De lo que ha venido pasando en Japón, lo primero que nos conmueve es la desgracia humana, ver tanto sufrimiento y tanta destrucción. El grado de preparación de ese país para terremotos hizo que la tragedia inicial fuera mínima, pero el daño humano y material se multiplicó con el tsunami que le sobrevino.

Y ahora la peor parte, con el desastre nuclear, que luce ser mucho mayor de lo que inicialmente se creía. Parecen cosas del destino que el único pueblo que conoce en carne propia lo que es un ataque nuclear, sea ahora otra vez su víctima, pero en tiempos de paz. Que por caprichos de la naturaleza se haya bombardeado a sí mismo.

Tras ver la tragedia humana, al otro lado del mundo, no hay forma de evitar que también pensemos en qué implicaciones puede tener para la economía, y muy particularmente para nosotros, aún estando tan lejos.  Muy difícil saberlo cuando todavía ni siquiera se conoce la real magnitud el desastre. Pero hay que pensar en ello, aunque sea como hipótesis.

Debemos considerar que no se trata de un país cualquiera, se trata de Japón, hasta un año atrás la segunda economía del mundo, sólo superada por Estados Unidos y ahora por China. Cualquier cosa que ocurra con la economía japonesa tiene repercusiones de alcance mundial.

En la propia economía japonesa, inicialmente se piensa en el costo material de la destrucción,  estimado por algunos bancos de inversión en alrededor de US$200,000 millones. Esto es una desgracia para los que lo pierden, comenzando por sus propietarios y las compañías aseguradoras. Pero increíblemente, desde el punto de vista del crecimiento económico puede ser positivo, porque aunque usted no lo crea, el valor del producto no se mide por lo que se destruye, sino por lo que se construye. Y no hay dudas de que se forzará un enorme esfuerzo de reconstrucción.

Ahora bien, aunque habrá fuerzas presionando para incrementar el producto, hay una realidad y es que hay menos capacidad para hacerlo, pues una parte de la planta industrial está parada, menos energía eléctrica y menos infraestructura. De modo que hasta ahora se prevé que el efecto neto en el crecimiento sea negativo. Al menos a corto plazo.

Al resto del mundo le preocupa más bien el impacto sobre los precios clave: tipos de cambio, tasas de interés y precios de los bienes básicos. A lo primero que teme ahora el gobierno japonés es que el yen se ha revaluado, por la expectativa de los especuladores de ingreso de dinero proveniente de seguros y de repatriación de capitales para reconstrucción. Y de mantenerse la baja del dólar, eso sería como otro tsunami para la economía japonesa, a cuya industria le sería más difícil competir en el exterior.

Por otro lado, los aprestos de subir las tasas de interés internacionales para contrarrestar la inflación, parece que ahora se detienen, puesto que hay que alentar una mayor demanda de inversión. Para la República Dominicana, eso desalentará eventuales intentos de salidas de capitales del país.

Sin embargo, en lo que hay que tener la mirada fija es en los precios de los productos básicos. Si bien la paralización industrial ha impactado hacia abajo los precios del petróleo y el acero, a corto plazo se prevé una subida mundial de las materias primas, ocasionada por la mayor demanda para reconstrucción.

Y mirando a más largo plazo, qué pasará con los precios de los hidrocarburos si el temor se apodera del mundo respecto a los parques de energía nuclear, y los países desarrollados comienzan a desmantelar los suyos, o a cambiar los planes de expansión hacia generadores a base de petróleo, gas y carbón. Eso implica mayores precios a largo plazo.

Más grande todavía pudiera ser el impacto en los precios si las radiaciones hicieran imposible comer productos japoneses, y quién sabe si de todo el vecindario. Y si además de comida hablamos de medicamentos, y diversos bienes perecederos. Por ahí vive mucha gente, miles de millones, algunos de ellos con muy alto ingreso, que comen mucho. 

Existe la posibilidad de que, además de ya no poder exportar esos bienes al resto del mundo, tuvieran que comprar fuera los de su propio consumo.  Pero con esto me he metido en un mundo de pura especulación. Porque, ¡Qué sé yo de contaminación radiactiva!