Una de mis amigas facebuqueras dio rienda suelta en su muro a la alegría que sintió el día en el que se anunció la renuncia del grupo separatista y terrorista español ETA a continuar la lucha armada y la muerte del dictador libio Gadafi.

La primera sí me pareció una muy buena noticia después de casi medio siglo de terrorismo en España por culpa de esta organización vasca en los que centenares de personas han perdido la vida a consecuencias de sus atentados.

La segunda no, sobre todo al ver las imágenes de la captura del extravagante líder que las cadenas de televisión nos iban suministrando. Estaba vivo cuando dieron con él. Dicen que pidió clemencia al joven de 18 años que lo localizó en una alcantarilla de su ciudad natal. El espectáculo fue verdaderamente esperpéntico.

Ya nadie duda que Gadafi y su hijo fueron ajusticiados. Cuando desafiaba a sus opositores y a la coalición internacional que terció en la revolución libia para sacarlo del poder, Gadafi decía que moriría en su tierra y como un mártir. Le han dado el gusto.

Amnistía Internacional ha denunciado su ejecución como un crimen de guerra, delito penado en las leyes internacionales. El tribunal Internacional de La Haya debió ser el destino de Gadafi y sus secuaces para ser juzgados por crímenes contra la humanidad cometidos en su población civil, no sólo en estos meses de la revolución,  sino a lo largo de los cuarenta años de dictadura. Si los que deben sentarse el banquillo de los acusados en La Haya no lo hacen, ¿para qué sirve este tribunal?

No faltará quien diga que quienes han matado al extravagante dictador se han puesto a su misma altura. Hilary Clinton dijo que a Gadafi lo querían muerto o cautivo y lo primero, para pena de la Justicia Internacional, es lo que ha ocurrido.

Que con la muerte de Gadafi Libia ha entrado en un nuevo periodo histórico nadie lo debe poner en duda, pero que este periodo nuevo sea un tiempo propicio para la democracia y la liberación está por verse. Son muchas las incertidumbres que se ciernen en el horizonte y lo ocurrido con Gadafi espero que no sea un indicio del manejo que los nuevos líderes del Consejo Revolucionario de la nación van a hacer en el terreno de los derechos humanos a partir de ahora.

Si quienes se han dado el gusto de matar al tirano van a seguir actuando así con todos los que naden contracorriente en la nueva Libia el calvario para muchos no será pequeño.

Pocos personajes como este militar carismático, que desde hace cuatro décadas se ha reinventado así mismo en sucesivas ocasiones para permanecer el poder, nos permiten ver con clarividencia el cinismo de la política internacional. Declarado enemigo número de Occidente por su apoyo al terrorismo, todos los líderes que le denostaron acabaron haciéndose con él una foto cuando muy astutamente abrió los conductos petroleros para Europa. Ahí se acabó la maldad de Gadafi y los Aznar, Blair, Bush y hasta Obama estrecharon su mano. Ahora, algunos de sus amigos, como Berlusconi, echando mano de epitafios clásicos dicen refriéndose a su examigo: "sic transit gloria mundi", así pasa la gloria del mundo.

Por Libia y los libios me alegro, pero lamento profundamente que Gadafi haya sido ejecutado sin ser juzgado.