El título de este artículo parece copiado de mi anterior entrega. Pero, vale, ya que considero que debió haber sido el saludo del Presidente Medina al recientemente consagrado Presidente de Guatemala, Jimmy Morales, el jueves pasado, en el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias en Ciudad de Guatemala: soberbio con un libreto impresionante y con un discurso que descubre a un presidente señalado como “comediante” en vez de su título de economista y de su ejercicio como pastor evangélico.
Jimmy, el anti-político por excelencia, inicia un gobierno en el peor escenario político posible, ya que tiene un congreso dominado por la oposición política y con un presupuesto aprobado por ese mismísimo Congreso con errores como para tener que volver a pedirle la aprobación. Para complicar el panorama, como la crisis que vive Guatemala ha sido producida por un escándalo en la fuente de ingresos fiscales, como es la Aduana de Guatemala, disminuida por una confianza de la ciudadanía disminuida y, en consecuecnia, desconfianza a pagar impuestos (lo que habló el Presidente Morales de la “moral tributaria”).
La sociedad guatemalteca está en un nivel de desarrollo equivalente a la dominicana, por lo que debemos considerarnos en una posición privilegiada de poder constatar que la prueba institucional que está viviendo Guatemala se aplica en su totalidad y sin mayores adecuaciones a la sociedad dominicana.
Pero, ¿estamos los dominicanos dispuestos a aprender en cabeza ajena sobre cómo enfrentar la corrupción? ¿Habrá el Presidente Medina auscultado en el corazón del pueblo “chapín” las claves de ponerle freno al monstruo de siete cabezas que es la corrupción? ¿Nos sentimos más cercanos a la realidad centroamericana luego de asistir a la juramentación de un Presidente que pidió que compartieran con él el compromiso de “dar lo mejor de sí, a vivir una vida de honor, sacrificio y esperanza”?
O, ¿es que todavía Guatemala queda cerca de Guate-peor y la consideramos otra galaxia?