The Unlikely Murderer es una miniserie de 5 episodios sueca de Netflix sobre el asesinato del primer ministro Olof Palme el 28 de febrero de 1986 y cómo su sospechoso más probable podría haberse salido con la suya. Esa es la sinopsis de esta miniserie espectacular tanto en su tratamiento como en su explosiva narrativa que sorprende en cada detalle, cada gesto, cada cuasi imperceptible enfoque político y de las relaciones humanas en la tenencia del poder.
Con ese crimen se fue al carajo un líder carismático que se convirtió en el mayor eslabón de interlocución en plena guerra fría. Y sin embargo, fue víctima de la maledicencia de la sociedad sueca que le dio vida tanto a él como al individuo que apretó el gatillo a traición y a su espalda.
Ironía es ver cómo contribuyó a arreglar el mundo y salvar vidas y derechos siendo que en su propio pueblo alguien lo ultima y luego la misma sociedad con sus autoridades con individuos que actúan de una manera tan canallesca que logran impunidad del crimen “sin querer queriendo”: a sabiendas, aposta, adrede.
Es de eso que habla el filme, es decir, nos retrotrae al tema del odio al carisma, al líder que logra conducir algo con éxito. ¿Qué tipo de carisma era ese que le valió tantos éxitos políticos? Se sabe hoy que ser carismático no es un don. Olof Palme sabía manejar el poder y expresar con plena honestidad su capacidad cultural de ser benevolente, con “don de gente”, un caballero con enemigos y con amigos, con aspecto de individuo bien plantado, ponía realmente atención a sus interlocutores.
Su credibilidad era imbatible pues estaba al frente de una Suecia con un Estado de Bienestar cuasi perfecto pues era la época de oro del capitalismo de los años de posguerra hasta los años 70, pero que en Suecia se mantuvo por mucho más tiempo.
En un polo opuesto tenemos al ya sindicado como su asesino recientemente: el acoso, el hazmerreír y el desprecio suelen hacer volar la empatía, el respeto a la autoridad, sentido de justicia, de identidad, y obviamente tiende a depositar su odio en aquella persona querida por todos que no sufre bullying.
Ese tipo de polaridad la vemos repetidas veces en el discurso narrativo. Su estrategia y su potencia cinematográfica está en alejarse de razones, conclusiones, finales y teorías de conspiración, para brindarnos una historia plagada de personajes similares a los de Ingmar Bergman: entrampados en crisis existenciales.
El trastorno obsesivo-compulsivo tiene en esta miniserie un tratamiento cuasi perfecto y brinda un documento inédito para estudiar a las sociedades occidentales de cuño político socialdemócrata.