Quienes acostumbran a seguir las noticias internacionales con cierta asiduidad habrán notado que desde hace unas cuantas semanas se habla de una serie de cambios y revoluciones en países árabes en los que la población, harta ya de tanta humillación y pobreza habiendo tanta riqueza en sus territorios, ha dicho basta.
Todo empezó en Túnez. Bastó un hecho aparentemente menor pero realmente significativo que generó un conflicto de dimensiones inesperadamente colosales. Mohamed Buaziz, un joven tunecino de 26 años, tenía un carrito de frutas con el que se ganaba la vida. El carrito de Buaziz fue por enésima vez confiscado por la policía. Cada vez que esto ocurría, Buazis resolvía con un pequeño soborno.
Harto ya de que el fruto de su trabajo se le fuera en sobornos decidió quejarse. Una funcionaria le escupió en la cara y se negó a asentar su queja. Esa última humillación para Buaziz fue la gota que colmó el base de su paciencia. Ese mismo día, 17 de diciembre del 2010, se inmoló prendiéndose fuego y murió.
La trágica muerte de Buaziz conmovió a sus vecinos, los llenó de rabia y provocó una primera manifestación popular de protesta. La indignación se expandió por todo el territorio y todo Túnez se convirtió en pueblo arrebatado. Su presidente, para salvar el pellejo, tuvo que abandonar el país y refugiarse en Arabia Saudita.
Esta llama revolucionaria se ha extendido de Túnez a otros países árabes como Argelia, Egipto, Yemen, Jordania, Marruecos, convirtiéndose en la últimas semanas en guerra civil en la Libia de Gadafi, acusado de crímenes contra la humanidad por haber ordenado el bombardeo de civiles en los territorios tomados por los rebeldes.
Acostumbrados a ver que todo lo que acontece en estos lados del planeta tiene motivaciones religiosas, el mundo se ha sentido sorprendido por estas revoluciones que son más laicas que religiosas.
Dicen los expertos que internet está jugando un papel preponderante principalmente por su capacidad de convocatoria. De hecho, las primeras medidas tomadas por los gobiernos de estos países para contener y neutralizar las protestas de la población pretendieron bloquear el acceso a internet. Un joven ejecutivo de la compañía Google en Egipto que, vía internet, convocó las manifestaciones en la ya famosa plaza Tahir, de El Cairo, es hoy considerado el verdadero héroe de la revolución egipcia que acabó con más de treinta años del régimen de Hosni Mubarak.
En realidad, Internet y las redes sociales han servido para que la propia sociedad que se siente humillada por sus gobiernos y regímenes dictatoriales, instalados desde hace décadas, haya explotado en rabia. Y no puede ser de otra manera cuando el 68 por ciento de los árabes tiene menos de 30 años, es joven, tiene toda una vida por delante, conoce la cultura occidental y no se resigna a mirar al futuro sin libertad, sin derechos y sin dignidad.
La caída de Ben Alí en Túnez y de Hosni Mubarak en Egipto y el incierto final de la situación en Libia es la señal de que estos pueblos pueden levantarse y acabar con las cabezas que hasta ahora han decidido por ellos. Algunos analistas han señalado que esta es la primera gran revolución del siglo XXI y apuntan que la trascendencia del momento histórico es de tal calado que estamos ante una auténtica nueva era en la historia.
Y lo que está aconteciendo es para todos una lección práctica de cómo funciona la globalización. Este conflicto anclado en lugares estratégicos de la producción petrolera mundial, ha disparado los precios del crudo y, como consecuencia de ello, nuestra economía dominicana ya se está viendo de tal manera afectada que las autoridades han advertido que es tiempo de "apretarse el cinturón". Nada tenemos que ver nosotros con lo que pasa en Libia en estos días, pero sufrimos las consecuencias. Eso es la globalización.
En Yemen, un país pobre, dividido y al borde del abismo, las protestas contra el dictador prooccidental Ali Abdalá Saleh, que lleva 32 años en el poder, comenzaron el pasado 27 de enero. En Siria, paradigma de régimen represivo, Bachar al Assad, hijo de Hafez al Assad que gobernaba el país1970, también se han alzado los jóvenes y ya son decenas las víctimas de la represión. También en Irán los conatos de revuelta han sido sofocados por el momento.
Lo de Libia pinta distinto. Gadafi, tan excéntrico como inmisericorde ha decidido, al parecer, que el país entero le acompañe en su caída y pelea decidido contra la Historia, consciente seguramente de que fuera de Libia ya no habrá lugar de sosiego para él. Correrá la suerte que han corrido otros conocidos autores de crímenes contra la humanidad. La Haya debería ser el puerto donde recale.