Parecido a lo ocurrido en las elecciones de Colombia 2014, en el plebiscito de 2016 (sobre los acuerdos de paz) apenas participó el 37% del electorado, y la opción ganadora fue apoyada por menos del 20%. Entre pocos se votó y muy pocos marcaron la diferencia, a favor de la derecha. Por eso es notable que en 2018 concurrieran más de 19 millones de votantes, y la participación rondara un 53%.
Duque, presidente electo, obtuvo en 1ra. vuelta un 39.1% de los votos, 7.57 millones de boletas, ganando 23 departamentos. En 2da. vuelta llegó a 10.37 millones de votos (54%) y conquistó 24 departamentos. Petro triunfó en 8 departamentos y Bogotá, ampliándose la desventaja relativa de una vuelta a otra.
Al comparar con 2016, de los 19 departamentos más Bogotá, donde el SÍ a la paz había ganado, la centro izquierda redujo su victoria a menos de la mitad, en tanto Duque logró recuperar la frontera, mantener el centro y alzarse con 11 departamentos más que los obtenidos por la derecha en 2016.
Varios departamentos golpeados por la guerra, que se movilizaron ampliamente por el SÍ en 2016, apoyaron a Petro. Bogotá mantuvo su clásica posición de centroizquierda. En segunda vuelta se retuvo Sucre, Atlántico, Chocó, Valle del Cauca, Cauca, Nariño, Vaupés y Putumayo. Pero Boyacá y Cali, lugares donde triunfó el SÍ, esta vez fueron de los que apoyaron a Duque.
¿Le faltaron votos a Petro? Sobre todo, le faltaron los posibles. Los votos totales de Petro más Fajardo y de la Calle serían 9.8 millones. Petro obtuvo 8 millones en segunda vuelta, y el voto en blanco -que fue la apuesta de Fajardo- resultó bajo en número, pero un precio alto para Colombia: casi se triplicó respecto de la primera vuelta, y es el mayor de su historia. Con todos esos votos, Petro ganaba. La participación en segunda vuelta bajó ligeramente, y por tanto no se explican los casi 3 millones de votos más para Duque sin migración del centro hacia la derecha.
En todo caso, es notable: En 2010, Petro apenas obtuvo 1.3 millones de votos, un 9%. Clara López había alcanzado en 2014 casi 2 millones de votos, un 15%, y Peñaloza, del partido Verde, 1 millón de votos, 8.3%; ambos miraban desde lejos. El partidismo colombiano ha variado muchísimo, pero nunca se había visto que un candidato de centroizquierda y exguerrillero lograra pasar a segunda vuelta y se acercara al triunfo. La opinión dominante se refiere a Petro como un “populista” y “antisistema” sin recordar su condición de académico, exdiputado, exsenador, exalcalde de la capital, redactor de la Constitución y laborioso constructor de la paz.
El análisis exige revisar la cultura de derechas instalada en Colombia, junto a la ideología del miedo y la descomunal campaña sucia (usando por ejemplo el “terror a convertirse en Venezuela”). Además, revisar la actitud de Fajardo y de la Calle, que prefirieron llamar al voto en blanco o no definirse en la hora crucial. Resulta impresionante que en pos de la paz todo el arco político contrario a Uribe se uniera tras Santos en 2014, y hoy fueran incapaces de hacerlo con Petro, en una oportunidad privilegiada.
Ha triunfado el uribismo, la hegemonía de la Doctrina Suárez que subordina Colombia a los intereses de EE.UU. Se ha impuesto el belicismo, la violencia, la corrupción, el desequilibrio de América Latina y las políticas neoliberales que han plagado de miseria a aquel país tan rico, potente y admirable. Muy parecido al caso de México, el cual los EE.UU. también temen “perder” dentro de pocas semanas.