De nuevo solo unos pocos estudiantes logran captar la diferencia en la división del trabajo que presentan videos cortos sobre la Unión Soviética, la guerra de Vietnam y Hong Kong. En la libertad, explican los que acertaron, se encuentra la diferencia entre la obrera que limpiaba ventanas en un restaurante en Moscú en 1943, los soldados negros combatiendo cerca de Saigón en 1968 y empleados fabricando juguetes en Hong Kong en 1986.

La nota es cero o diez porque la pista la tienen en lo que explica Milton Friedman, caminando por un atestado mercado público, sobre la libertad de elección que tiene cada participante en la economía de ese pequeño territorio en Asia. Nadie es obligado a pescar, atender un tarantín o armar pistolas de agua de plástico. Tampoco nadie tiene impedimento para ser el dueño del barco, del puesto en el mercado o la fábrica de juguetes. Como no existe para importar sin arancel desde cualquier país del mundo o vender a ciudadanos de cualquier nación que estén dispuestos a pagar por sus productos.

En Hong Kong, explica Friedman, en cualquier papel en que se participa en un determinado momento opera la privatización de utilidades y de pérdidas. El éxito y el fracaso de un emprendimiento recae sobre quien decidió asumir la incertidumbre de vender y analizar si el residual de la operación, sobre el que tiene propiedad legítima, es incentivo a continuar, cambiar o parar.

Lo mismo para quienes deciden recibir un salario en contratos donde existe total libertad de negociar las condiciones. Gobierno no impone salario mínimo con referencia a una canasta básica, no hay sindicocracia y los trabajadores en sus momentos de descanso chequean los clasificados de ofertas de empleo sin disimulo alguno frente a sus supervisores.  Si alguno siente que existe una divergencia grande entre la estimación de su productividad marginal y el monto de su remuneración, entonces puede salir a buscar otro con la certeza que hay emprendedores que también están buscando trabajadores a los que les puede hacer una mejor oferta salarial.  En todo caso, también siempre está abierta la posibilidad de pasar de obrero a empresario.

Es en libertad que es posible lograr una división del trabajo que se corresponde con los proyectos individuales de vida. En la cara de tristeza de los soldados americanos en Vietnam listos para saltar de un helicóptero influye que no estaban arriesgando sus vidas por una libre elección. Estaban ahí como soldados conscriptos, obligados a pelear en una guerra porque las alternativas eran ir a la cárcel o abandonar el país. En las preferencias de cada uno para el uso del tiempo es casi seguro que estuviera en el último lugar de una lista bien extensa ir a pelear voluntariamente contra el avance de los comunistas en un país de otro continente.  Pero el gobierno viró el orden y tachó lo de voluntario en todos aquellos casos en que no se podía ser el “soldado afortunado” que describe la canción de protesta contra la guerra del grupo de rock CCR.

En el paraíso de división del trabajo y fraternal cariño entre todas las repúblicas de la Unión Soviética tampoco existía la libertad.  En el socialismo cada persona es una pieza de un rompecabezas diseñado por planificadores. No hay empresarios, propiedad privada, contratos libres y mercados den señales de precios que permitan diseñar planes individuales. Usted va allí, él aquí, cuenta con estos recursos para entregar tantas unidades de esto que se hace de esta forma.  De esa manera es imposible una división del trabajo que aproveche al máximo la capacidad creativa de las personas.

Aunque estemos bien lejos de la libertad plena de Hong Kong, la diversidad tan grande de profesiones y oficios indican que nuestra economía alcanza buenas notas en varias actividades. ¿Se le ocurrió a un funcionario de salud ordenar que un grupo de médicos se especializara en cirugías estéticas? ¿El doctor que es referente en vaginoplastia debe su buena fortuna a la visión de un planificador en nómina pública que estimó que ese sería un servicio que recibiría demanda y mandó a reservar cuatro licencias? ¿Dónde están los estudios oficiales que sirvieron de base para elegir emprender en el sector de alquiler de trajes para eventos, asesorías en planificación de bodas, manejo de los sargazos llegan a las playas, entrenador personal de golf?

Siga con ejemplos similares donde la contribución del gobierno es mínima y verá como todavía tenemos una ventaja, que no debemos de perder, sobre otras naciones arruinadas o en proceso por colectivistas han dado la razón a Bastiat: “El Estado es esa gran ficción a través de la cual todo el mundo trata de vivir a expensas de todo el mundo.”