Todo indica que en los próximos meses la Reserva Federal de los EE. UU. se apresta a variar su política de sostenimiento de tasas de referencia en niveles históricamente bajos, casi 0%, y el programa de compras de deuda pública y otros activos financieros. Desde el 2008 la FED ha promovido estos instrumentos de política monetaria como una forma de garantizar liquidez en los mercados y niveles históricamente bajos en el costo de la misma, de dinamizar la economía norteamericana y reducir los niveles de desempleo.

De hecho, el compromiso por parte de la Reserva ha ido escalando y clarificándose durante el período de inicio de la crisis financiera 2008 y hoy en día. Pasando, de solo hablar de que las tasas tendrán que mantenerse bajas hasta mediados de este año, que fue el mensaje transmitido en el 2011, hasta decir que mientras los niveles de desempleo no descendiesen del 7.6% en que se encontraban en el 2012 hasta por debajo del 6.5%, dicha política se mantendría.

Los argumentos a favor de tácticas de transmisión de la información tan explícitas son múltiples, y se pueden antes datar a investigaciones como las de Kydland y Prescott de 1977 en las que ellos hablaban de la “Consistencia en el tiempo”.  Es decir, los agentes económicos a la hora de planificar acciones, deben no solo conocer la tasa actual de interés que ofrecen estos instrumentos financieros sino sobre todo la tendencia para el futuro.  Si la gente percibe que la política del Banco Central es de corto plazo y solo se está haciendo para resolver un problema coyuntural, pierde credibilidad y por tanto efectividad.

Algo similar entendemos es lo que está pasando en nuestro país con las acciones que ha querido tomar el Banco Central desde mediados de año como respuesta a la falta de dinamismo de la economía dominicana y a la recesión en ciernes que estamos padeciendo.  El hecho de que, por ejemplo, se hayan liberado del encaje legal el equivalente a US$500MM para ser colocados en carteras preferenciales vía la banca privada no ha surtido el efecto esperado, al punto de que ni siquiera a más de 90 días de aplicada la medida se hayan podido colocar todos los recursos liberados. No es más que el resultado de que, entre otras cosas, las señales del Gobierno central siguen siendo de corte recesivo (austeridad, trabas burocráticas, corrupción, impunidad y falta de organización en las inversiones públicas), y tampoco hay certeza en cuáles serán los próximos pasos que tomará el propio Banco Central.

De nada nos sirve endeudarnos, si la percepción es que el Gobierno no tiene las riendas sobre la situación cambiaria y los tipos de interés a futuro. Aunque se pudiese aducir que el endeudamiento en pesos es atractivo para los agentes económicos en un proceso devaluatorio.  Esto solamente es cierto si el mismo no genera demasiada inflación o agrava las presiones recesivas que actualmente nos afectan.

El Gobierno central en este primer año de gestión ha demostrado inconsistencias importantes en cuanto a la aplicación de herramientas adecuadas de política fiscal.  Es hora de que como timón de la política monetaria el Banco Central tome un rol mucho más activo para garantizar la dinamización del sector financiero, hacer nuestra economía mucho más atractiva al capital extranjero y los ahorros internos que se acumulan mensualmente de los Fondos de Pensiones sean canalizados de manera más eficiente.