Porque la filosofía necesita tanto de la muerte como las religiones, si filosofamos es porque sabemos que moriremos, monsieur de montaigne ya dijo que filosofar es aprender a morir. Incluso no siendo filósofos, al menos en el sentido más común del término, algunos habían conseguido aprender el camino. Paradójicamente, no tanto aprender a morir ellos mismos, porque todavía no les había llegado el tiempo, sino a engañar la muerte de otros, ayudándola.(Jose Saramago, Las intermitencias de la muerte, P.20; 2014)

El filósofo Walter Benjamín nos explica en su texto “Experiencia y pobreza” (2018), lo siguiente: “Una pobreza del todo nueva ha caído sobre el hombre coincidiendo con ese enorme desarrollo de la técnica. Y el reverso de esa pobreza es la sofocante riqueza de ideas que se dio entre la gente– o más bien, que se le vino encima– al reanimarse la astrología y la sabiduría del yoga, la Ciencia Cristiana y la quiromancia, el vegetarianismo y la gnosis, la escolástica y el espiritismo”. (P.96).

Para Benjamín, la pobreza de la experiencia no puede entenderse como si los seres humanos anhelasen experiencias nuevas. No, al contrario: anhelan liberarse de las experiencias, anhelan un mundo y un entorno en el que puedan hacer valer su pobreza, la exterior y que, por fin, también la interior, tan clara, tan limpiamente, que de ella pueda, al fin salir algo decente. La gente no siempre es ignorante o inexperta. Con frecuencia es posible decir todo lo contrario: lo han devorado todo, la cultura y el hombre, están atiborrados y cansados” (p.99).

En la postrimería de la segunda década del siglo XXI, esa depreciación, desvalorización de la experiencia, no ha caído en el vacío, sino en el ciberespacio, que ha marcado la posexperiencia en el ámbito de nuevas formas de estar en el cibermundo. La posexperiencia nos da su encanto, como es el caso de la fascinación por los juegos interactivos virtuales, de vernos eternamente jóvenes o cómo será nuestro rostro en la vejez en los entornos virtuales.

Así, vemos cómo en las redes el juego de la aplicaciones de rostros (FaceApp) ha seducido a políticos, artistas, deportistas, profesionales, estudiantes, trabajadores, amas de casa, entre otros. Lo transido de esto es que muchos que ya están en una edad avanzada, que ya no son viejos, sino casi ancianos, se exponen a exhibirse en ese juego, y se pregunta: “¿Cómo seré cuando sea viejo?”, es decir, que no se aceptan en lo real, a menos que su vejez le haya cogido con ser niño en el cibermundo.

En la República Dominicana, tales imágenes de rostros de líderes políticos jovenzuelos o de imberbes, construidos a través de aplicaciones, que se han hechos virales en las redes sociales y donde abundan  memes sobre la metáfora de inyectar “sangre nueva” en la campaña electoral que se avecina en nuestra sociedad. Esta Metáfora de “sangre nueva” fue utilizada de manera estratégica por el presidente de la República, Danilo Medina, en su discurso de 22 de julio 2019, sobre no buscar de nuevo otra repostulación presidencial.

Esos memes presentan rostro rejuvenecidos  de políticos aspirantes a la presidencia de la República en el 2020, fundamentado en la metáfora de “sangre nueva” para la nación dominicana. Abundan los memes de precandidatos presidenciales del partido oficialista, como: Francisco Domínguez Brito y Andrés Navarro, por el PRM, de Hipólito Mejía, Abinader, de Miguel Vargas del PRD, entre otros.

Esto no deja a un lado los memes en torno a Leonel Fernández, haciéndose transfusión de sangre, para decir que tiene sangre nueva. Todo este panorama que se vive en el ciberespacio, forma parte de la posexperiencia de la política dominicana y que entra en lo ciberpolítico, en cuanto a lo que se persigue con esto, es el control y la hegemonía del danilismo en el Partido de la Liberación Dominicano (PLD) y colocar a Leonel Fernández, en lo que es la sangre vieja para las elecciones de 2020, aunque los memes los pongan en un quirófano haciéndose transfusión de sangre.

El sujeto cibernético, que navega por y para el ciberespacio, por sus redes sociales, ha estado encantado con las aplicaciones que les dan la eterna juventud o que le garantice un rostro de vejez pero no degradante, y piensan que el cibermundo es un juego, tal como lo enfoca Barrico en el libro The Game (2019), sin darse cuenta de que hay relaciones de poder cibernético que van moldeando no solo el presente de tu vida, sino el futuro.