El hecho de que la calidad de la educación en la República Dominicana se encuentre entre los últimos lugares en el mundo, debería de asumirse como uno de los principales problemas de la Nación. Y nos adelantamos en decir que tanto las autoridades como la sociedad en su conjunto  lo asumen así. Más, ¿Se orientan los esfuerzos en la dirección apropiada?

La República Dominicana dispone de una de las leyes generales de educación  más avanzadas de la región,  un examen detenido de la Ley de Educación 66-97 prueba fehacientemente que es así. El currículo actual, producto del extraordinario proceso denominado Transformación Curricular,  es otro de los puntos de progreso real. Además se resalta la conquista, como inversión, de  la ansiada  meta del 4% del PIB.

Entonces… ¿Dónde hay que poner el acento en la solución del tan grave problema de la calidad de la educación dominicana? Un aspecto  que se ha puesto en clara evidencia corresponde a la formación universitaria de las y los docentes; se han invertido decenas de miles de millones de pesos y los resultados  no  pueden ser peores: 7 de cada 10 aspirantes a las plazas docentes se reprobaron recientemente. Si la revolución educativa en torno a lo cual gira el discurso de las autoridades  no asume ese como un problema capital, no hay garantía de su esperado éxito; pero… ¿qué  sucede con quienes ya están en  las aulas  como docentes? Se precisa saber qué se hace en el aula, y no es un problema individual de cada profesora o profesor, aunque luzca exagerado, es un problema de Estado, tan importante como una transformación curricular o una ley general de educación. Pues en última instancia de lo que sucede o suceda en el aula dependerá la calidad del  producto resultado de tan grande y costoso esfuerzo de la sociedad.

Se precisa de una efectiva supervisión educativa para conocer en sus detalles  lo que acontece en el aula; pero al mismo tiempo es necesaria  una evaluación magisterial a partir de la cual se conozcan en el día a día las competencias y el verdadero desempeño de las y los docentes.

El verdadero cambio, hoy, pasa por transformar profundamente lo que se hace en el aula. Que tome en cuenta preferentemente las Tecnologías de Información y Comunicación-TIC-, la promoción del autoaprendizaje y el gusto por aprender  en base a competencias que junto al conocimiento integren concomitantemente valores, actitudes y habilidades. Deberían tomarse seriamente esas líneas de acción.  Es imperativo un nuevo enfoque de lo que se hace en el aula  para  revertir lo que acontece.