Debido a la chercha que se ha formado con el debate entre los grupos que defienden las tres causales y los que se oponen a la interrupción del embarazo de manera absoluta, se han dicho tantos disparates, aprovechando el alto grado de ignorancia de la sociedad dominicana en ciencias biológicas y ciencias sociales, que es obligatorio dar un poco de claridad a tanta penumbra. El debate no es académico exclusivamente, ya que tanta rabia en los medios está disparando los feminicidios, los suicidios y la violencia policial.
La vida, tal como la conocemos, surgió aproximadamente hace poco más de tres mil millones de años en nuestro planeta. Está por determinarse si fue un producto terrestre o extraterrestre, es decir, si llegó en algunos de los millones de asteroides que impactaron nuestro planeta en su formación o resultó de la combinación de elementos inertes y energía en nuestro hogar estelar. Estamos hablando de la vida en sus expresiones unicelulares, sus primeras expresiones.
La vida humana es fruto de la evolución de un grupo de mamíferos llamados homínidos que evolucionaron en los últimos millones de años. Familia somos de orangutanes, gorilas, chimpancés y bonobos. Lo que somos, el homo sapiens, es un producto de los últimos trescientos mil años. Nuestra especie proviene de África y vivió allá la mayor parte del tiempo hasta que comenzaron nuestros ancestros a explorar el continente asiático -incluida su pequeña península: Europa-. Hace pocas decenas de miles años descubrimos América y la poblamos. Entonces ocurrió la revolución más importante que define a nuestra especie, hace unos diez mil años aprendimos a domesticar plantas y animales.
Producto del neolítico pudimos producir comida en grandes cantidades y romper el ciclo del nomadismo de pequeñas bandas familiares. En la medida que nos agrupamos en grandes aldeas y tribus surgió el conflicto en torno a la propiedad del suelo para producir alimentos y el control de los canales de agua para el riego. De esa lucha surge lo que llamamos hoy el Estado, que es un mecanismo de violencia para someter a los grandes grupos de seres humanos para beneficio de minorías. Esos Estados primitivos supieron aprovechar las creencias religiosas y las convirtieron en religiones oficiales al servicio del poder dominante y determinaron en base a sus intereses el grado de libertad de las diferentes tribus para producir formas diversas de esclavitud. El Estado además fue el creador de ejércitos permanentes, sostenidos por el trabajo esclavo en la generación de alimentos para los soldados, y las primeras formas de escritura y cálculo para la gestión del poder.
No fue hasta finales del siglo XVIII en Europa y América que grandes revoluciones impusieron nuevas formas de organizar el Estado y su legitimación. Tres procesos fueron antecedentes de las Revoluciones francesa, de las trece colonias y la haitiana. Por una parte, el desarrollo del capitalismo y sus reclamos de libertad para el comercio, por otra parte, el convencimiento de los grandes pensadores europeos que la sociedad humana había surgido en su fase primitiva por un contrato social, y en tercer lugar el desarrollo de la ciencia experimental y sus aplicaciones a la producción, el transporte y la construcción de explicaciones del mundo independiente de las escrituras religiosas. El reconocimiento de los derechos del ser humano fue una impronta poderosa en los cambios sociales y políticos del siglo XIX.
Los humanos somos actualmente el resultado de la evolución biológica que comenzó hace miles de millones de años y socialmente los grandes cambios que produjo lo que llamamos la Modernidad desde el siglo XV en Europa y que se ha convertido en un modelo planetario. Desde que los castellanos iniciaron su proyecto de conquista y colonización del continente americano comenzó un proceso de globalización que con sus altos y retrocesos ha seguido dirigiendo a todos los pueblos de la humanidad hacia una relación intensa y sincrónica en todos los órdenes. Ya no es sólo el comercio o el turismo, la actual pandemia del Covid demuestra que somos una sola comunidad mundial en la enfermedad.
El sistema capitalista, que fue uno de los motores de la modernidad, es la estructura productiva y de generación de riqueza más avanzada que ha conocido la humanidad. Su estructura íntima, la plusvalía, es el mecanismo de desigualdad social más complejo y oculto a los ojos de la mayoría. Con el uso de máquinas y la concentración de capitales y obreros es el proceso de explotación más importante que haya existido en la historia. La inversión de una gran parte de esa riqueza en el desarrollo de la ciencia y la tecnología ha acelerado la transformación de la especie humana a niveles nunca antes siquiera imaginados. La expansión del consumo a miles de millones de personas en todo el mundo es presentada como un gran beneficio del capitalismo, pero a la vez el uso y abuso de los recursos naturales para producir dichos bienes amenaza con destruir toda forma de vida en el planeta.
El debilitamiento de los Estados-Nación en favor de estructuras amplias de cooperación y regulación a nivel multilateral ha despertado expresiones primitivas de nacionalismos, acicateados por crisis económicas y la migración, y producido aberraciones políticas como Trump o Bolsonaro. Prácticamente todas las sociedades van camino del multiculturalismo en diversos grados y las discusiones sobre identidades nacionales caen en su gran mayoría en la sección de estulticia erudita. CNN es un eficiente mecanismo de integración global y regulación del grado de importancia de los hechos que acontecen en todo el mundo, pero ya tiene competencia, hoy en casi todos los sistemas de televisión por cable y por el internet se pueden ver las noticias del mundo por la BBC (los ingleses), Aljazeera (los árabes), CCTV (los chinos) y hasta los rusos con RT. Ya los gringos no hablan a nombre de la humanidad.
Sabemos que los cristianos no somos la mayoría de la humanidad, ni de cerca. Todavía los números de nosotros los católicos es en base a bautismos, pero siendo sinceros eso es absolutamente irrelevante si procuramos evaluar la cantidad de verdaderos miembros de la Iglesia. Salvo en algunos regímenes teocráticos de tradición musulmana, en el resto del mundo la gente cambia de religión sin gran dificultad y la mayor parte tiende a vivir sin vinculación alguna con instituciones religiosas. El ateísmo es un anacronismo como las mantillas. El secularismo es una nota distintiva muy fuerte de la Modernidad. Democracia y teocracia se repelen tan intensamente como la primera respecto a la dictadura.