En una sociedad como la nuestra donde hay congresistas que han robado miles de millones de pesos al erario, otros han sido apresados por ser narcotraficantes (¡y los que todavía no han sido develados!) y hasta han falsificado su identidad personal para fines de trámites migratorios, sumado a todo eso que la inmensa mayoría roba legalmente recursos del pueblo bajo figuras de exenciones de impuestos y barrilitos, ninguno puede ser honorable salvo prueba en contrario. En un país donde muchos grandes empresarios han forjado sus fortunas con evasiones fiscales, aliados con políticos corruptos y engañando a los consumidores, todo actor de la economía privada ha de dar cuenta de su integridad si busca ser respetado. En un pueblo donde asaltan los muertos y heridos por accidentes en la carretera robándole todas sus pertenencias, donde muchas madres y padres prostituyen sus hijas como negocio y muchos de los jóvenes de los barrios atracan para comprar tenis y celulares, o venden drogas para llevar comida a su casa, no es posible hablar de una comunidad buena, honesta o decente. En un ambiente así los Bosch son una anomalía.

Y me refiero a dos Bosch vinculados como tío y sobrina. Juan Emilio Bosch Gaviño y Milagros Ortiz Bosch. Únicamente puedo hablar de ellos porque el resto de la familia no hizo una vida pública tan destacada como Don Juan y Doña Milagros. No es cuestión de genes, ni de raza, es cuestión de valores, que en el caso de ellos recibieron en su entorno familiar y los han cultivado con ahínco. En múltiples ocasiones ambos demostraron su integridad personal y un uso responsable de los recursos y bienes público que han puesto bajo su responsabilidad. Son dos ciudadanos decentes, paradigmas para los dominicanos y dominicanas que deseen llevar una vida apegada a principios sólidos de honestidad.

Los valores no se enseñan como las matemáticas, las ciencias o el lenguaje. Las apelaciones a los cuadernillos trujillistas de moral y cívica es una perversión en una sociedad democrática y sus resultados en muchos de los políticos, empresarios y militares de los años 60 y 70 demuestra lo inútil que fueron esos folletos elaborados por el sátrapa. La criminal tiranía no tenía la más mínima calidad para hablar de moral y cívica. La obediencia y el silencio nunca serán virtudes, mucho menos la delación política. El racismo articulado en torno al antihaitianismo fue generado por intelectuales trujillista y su herencia maldita la seguimos cargando. Bosch lo predijo en 1943. La misógina, otro de los grandes antivalores de la dictadura, sigue generando comportamientos sociales donde las mujeres son denigradas, golpeadas y hasta asesinados, con gran cantidad de actores sociales tolerándolo activamente.

Juan y Milagros no son los únicos dominicanos íntegros, pero es importante destacar que son parte de una minoría. La familia y la educación juegan un papel importante en la formación del carácter moral de una persona. Demanda por una voluntad firme y orientada hacia el servicio de los demás, buscando siempre las soluciones que generen justicia y bienestar para el mayor grupo posible. Milita contra esa actitud de hombre o mujer de bien, los que cultivan el egoísmo, la envidia, la codicia, la hipocresía, los racistas y misóginos, los homofóbicos y todos aquellos que odian a otros seres humanos porque no son como ellos desean. La miseria y las carencias a tempranas edades a veces impulsa a ese comportamiento perverso, pero también otros criados en la más espantosa miseria llevan una vida adulta de servicio y donación de sus talentos a sus prójimos, y otros criados en la opulencia despliegan ambición desmedida y menosprecio por los demás seres humanos.

Los mecanismos judiciales están llamados a perseguir y sancionar toda conducta que deprima la calidad de vida de los seres humanos y que acapare bienes para someter a su voluntad a los otros, especialmente a los más pobres. Lo dramático es que constatamos la gran cantidad de jueces y fiscales que se corrompen y por tanto violan las leyes que deberían hacer cumplir. No basta con tener las mejores leyes, hay que procurar poner en posición de aplicarlas a hombres y mujeres íntegros. Ojalá la sociedad dominicana cuente con más Bosch, como Juan y Milagros, en puestos públicos y privados.