Mi segundo hijo, Manuel Homero (15 años), ha mostrado preocupación por los problemas sociales desde muy temprana edad. Ahora en plena adolescencia es, lógicamente, más crítico e incisivo que antes. Usualmente, y con mucha satisfacción para mí, establecemos conversaciones de situaciones de la actualidad nacional e internacional, así como de acontecimientos históricos que le llaman la atención. Trato, sinceramente, de no influir en el criterio que se ha de forjar, buscando ser objetivo y planteándole siempre los dos lados de la moneda. Esto lo digo a mucho orgullo, pues ninguno de mis hijos es fanático de Las Estrellas Orientales, del Barcelona, de los Dodgers, ni de los Lakers y debo decir que nuestra casa se ve y se habla bastante de deportes.
Hace unos días, en medio de estos tiempos tan particulares (Campaña política, cuarentena y todo lo que implica esta última), me preguntó ¿Qué es la política? ¿Qué es hacer política? Se que los niños, jóvenes y adultos que vivimos en la posmodernidad podemos encontrar cualquier definición con un “Click”, por lo que supuse que ya había consultado y deseaba aterrizar la teoría con la realidad que le abruma.
Para determinar lo serio del tema, decidí iniciar con la cita de una frase de Juan Pablo Duarte: “La política no es una especulación; es una ciencia más pura y la más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias nobles.” Claro, me dijo que no es lo que aprecia en la mayoría de los políticos. Entonces, le dije que existen muchas reflexiones de lo que es la política y el sentido de la misma, lo que entiendo que falta es un concepto operativo que permita apreciar esta realidad socioeconómica en la que vivimos, que de paso es variablemente compleja e impredecible. Fíjate lo que ha pasado con la COVID-19, hace menos de un año esta realidad que estamos viviendo era impensable, pura ficción de un director como Tarantino o Almodóvar, si es que alguna vez éstos han hecho cine de ficción.
Algunos la asumen como ciencia y que la misma se basa en el estudio de cómo gestionar o administrar un estado y con ello la organización de la sociedad, de los individuos que la conforman. Para ser más claro es lo que está en medio del sistema y las personas. La discusión de las normas formales que deben regir las instituciones y regulan el comportamiento de quienes componen una comunidad. Las sociedades que se enfocan en ese estadio intermedio tienen más posibilidades de superar los problemas estructurales (Los que la aquejan desde siempre) o coyunturales (Los que se presentan por una situación estacional), que aquellas, como la nuestra, donde para muchos no existe una visión mínima de lo que debe ser la política.
Entonces, me dijo, eso explica el por qué algunos “hacen política” tirando pollos vivos, salami, cartones de huevos, regalando gas en la calle (Con el peligro que implica y violando normas legales) a las personas pobres. Los hacen dependientes de su dádiva para influir en sus decisiones, continuó. Agregué que, cuando un ser humano carece de bienes para satisfacer sus necesidades básicas hay que proveérselas, pues el hambre no espera la evolución de un modelo económico. Lo terrible es mantener ese estado de paternalismo. Y agregó, sí asumir la enseñanza del viejísimo proverbio chino que dice: “Si un hombre tiene hambre, no le des un pescado, enséñale a pescar.” A esto añadí, que enseñar es educar y que ese estadio intermedio del cual hablamos debe garantizar la salud, la libertad, los derechos, pero exigir que cada quien cumpla con sus deberes ciudadanos, sin distinción, para salvaguardad la dignidad de todos.
Pregunta: Pero ¿cómo todavía muchos creen en promesas que nunca les han cumplido o que por lógica son incumplibles? Por lo mismo, ilusionan a aquellos que dadas sus necesidades cifran sus esperanzas en lo que le regalaron hoy y resuelven un problema que mañana será el mismo. Esos políticos son populistas y apuestan a mantener a las clases bajas desorientadas, diciéndoles que por el hecho de que le regalan comida, gas y dinero cada mes, comen más y tienen un mejor nivel de vida. Han superado la extrema pobreza, pero no es cierto. Lo que hacen estacionarlos en un estado dependiente, cuya sostenibilidad puede ser minada por cualquier crisis, ya sea interna o externa, que haga que se limiten los gastos sociales y de la noche a la mañana todo se desvanece y de nuevo a ser extremadamente pobres.
Luego me dijo, “pero a veces decir algunas verdades no genera popularidad”. A esto agregué, que decir la verdad con las soluciones correspondientes, haciendo ver la realidad ofertando empoderamiento, facilitando el emprendedurismo e instando a la unidad, dudo que sea motivo de impopularidad. ¿Recuerdas lo que te explique del 30% de las AFP? “Si que sería terriblemente inflacionario, dispararía el tipo de cambio, descalzaría en un 30% la baja acumulación para el retiro y lo peor es que no llegaría a la mayoría de los trabajadores pues más del 50% no cuenta con afiliación, ya que son trabajadores informales.” Correcto, indiqué, quienes han sostenido que esto es lesivo se han arriesgado a que no los vean con buenos ojos, pero han sido responsables, al sostener la verdad se hacen dignos de admiración.
Muchos no se involucran en la política por no participar del populismo o no exponerse al rigor de ser una persona pública y con ello contar con más paz en su entorno individual, pero las fronteras entre los que nos concierne a todos y lo que sólo le importa a uno está cada día cayendo en un terreno difuso, pues así pensaron muchos en nuestra querida Venezuela y ya ves. No se debe olvidar que la política es la gestión de reglas comunes, no la de nombres propios.
Recuerda lo que dijo el historiador y político inglés Lord Acton, en 1881: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente.” La mejor forma humana de hacer política objetiva es a través de la democracia, ese sistema de hacer política del cual Churchill dijo “que era la peor forma de gobierno a excepción de todas esas formas que han sido ensayadas de tiempo en tiempo.” Y es que la democracia, para serlo, también implica alternabilidad.