluar la calidad de la comprensión del tema en base a la pertinencia y profundidad de esas interrogantes. Preguntar es signo de la curiosidad que es natural en los niños antes de ser domesticados y escolarizados, pero la escuela de corte industrial hace poco por fomentar esa chispa. La actual misión del maestro es potenciar el momento Eureka del alumno, no sofocar su curiosidad y promover la conformidad. Según observa Hal Gregerser, director ejecutivo del Centro para el Liderazgo de MIT: “Los alumnos comienzan la escuela con una gran imaginación, curiosidad y creatividad, hasta que descubren que es más importante saber la respuesta correcta que hacer una pregunta interesante.”

No podemos seguir premiando la respuesta rápida y “correcta” en desmedro del pensamiento crítico y creativo. La escuela con futuro tiene como finalidad primordial consolidar la “gran imaginación, curiosidad y creatividad” natural de los niños, la capacidad de innovar del estudiante, porque para todo lo demás tenemos la Inteligencia Artificial a nuestra disposición. La finalidad de la educación de calidad actual es empoderar a crear e innovar, no entrenar a copiar y repetir conocimientos estancos. Que no se malentienda, no se puede crear e innovar divorciado de contenido, pero el contenido en sí mismo no debe ser el objetivo principal de la escuela en la era de la Inteligencia Artificial, sino un insumo importante en el aprendizaje. Por tanto, no se trata de instruir mucho, sino de aprender mejor, o como dice John Abbott: “Los niños han nacido para aprender, no para ser enseñados.”

Ninguna disciplina supera a la matemática para abrir la mente al arte de hacer preguntas interesantes y desarrollar estrategias creativas para resolver problemas de toda índole. Más que memorizar mecánicamente fórmulas y practicar operaciones, el “Método Singapur”, conocido también como “Enfoque de Maestría”,  apunta a razonar como matemático, según Andreas Schleicher, director de Educación de la OCDE. Según BBC, Yeap Ban Har, el matemático-educador singapurense considerado uno de los referentes mundiales de este método, explica que los objetos le permiten a los niños explorar diferentes ideas cuando están aprendiendo un concepto. La idea es centrarse en la resolución de problemas, entender el razonamiento lógico que hay detrás, más que la memorización del procedimiento para llegar a un resultado. El enfoque es en cuestionar y resolver problemas utilizando la pedagogía de aprendizaje experiencial conocida como “CPA” o “COPISI”,  que progresa de lo concreto a lo pictórico, y luego a lo simbólico o abstracto. El aula se convierte en laboratorio práctico, utilizando un enfoque visual e interactivo, con objetos, fotografías y símbolos para representar las ideas. No hay un cronograma impuesto que calendarice las lecciones, porque lo esencial es explorar las ideas a profundidad y abrir la curiosidad para seguir aprendiendo como equipo, sin dejar a nadie atrás en el proceso. Se enseña menos contenido, pero se aprende mejor los conceptos y se consolidan competencias claves para resolver problemas de diferente índole con un método interactivo que pone al estudiante en el centro del proceso.

Sin ser instruidos para acertar en pruebas estandarizadas como PIISA y TIMSS, los estudiantes de Singapur han demostrado que aprenden mejor y sobresalen también en todas las mediciones internacionales de desempeño escolar. Enfocar esfuerzos en la maestría del pensamiento matemático, “enseñando” menos temas con mayor profundidad, ayuda a mejorar en todas las demás materias. Así lo reconocen sistemas escolares desde Argentina hasta el Reino Unido, y por eso han adaptado elementos claves del método originado en Singapur a sus idiosincrasias culturales para mejorar el aprendizaje del pensamiento matemático de las nuevas generaciones.

A pesar de algunas notables iniciativas por cambiar el rumbo del abordaje de la matemática en nuestras escuelas, como el empeño de Margarita Luciano por introducir el aprendizaje creativo en nuestras aulas, seguimos mal aplicando la enseñanza mecánica de esta esencial disciplina académica con resultados desastrosos. Hoy es preciso que los maestros instruyan menos para que los estudiantes aprendan mejor. No se trata de enseñar las respuestas correctas, sino de aprender a plantear creativamente los problemas pertinentes para poder proponer soluciones apropiadas. El maestro como estudioso, y el estudiante como maestro, todos juntos, preguntando para llegar a Roma.