Cada vez más voces ciudadanas se unen para exigir una práctica muy útil y necesaria para el fortalecimiento de nuestra institucionalidad democrática: la organización de debates electorales. Esto es una buena noticia, pues dice mucho de que una parte importante de la ciudadanía ya está cansada del ruido, las sacadas de trapitos al sol, de candidatos y candidatas que solo ofrecen caravanas en vehículos de grandes cilindros.

Los debates electorales no restan al quehacer democrático ni tampoco suponen un desperdicio de recursos. De hecho, los debates contribuyen a que la ciudadanía se informe bien de los problemas que le afectan, se entere de aquellos que desconoce y que sólo padecen un sector o grupo de la población; pero también, los debates provocan e incentivan el pensamiento crítico de la ciudadanía, pues la discusión y el choque de los debatientes, acapara su atención.

No es lo mismo hacer un discurso acomodado y ensayado que se leerá tranquilamente ante un gremio o sector social, el cual sólo escuchará lo que le interesa, que defender las posturas asumidas ante las contradicciones que pudieran surgir. Y ese ejercicio es completamente sano para la democracia, pues uno de sus pilares es el consenso, que es fruto de las contestaciones de los diferentes grupos sociales.

"Quienes se postulan a la presidencia de la República propugnan por un mejoramiento en los servicios públicos; sin embargo, resulta que la presión tributaria en nuestro país es apenas de un 13% del Producto Interno Bruto"

La celebración de debates electorales puede servir para comenzar a romper con la forma tradicional en que se ha venido haciendo campaña política en los últimos años. Los debates electorales enfocan a la ciudadanía en los candidatos y las candidatas, en las propuestas que tienen para solucionar los problemas que le afectan.

Los debates electorales contribuirían a acallar el ruido, las caravanas, las tarimas con bailarinas y los bandereos, aunque sea por un momento, por un mínimo espacio de tiempo, para que la ciudadanía pueda enterarse de las candidaturas y las propuestas que ofertan, de los problemas, de los riesgos sociales y económicos latentes, de las medidas inmediatas que se tomarían asumidos los cargos para los que serían electos.

Desde ese punto de vista, los debates electorales ayudarían a promover el voto consciente y a una ciudadanía más informada, pues hay muchos problemas que todos sabemos; pero que no todos conocemos. O que nadie conoce ni sabe.

Por ejemplo, quienes se postulan a la presidencia de la República propugnan por un mejoramiento en los servicios públicos; sin embargo, resulta que la presión tributaria en nuestro país es apenas de un 13% del Producto Interno Bruto[1]. Esto incide directamente en la calidad y el acceso a los servicios públicos pues por la baja presión tributaria la Administración tiene menos recursos para invertir. Entonces ¿cómo resolvemos eso?

Un debate presidencial permitiría a la ciudadanía, de manera resumida y concisa, conocer las propuestas y posturas de quienes pretenden ser electos para la Presidencia de la República sobre ese tema en particular. Sin necesidad de anuncios en tv, de aplicaciones en los móviles, de afiches, de recabar información en los largos y sosos programas de gobierno.

Pero además, en un sistema electoral injusto como el nuestro, los debates electorales permiten que todos los candidatos y candidatas estén en un mismo escenario, en las mismas condiciones, donde la única diferencia serán las ideas y la capacidad para sostener las posturas, no así los recursos astronómicos, las vallas publicitarias, los anuncios de televisión y de radio, un largo etcétera.

Los debates electorales no son vitales para la democracia, cierto, pues la misma suscite con o sin ellos, y prueba de eso es que tenemos unos cuantos años con una democracia formal con muchos defectos, pero democracia. Ahora bien, los debates sí contribuyen al fortalecimiento de la democracia y al fomento de una ciudadanía consciente.

Por eso queremos y exigimos debates electorales, desde lo municipal hasta lo presidencial, pero muy especialmente la celebración de un debate presidencial, considerando que el país es preponderantemente presidencialista.

Los debates enriquecen la democracia, y más que entorpecerla, suman.

[1] http://crees.org.do/es/art%C3%ADculo/haciendo-comparable-la-presi%C3%B3n-tributaria-dominicana