En este fin de semana se celebra el día del Padre. Una celebración que muestra diferencias notables con las Madres tanto en su movimiento económico como en su movilización social  y cultural.

La celebración de ambas fechas tiene contenidos comerciales y  socio-culturales. El día del padre no  presenta la magnitud cultural que el de la madre. Este bajo perfil del día del padre está vinculado a patrones socio-culturales que marcan la paternidad.

La paternidad en nuestra sociedad está desprovista de orientación y educación. Una proporción significativa de hombres en los distintos estratos no asume su responsabilidad paterna en los aspectos económicos, sociales y educativos. La debilidad cultural de la paternidad está vinculada a la ausencia histórica y acumulada en nuestro sistema educativo  de la educación sexual y reproductiva.

Los hombres desde su niñez en su crianza y socialización reciben orientaciones dirigidas a reforzar su machismo, virilidad y rol de dominación sexual y económica frente a las mujeres.

La debilidad cultural de la paternidad está vinculada a la ausencia histórica y acumulada en nuestro sistema educativo  de la educación sexual y reproductiva

Este reforzamiento desde el machismo y patriarcado genera como contraparte la ausencia del rol paterno como parte de la masculinidad construida. Se les despoja de un desarrollo psico-afectivo expresivo libre de manifestaciones afectivas, sensibilidad y responsabilidad frente a la niñez y a la relación paterno-filial.

La deconstrucción de este imaginario masculino sostenido en una cultura machista y patriarcal que limita al hombre a su hegemonía sexual sobre la mujer y lo despoja de su paternidad tiene que ser una tarea urgente, no puede ser pospuesta.

Esta deconstrucción es una tarea de la legislación en derechos sexuales y reproductivos que implica a su vez una educación sexual integral que genere equidad de género. La equidad de género supone el establecimiento de roles equitativos entre hombres y mujeres, donde los hombres se conviertan en padres, cónyuges, hermanos, hijos con capacidad para dar afecto, ser cuidadores de niños y niñas, solidarios y sensibles ante el dolor, enfermedad, y situaciones de riesgos que presenten las personas que tienen bajo su responsabilidad.

La postergación de la legislación en salud sexual y salud reproductiva afecta notablemente a niños, adolescentes y jóvenes en su masculinidad. Su vulnerabilidad ante el ejercicio responsable de la sexualidad y su débil formación como padres es el producto de una sociedad que le da la espalda a la educación sexual integral y al ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos desde la equidad de género.

Necesitamos formar padres responsables que cultiven el amor, el ejercicio del cuidado hacia sus hijos e hijas, sensibles a la atención de la salud, la educación y la protección de la niñez y que sean agentes de cambio hacia una cultura de paz.

Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY