“Las izquierdas suelen equivocarse en sus fervores,

las derechas, casi nunca”

Mario Benedetti

Se ha arraigado la costumbre de que ante el inicio de un nuevo gobierno se intente comprender y hasta tratar de adelantarse a lo que viene. Emborrono aquí algunas de las señales que en numerosos países se han convertido en hábito para el análisis:

Resulta inevitable comenzar por explicar quienes serán los nuevos habitantes del palacio construido por Trujillo. Durante el proceso electoral habíamos definido el conglomerado entrante como la alianza de los cívicos, de un sector de la jerarquía católica, de los poderes fácticos, de un sector del gran empresariado y de la embajada, a lo que incluso llegamos a agregarle alguna nostalgia por el parecido a 1963.

Aunque resulte difícil, también se debe indagar en los intereses de los grupos que en este caso llegan al gobierno. Tampoco se debe renunciar a escuchar las opiniones sobre el acontecer cotidiano pues para el camino sirve recordar que la política es siempre cuestión de intereses, nunca de razón. Eso sí, escribimos en un contexto en que la idea de que la política es un asunto de pura gestión se desmorona casi a la velocidad que aumentan los contagios de Covid19, se agotan las camas y se mueren demasiados. ¡Demasiados!

El neoliberalismo ha dejado en evidencia que no es un sistema que signifique gobernabilidad ni buen desempeño económico, por lo que no sobra repetir lo que escribimos hace un tiempo acerca de que se trata de sectores decididos a llegar al gobierno para subordinar al Estado a sus intereses y para “hacer que el poder político cumpla con la única función del Estado neoliberal: asegurar las condiciones para que el mercado funcione sin ningún tipo de restricción ni obstáculo.” Pues ya llegaron.

Para un inicio de gobierno hay que hacerse algunas preguntas universales, y tratar de contestarlas: ¿En qué universidad se formaron los nuevos altos funcionarios? Mayoritariamente aparecen egresados de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). (Supongo que entre los nombramientos algunos han extrañado la ausencia de profesionales de la O&M). Y aunque las especializaciones van por el lado de las finanzas corporativas y se ve poca finanza pública, se debe reconocer que ya encontraron apoyos importantes: Pompeo y el Banco Mundial.

Las experiencias laborales de los anunciados son mayoritariamente en la empresa privada y los que proceden del CONEP son hasta ahora varios más que los provenientes de grupos de presión como FINJUS y Participación Ciudadana -que ya han logrado algunos trofeos a costa de negarse a sí mismos igual que en el 2016-.  Por cierto que hasta hoy nadie parece haber reparado en evidentes incompatibilidades: ¿El presidente de la República será también presidente de un grupo económico? Parece que sí, además de que el ministro de salud es fundador de una clínica privada, el de agricultura será un empresario agrícola… Esto se hace necesario traerlo al debate pues es lo que le dará el carácter al nuevo gobierno. Nadie puede esperar de un empresario de la salud un compromiso con la salud pública, igual para el dueño de una institución educativa privada frente a la educación pública.

No creo exagerar si les digo a quienes esperan un cambio de régimen que están profundamente equivocados. Que sean nuevas las formas en que se relacionan los componentes del sistema político supone cambios constitucionales. No puede tomarse en serio, por ejemplo, aquello del procurador independiente nombrado por el presidente y propuesto por Participación Ciudadana. Así no es.

Lo que aquí habrá es un cambio de partido en el gobierno hegemonizado por la alianza que definimos más arriba. Esa alianza fue la que determinó las elecciones: no fue la clase media (que no votó). Esperemos los resultados por colegio electoral para comprobar esta afirmación. Por tres razones básicas aquí hubo una decisión de los sectores coludidos -con un gran apoyo extranjero- que decidieron asumir que ya era hora de que la política se le quitara al tigueraje: a) porque se extralimitaron b) porque el empresariado vio en riesgo sus negocios y hasta la propiedad de sus empresas y c) porque no fueron capaces de resolver el problema de la sucesión. Así los dueños de todo esto, los que el día de las elecciones ni siquiera se levantan a votar, decidieron asumir el asunto sin delegación y ahí los tenemos prontos a llegar al palacio. Antes de ponerse bravos conmigo por decirlo revisen los nombres de los tuiteados y sus currículos.

Apenas se inicie la gestión, incluso antes de que empiecen las señales de los incumbentes, lo que decimos tendrá una manifestación transparente a propósito precisamente del Covid19 que no es sólo un problema de mascarilla. La crisis por la que están pasando las familias debe ser resuelta desde el gobierno y ya está hecho el anuncio del aumento de salarios a los empleados públicos (un sector que no ha sido el más afectado). También está anotado el anuncio del pago del doble a los tarjeta habientes de Solidaridad cuya cobertura está muy lejos de lo que se necesita, especialmente si incorporamos a la “clase media” entre los que necesitarán auxilio público. Se puede apostar a que llegarán ofertas de “créditos blandos”, que naturalmente los clasemedieros no querrán aceptar pues ante tanta incertidumbre asumir riesgos financieros no parece recomendable. Escucharemos que el “gasto hay que disminuirlo” cuando lo único que puede aliviar la situación de millones de dominicanos y dominicanas es un aumento del gasto. No faltarán ofertas de ayudas focalizadas cuando la experiencia y el sentido común obligan a impulsar políticas universales especialmente en salud, educación y previsión social. No falta tanto para volver a conversar.

Por otro lado, la politización de las organizaciones sociales y populares les está pasando la cuenta: no se ven, no se notan, no defienden nada ni a nadie. Reagruparse, preservar su autonomía y la defensa de los intereses nacionales y populares será por unas semanas o meses la discreta garantía de que alguien ampare los intereses de los grupos sociales que no están en la alianza de “los cívicos, un sector de la jerarquía católica, los poderes fácticos, un sector del gran empresariado y la embajada”.