“Era un huésped inesperado, desconocido y fatal, del cual se ignoraba tanto su origen como su terapia; por otro lado, afectaba a todos, sin distinguir a penas entre pobres y ricos” (Antoni Virgili; La Peste Negra, la Epidemia más Mortífera”; National Geographic, 2020)
Ahora ha sido diferente. La ciencia y la cultura han echado buena mano a la humanidad viviente. La capacidad de destrucción es la misma, poco más o menos. Pero las posibilidades de defensa y de respuesta son mejores.
Cierto es que para los vivientes de ahora, nunca antes algo infectó y mató a tanta gente ni destruyó tanto valor y empleos en tan poco tiempo; y que a cuenta de eso y sus impactos, todos somos más pobres, como razonaba el amigo Ernesto Otones, chileno él, en conversación de peña par de semanas atrás. Las cifras están ahí, y crecen. Al sol de hoy, casi marcando medio junio, mal contados, el número de infectados confirmados ronda los 7.5 millones, y los matados acercándose a los 450 mil.
A pesar de esto y de todos los demás pesares habidos y por sentir en términos de impactos causados por el Covid-19, gracias a la ciencia, a la cultura y a la tecnología, la questa nostra cosa ha sido menos destructiva en términos de vidas humanas de lo que pudo haber sido en tiempos idos.
Aún así, los costos e impactos son graves, incalculables. Los reflejan y estiman las cifras emergentes de destrucción de capacidades productivas, de generación de riqueza, de pérdida de empleos y de comercio. No se sabe todavía cuánto, porque crecen y cambian cada día y vez. Como foto de momento, tómese esta nota.
De los impactos proyectados a la fecha se ha dicho que son “números feos”. En el mejor de los casos, para la última proyección del FMI, la economía mundial caerá 3.2%; y en perspectiva menos optimista, la del Banco Mundial, la contracción global sería de 5.2%. Para la UE, la caída proyecta del PIB global pinta un escenario más pesimista, 7%. En todo caso, se tratará de un retroceso al nivel del PIB global que se que se tenía entre 4 y 6 años atrás. Por si alguien quisiera curiosear con estas cifras, considérese que un año de PIB mundial, en su nivel del 2019, representa 88 trillones de dólares, siendo un trillón igual a un 1 con 18 ceros.
En comercio la cosa pinta peor, con una previsión de desplome del intercambio global de mercancías entre 13 y 32 por ciento, proyección OCDE. El rango de retroceso en comercio estaría según esto, en el escenario optimista, una vuelta a 2013: siete años; y pesimista, una vuelta al nivel que se tuvo en 2005: 15 años. En todo caso, se prevé que afectaría más abruptamente a los sectores caracterizados por complejas cadenas de valor y al comercio de servicios, turismo incluido, por la imposición de restricciones de transporte y viaje, y por el cierre de establecimientos minoristas y hoteleros.
En fin, todo el mundo es menos rico, o más pobre. En mayor o menor medida, todos hemos perdido. El Covid-19 nos ha empobrecido, y falta más por ver.
Angustiado, el mundo ruega a Dios y a la ciencia por igual, o más a ésta que al Otro, o viceversa, apostando a que se descubra la vacuna que, finalmente y de verdad, hará la diferencia. Y que esto pase. “Que termine esta jodienda”. Para entonces, casi nada será igual. El mundo será el mismo; pero muchas cosas habrán cambiado, para bien o para mal. El mundo de cada cual también. Vendrá una nueva normalidad. Nos adaptaremos. Será más cuesta arriba, pero con la vida más ligera, más simplificada.
A fuerza de vivir y aprender soy de los que se han echado al credo en la naturaleza transformadora de las crisis; visto como ha sido, que los períodos de destrucción son hermosos caldos de cultivo de grandes creaciones humanas. Que malas épocas ayer pudieron antes ser muy bien aprovechadas; y que ahora, por los medios habidos y el conocimiento y la cultura acumulados, los hombres y mujeres de estos tiempos están en mayor y mejor capacidad de hacer lo propio. Por esto y por mucho más, espero y aguardo y creo que, después de todo esto, todo será mejor. No sé cómo ni si lo veré, pero será mejor. Otra vez, fe contra toda esperanza, ¡y así sea!
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