A partir de los debates que suscitó en las redes, me decidí a ver el documental “Santo Domingo, primera de América” de José “Pinky” Pintor, con guión de él mismo y Huchi Lora. Verlo reafirma lo que ya se vislumbraba en su nota de prensa publicitaria: se trata de una mirada que se identifica con la colonización. Pero esta perspectiva puede pasar desapercibida a mucha gente, porque es la misma narrativa que está instalada en todos los museos y campañas antiguas y recientes sobre la ciudad. Por eso, me parece importante explicar ¿qué hace que sea un discurso colonialista el de este documental?
1. El documental está contado desde el punto de vista de los colonizadores españoles, sin cuestionar la empresa de la conquista y colonización en sí. Es decir, el documental presenta algunas de las acciones de los colonizadores como “excesos” cometidos por tal o cual gobernador (como las matanzas perpetradas por Ovando). Pero la colonización y conquista en sí NO se presenta como ilegítima o como injusta. No se cuestiona en ningún momento como tal.
Este punto de vista se resalta en el guión mismo, es decir: los textos de la narración principal (lo que dice de sí misma la ciudad de Santo Domingo hablando en primera persona con tanto orgullo de ser “la primera”); la selección de historiadores entrevistados y los fragmentos que de ellos decidieron poner; las escenas donde se resalta como una aventura heroica la empresa de los colonizadores y donde la voz de los oprimidos -indígenas y africanos- está completamente ausente. Incluso en los casos de Caonabo y Anacaona, a los cuales dedica más espacio, tampoco se ve desde su perspectiva, no se les oye, a lo sumo a Anacaona se le dedica una mirada “piadosa”. Pero esta perspectiva también está en la dirección, con primeros planos principalmente de los españoles y los indígenas presentados como una masa en segundo plano, la práctica ausencia de los esclavos africanos, que aparecen solo brevísimos segundos y cuya labor en la construcción de todo eso que fue lo “primero” de la ciudad está invisibilizada y, más bien, muestran imágenes de los españoles supuestamente picando mármol; además de la música épica que acompaña la llegada y las “hazañas” de los españoles.
2. El documental minimiza y justifica la esclavitud de los africanos. Aunque se presenta Santo Domingo como cuna de los derechos humanos, por el sermón de Fray Antón de Montesinos en defensa de los indígenas, realmente se minimiza la crueldad e injusticia de dicha esclavización, al mezclarlo con discursos e imágenes de armonía y convivencia entre taínos y españoles. Pero, aún más importante, mientras el documental resalta en cierta forma la humanidad de los indígenas (desde la limitada perspectiva de la Iglesia Católica), al mismo tiempo invisibiliza casi por completo la esclavización de los negros africanos. Al invisibilizarla, la naturaliza. Al naturalizarla, la justifica. Incluso, los brevísimos minutos en que la menciona, habla de que los africanos “llegaron” y luego de unas pocas típicas imágenes de comercialización de esclavos, los negros africanos no vuelven a aparecer (salvo en una brevísima imagen hacia el final). Pero fueron ellos quienes se fajaron a construir todo eso que tanto enorgullece a la ciudad de Santo Domingo en su narración. Esta visión, repito, no es nueva. Está en todos los museos y es el relato hegemónico de nuestra historia que ha tenido sus secuelas en las artes. Ha sido estudiado por historiadores e historiadoras con mirada crítica de nuestro país, que los creadores del documental decidieron NO consultar.
3. Así como no es cuestionada la empresa de la conquista y colonización, tampoco es cuestionada la empresa de la evangelización, que vino junto con la misma. Si bien se puede decir que las posturas de Montesinos y de Las Casas eran avanzadas dentro de la Iglesia, hay que verlas dentro de su limitación. El famoso debate de Valladolid deliberaba sobre si los indígenas eran o no seres humanos, pero para ver si los iban a evangelizar “pacíficamente” o con la espada. Pero el objetivo era la evangelización, fuera como fuera, y esto se resalta en el documental como labor loable y con ello la noción colonialista de que la religión y la cultura de los conquistadores era superior a la de los habitantes originarios de la isla. La cultura y religiosidad de los africanos traídos a la fuerza ni se menciona, ni parece existir, ni forma parte según esa narrativa de lo que conforma nuestra ciudad.
4. Se reafirma la ideología de “encuentro” de culturas, que tanto nos han metido en la cabeza con la celebración del 12 de octubre. Al final del documental se presentan imágenes sucesivas de indígenas y españoles sobre todo (y una de los africanos), como si todos fueran parte de un mismo gran esfuerzo armonioso que conformó la ciudad de Santo Domingo. Presentan a la Reina Isabel, a Anacaona, a Nicolás de Ovando, a los negros esclavizados y a Caonabo uno tras otro, mezclando los verdugos y las víctimas sin cuestionar la dominación. Pero eso no generará ruido en mucha gente porque esa ideología está instalada en la ciudad misma, en cuestiones como los nombres de las calles y las paradas del metro (La parada “Los taínos” está en la avenida Nicolás de Ovando, por decir un ejemplo). Pero es la forma suave y tranquila en la que nos meten el colonialismo por ojo, boca y nariz.
En definitiva, este documental es una renovación de votos con el colonialismo y el racismo, cuyas secuelas no han terminado al día de hoy. El documental y su aceptación, salvo las voces críticas que siempre están, evidencian lo mucho que necesitamos la mirada anticolonialista y antirracista, para que dejemos de hacer apología del genocidio y la esclavitud y podamos identificar nuestra ancestralidad ideológica y combativa en las esclavizadas y esclavizados africanos e indígenas que se sublevaron, que se alzaron y se negaron a ser objetos de nadie.