He visto muchas personas decir en las redes sobre el 2020 que no tienen nada que agradecerle ni tampoco qué celebrar, de hecho le invitaban a irse pronto como si el problema hubiese estado en el año.

Entiendo que nos hacía falta renovar las esperanzas y que la llegada de un nuevo año nos ayudaría a eso pero me permito decirles que si no asumimos la responsabilidad de nuestros hechos prontamente estaremos pidiendo al 2021 que se vaya pronto también.

Cargar la responsabilidad al año nos exime de nuestra responsabilidad porque nos resulta difícil reconocer nuestra falta de disciplina en el desarrollo de los hechos y siempre el ser humano procura atribuir a otros la culpa de las desgracias.

Pero también pienso que solo nos estamos enfocando en lo difícil y no en lo que aprendimos, las lecciones de vida que nos dejó porque esta es una sociedad que se mide en función de los resultados económicos y no en la valoración de la vida como el principal bien y del ser humano como el principal valor.

No es el año que debe cambiar, sino usted. Este año será bueno o malo dependiendo de como usted lo asuma. Vamos a ser responsables con la tarea que nos toque y solo así podríamos volver a encontrarnos y abrazarnos como en otros tiempos.

En mi caso el año que concluyó me dejó la enseñanza más hermosa: qué importante son los abrazos, el amor a los demás y el valor de la vida.

Como dice un amigo el 2020 nos enseñó a interiorizar sobre las prioridades de la existencia humana, sobre la fraternidad, la fragilidad del ser humano, la necesidad del otro y del compartir. Lo duro de la soledad cuando no hay esperanza; pero a la vez lo dulce de la soledad cuando se lleva en el corazón a Dios y la calidez del recuerdo de los amigos, y el deseo de volverlos a abrazar.

Aparte de bailar “dale teteo” ¿En serio no aprendiste nada ni te dejó ninguna lección? Piénsalo.