Porque: “He sido un hombre afortunado en la vida: nada me fue fácil”

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Incurrir en el pecado del silencio, cuando se debiera protestar, hace cómplices y cobardes a los hombres. (Chou En Lai)

Percibimos cosas que nos causan algún tipo de reacción en el ánimo, sin que nunca lleguemos a verlo o tocarlo pero, sabemos que están presentes. Pero cuando uno de estos se materializa, simplemente nos sentimos perdidos, asombrados y acobardados ante el mismo. Sí, es lo que nos sucede dentro de este gran “desarrollo” que mes tras mes, nos dan a conocer por cuantos medios sean necesarios y que quizás se parezca más a una anestesia mediática para adormecernos y no percibamos que vivimos ya, en una plena y real anarquía.

En la casa y al salir, los pensamientos lúgubres nos abruman; ¿al cruzar la puerta me asaltaran?; ¿Regresare vivo?; ¿La autoridad que me ordene detener, será por alguna infracción o será para asaltarme?; ¿Cuál ruta será mejor para no entrar en zonas prohibidas, aquellas donde habitan pobres padres  de familia o delincuentes? Porque es prácticamente lo mismo, ya que hasta las autoridades las evaden; donde el transito es un caos y cada quien se estaciona cómo y dónde le venga en ganas, al igual que el establecimiento de talleres de mecánica en general y en especial de motores. Todo un infierno y cada día se agrava más.

Ante esta crisis, día a día comprendo más por qué y cómo se van formando los conflictos dentro de las relaciones entre los conglomerados humanos y más, cuando intervienen los políticos. He visto y veo como los políticos se van pareciendo más a los médicos cirujanos, que a medida van haciendo operaciones se van haciendo más insensibles ante la sangre, -no necesariamente ante el dolor humano- pero que los políticos van perdiendo la sensibilidad ante las desgracias humanas, ante el hambre del desposeído y ante el quejarse por su miseria, llegando el momento en que nada les conmueve, solo sus intereses personales.

Cual plaga maldita, han ido asesinando poco a poco los principios éticos y morales y por ende, estos se han llevado de encuentro la institucionalidad de los organismos del Estado, comenzando por los llamados a ejercer el monopolio de la violencia para hacer respetar las leyes y mantener el orden, aquel que hace fuerte las naciones y permite la convivencia pacífica de los ciudadanos de una nación. En tanto, solo nos quejamos o lloramos y adoptamos una posición supina, muy conocida por los políticos que actúan a sabiendas de que la queja no llegara a la acción que ponga fin a sus desmanes.

De vez en cuando aparecen signos que parecen tener un objetivo claro y definido de que las quejas sueltas en el aire y a las cuales ninguna autoridad –si es que la hay- les hace caso, y es que la perseverancia de este pueblo tras la obtención de un objetivo solo duran un suspiro o hasta que llegan las campañas de elección, sea esta cual fuere pero, principalmente las presidenciales y demás yerbas, que es cuando en realidad se “bate bien el cobre” y los políticos se hacen más “solidarios” con las necesidades del pueblo.

Pero no llegamos a concretar, como expresó Gandhi, de que “La fuerza no proviene de la capacidad física, sino, de la voluntad indomable”, cosa esta ultima de la cual adolecemos sin lugar a dudas. Al tratar de describir por entero esta crisis moral, ética y política en la cual vivimos, hasta Dante, en la descripción del Infierno, en su Divina Comedia, temblaría. Quizás, por eso, debo repetir por enésima vez, que nuestro problema no es la falta de leyes, sino el cumplimiento por parte de todos de las existentes. Esta es la razón por la cual estamos a mitad de camino, por no querer entender la sentencia del General Colombiano Francisco de Paula Santander: “Las armas os han dado la Independencia, las Leyes, os darán la Libertad”. ¡Sí señor!