Hoy Finlandia está de fiesta, ya que el 2017 conmemora cien años de vida independiente. Si bien es cierto, ahora es un estado prospero y, para muestra baste citar el ejemplo de la educación (fundamental para su desarrollo), la cual lleva décadas siendo la mejor de Europa.

Sin embargo no siempre fue así, durante ocho siglos Finlandia formó parte de Suecia, cuyo legado aún persiste pues el sueco es la segunda lengua oficial. Tiempo después, a inicios de 1800, fueron los rusos quienes incorporaron el Ducado de Finlandia a los dominios del Zar. Aunque gozaban de una relativa autonomía, cuando inicia la revolución de Lenin & friends, los fineses se aprestaron a declarar su independencia… Era un 6 de diciembre de 1917.

No obstante, al año siguiente se desataría una guerra civil en la que se enfrentaron las guardias blancas (conservadores) contra las rojas (bolcheviques). Más tarde, mientras concluía la Segunda Guerra Mundial, los entonces soviéticos emprendieron un par de acciones militares: la Guerra de Invierno (1939-40) y su Continuación (1941-44), mediante las cuales los fineses se quedaron sin un pedazote de patria, aunque eso los libró de sucumbir al dominio de la URSS. Como vemos, pese a lo difícil de la convivencia vecinal, este país nórdico ha logrado mantener su identidad y consolidar un gobierno democrático.

Ahora digamos que Finlandia también es naturaleza pura, empezando por sus árboles, ya que ningún otro país tiene tantos bosques, donde pasean osos, renos y uno que otro imitador de Santa Claus. Además están sus islas y lagos, que son como doscientos mil, sin olvidar que en esos parajes podemos admirar la aurora boreal y el llamado sol de media noche. De todo esto se sienten orgullosos cinco y medio millones de finlandeses, cuyo territorio es el sexto en superficie de Europa (338,000 kms²).

Como parte de los festejos de este año, están por inaugurar el Parque Nacional número 40, en Hossa, al sur de la ciudad de Kuusamo. Dicho entorno es ideal para recorrerlo a pie por sus miles de senderos o navegarlo a través sus transparentes ríos en kayak.

Sin duda, los fineses no desaprovecharan la ocasión de celebrar reuniéndose en la sauna, ya sea en alguna cabaña en medio del bosque o en plena ciudad, pues hay unos dos millones de éstas (entre broma y broma se dice que hay más saunas que carros) y los frecuentan tanto como las iglesias calvinistas o los bares.

La sauna, de milenaria tradición, es algo más que un simple baño relajante; es el lugar de verdadera convivencia social, donde el finés se abre al diálogo. Los enterados comentan que, muchas decisiones importantes se toman mientras se suda alegremente a 70°C; incluso en el pasado, las mujeres iban allí a dar a luz, dada su higiene impecable.

Ahora que si nos queremos unir a la celebración y no tenemos una sauna a mano ni la plata suficiente para descubrir estos nórdicos paisajes, podríamos simplemente escuchar a Apocalyptica, una banda de metal sinfónico, que saltó a la fama en los noventa o si nos gusta el ruido, seleccionar uno de los miles de grupos de Heavy metal que aquí crecen como si fueran pinos… ¡Qué viva Finlandia!