“El momento presente es inevitable” me dijo mientras cenábamos. Nos acabábamos de conocer y me contó que estaba viva de milagro pues había tenido un accidente reciente. Compartimos ideas y reflexiones sobre la vida y como te puede cambiar en un segundo. Hablamos de la importancia del momento, del hoy, aquí y ahora. Una vez más yo confirmaba lo mucho que aprendemos de cada persona, de cada encuentro, conversación y experiencia si nos abrimos y escuchamos, si sacamos provecho a lo que nos sucede.

A medida que pasan los años la mayoría valoramos más cada día y cada experiencia, viéndolas como oportunidades y regalos. Tenemos mayor capacidad de aguantar y vemos cada cosa con una perspectiva distinta, sin tanto afán o preocupación. Nos toca soltar y desprendernos de seres queridos y pertenencias, de ideas e informaciones, en fin, de lo que amamos y de muchas cosas por las que luchamos en distintos momentos de la vida. Y nos damos cuenta de lo que verdaderamente tiene valor cuando llegan los momentos difíciles.

En este momento en el que termina el 2019 y pronto inicia un nuevo año, tenemos la oportunidad de detenernos y reflexionar sobre todo lo vivido, logrado y aprendido, de plantear nuevas metas y de tomar decisiones. Cada uno desde su realidad y circunstancia, muy distinta a la de los demás. No hay recetas ni hay magia. Lo que se necesita es voluntad, esfuerzo y perseverancia. El que no esté dispuesto a cambiar no podrá crecer ni desarrollarse.

Para mi este, al igual que los demás, ha sido un año de muchos aprendizajes. Inició con la noticia de que me tenía que operar y, justo antes de poner fecha, decidí buscar otra opinión médica y no fue necesaria la cirugía. Con esto aprendí que siempre es bueno escuchar nuestra voz interior y buscar otras fuentes y opiniones para confirmar los diagnósticos, aún sean de profesionales confiables.

Este año también viví la experiencia de cerrar un ciclo en el que mi hijo mayor se graduó del colegio y se fue a vivir y estudiar a otro país. Esto me permitió aprender a soltar, a ver los frutos de lo sembrado, a dejarlo volar y alcanzar sus metas por si mismo. Una nueva etapa a la que me he tenido que adaptar a una relación a distancia pero con el mismo amor incondicional de siempre.

En el ámbito profesional, he podido vencer el miedo al fracaso, a la falta de tiempo y a las dificultades. He enfrentado los retos junto a mi equipo de manera colaborativa y he desarrollado habilidades de liderazgo para impulsar e implementar nuevos proyectos y servicios. Muy agradecida al ver los resultados y poder terminar un buen año, convencida de que podemos crecer y lograr mucho más.

Otros aprendizajes alcanzados incluyen la capacidad de organizar y distribuir mejor mi tiempo, siempre en busca del equilibrio y el balance. He logrado ir delegando y descansando un poco más, sin dejar de crear e innovar. La clave está en autoevaluarnos constantemente.

El mejor regalo que podemos dar y recibir es el amor verdadero e incondicional. Es lo que nos mueve y nos conecta. Es el arma poderosa con la que se logran grandes cosas. Y sin embrago, a veces lo olvidamos. Conocernos y amarnos a nosotros mismos es difícil. Ponernos en el lugar del otro y comprenderlo tampoco es fácil, pero vale la pena intentarlo si queremos enriquecernos y convivir de manera sana.

Lo que ya pasó no se puede cambiar, pero lo que sacamos de cada experiencia es una decisión. En vez de quejarnos, actuemos. Lo importante es hacer lo que nos toca lo mejor que podamos con lo que tenemos. No controlamos los resultados, pero si como respondemos y actuamos frente a ellos.

Aquí solo he compartido algunos eventos importantes y mis aprendizajes a partir de cada uno. Si mencionara todo lo aprendido este año, no terminaría. Cada minuto ha sido y sigue siendo una bendición en el que lo inevitable ha sido ganar y aprender. Nunca se pierde.

Y tu, ¿Qué has aprendido este año?