Hace ya un tiempo que los escritos de Edward Chá no aparecen en su espacio “Reflexiones de un equilibrista”, en el que se declara como neófito de ese oficio. Uno se pregunta si se habrá “encuevado”, como decimos por aquí, de manera provisional, recargando su cabeza para lanzar nuevos proyectiles incendiarios y de alto calibre, o si lo ha hecho de manera definitiva por entender que no vale la pena seguir tratando de cambiar maneras de pensar, o por recibir comentarios negativos -no nos parece por su carácter combativo- o por haber sido “domesticado” en algún medio como profesional de la comunicación.
Cualquiera que sea la razón, es una lástima que su pluma de filo liso o mellado según el día, pero siempre cortante y sangrante, se haya silenciado. Por encima de lo que sus numerosos lectores puedan opinar, con razón o sin ella, sobreEdward Chá, nadie o casi nadie puede negar que este joven destila una gran inteligencia para su corta edad y posee una excelente manera de escribir y estructurar sus ideas. En los foros periodísticos abiertos, como el de Acento.com, donde manteniendo las reglas básicas del respeto se puede decir sin cortapisas todo lo que se piensa, desde lo más cursi hasta lo más barriga verde, las ideas iconoclastas, e incluso las iconoaplastas, también son necesarias y deseables para mover, remover o fijar posiciones de conciencias, ya sea en una u otra dirección, porque lo necesario y deseable es que no se fosilicen, sino que se muevan al ritmo del lógico proceso evolutivo de los idearios, un proceso nada fácil que casi siempre toma largos y hasta delicados periodos de controversias y enfrentamientos.
Si en el mundo no hubiera quienes proponen temas conflictivos, sorprendentes y hasta absurdos o disparatados, todo seguiría igual que hace miles de años y aún caminaríamos un tanto encorvados y con el garrote al hombro. A Miguel Servet, el famoso médico medieval no tan conocido como se debiera, lo quemaron vivo en la pira santificadora por sostener que la sangre circulaba hacia arriba y hacia abajo, tremenda herejía para su tiempo y tremenda verdad para el nuestro.
El caso de Galileo, más divulgado que el de Servet, es otra muestra de la intolerancia ideológica, el sol se movía alrededor de la tierra como centro creado por el Creador, y no la tierra lo hacía alrededor del astro rey como sucede en realidad. Si ahora alguien afirma lo primero, o la mandan a un sanatorio mental, o repite el curso por ignorante y blasfemo de la astronomía. Si Galileo al retactarse bajo amanazas hubiera dicho en voz alta aquello de “eppur si muove” lo hubieran dejado sin moverse para toda la eternidad.
Claro está, que Edward Chá no propone -aún- en sus publicaciones teorías tan innovadoras que puedan cambiar el curso de la humanidad, pero lanza verdaderas cargas de profundidad que, como en las películas de submarinos, a veces abren vías de agua en las mentalidades que hacen peligrar los constructos y valores asumidos hasta el momento. Pocas veces, o ninguna, los escritos de quienes tenemos el privilegio de publicar en la sección de opiniones de Acento.com, reciben desde decenas o centenas de respuestas como sucede con Edward Chá, llegando en algún caso hasta cerca del millar cuando propuso la eliminación de la Biblia de la bandera nacional. Muchas, la mayoría de ellas, suelen decirle de todo, ignorante, malévolo, inmaduro…hasta del mal que se va morir, y otras, apoyándole, con o sin reservas.
Desde el punto de vista mercadológico, Edward Chá ha estado haciendo su propia “marca” mediante la aplicación, consciente o no, de la diferenciación de sus planteamientos provocativos, y el posicionamiento del “enfant terrible” de las publicaciones. Que la marca perdure o no, ese es otro asunto porque los verdaderos dueños de las marcas no son los que la crean o la patentan, sino los que la consumen. En cualquier caso, preferimos su polémico escribir a su misteriososilencio. Edward Chá ¡vuelve a escribir!