No tiene mucho sentido escribir sobre estas cosas; y menos, cuando no hay autoridad a quién contárselas; aunque sea para reflexionar o hacer una catarsis social o manosearel asunto con alguien que sienta dolor por los jóvenes del país.  Este tipo de situación eclipsa parcialmente la esperanza de tener un verdadero Estado de bienestar social y económico.

Ayer un adolescente de tez oscura y de ojos grandes y expresivos se acercó a mí muy preocupado.  Con lo punzante de su mirada me di cuenta que quería decirme cosas de gravedad […] Tenía un peinado desordenado y un corte de pelo como queriendo escapar.  Parecía que a él le cogieron prestada su inocencia; un rufián mayor edad.  Los decibeles de su voz de falsete eran de un forastero.  En pocas palabras, este muchacho su rostro era muy parecido a otros jóvenes que están perdidos en el barrio y no saben qué hacer con su vida, ni a dónde dirigirla.   Su piel estaba  ¨tostada por el sol¨ y la misma la usaba como chaqueta en pleno verano (a temperaturas altas de 35 a 40 grados centígrados).  Creo que algo no andaba bien en su mente; a pesar de que tenía toda la razón.

[En un descuido] yo noté que él tenía en sus manos pruebas diagnósticas de drogas. Le tomaronmuestras: de orina, de sangre, de la saliva, del cabello y del sudor. ¿Y para qué? Le pregunté.

De repente como un aluvión llegó a mi memoria el caso de la ¨Barbería de Montecristi¨ -y la gallina ponedora-. Yo estaba en la universidad cuando el vídeo se difundía por las redes todo el entramado bochornoso y baraúste de complicidades y enredaderasque se produjo en la mencionada peluquería.

Sobre todo sabemos bien, que en lo que concierne a este caso y otros semejantes,al fin y al cabo, nadie dará a conocer las vértebras del meollo.  Este es el cuento de nunca acabar, se delinque aquí y se delinque más adelante en cualquier lugar del mundo y todo sigue su curso; entonces,todo parece ser que lo importante dentro del sistema de justicia no es el delito sino pedalear para que no se caiga ¨la cadena¨ que da vuelta a la rueda.

El joven se me acercó aún más y casi pegado a mi oído me preguntó: Pastor, qué le hace más daño a un adolescente, ¿la droga, la corrupción,o el demonio que desata los malos hábitos?Me quedé sin aire por espacio de un tiempo que no me fue posible contabilizar; y le contesté lo siguiente: ¨Hijo, no lo sé¨.

¨Sólo sé que no se puede vivir ni morir con dignidad en una ciudad donde las malas influencias están ejerciendo su poder por en medio de las manos misteriosas del narcotraficante, o del político corrupto y protector de delincuentes y del empresario evasor, usurero y vendedor de mercancías falsificadas, o de un endemoniado que por nada sale a robar, a destruir y a matar¨.

…Creo que las tres causas son tan graves que llevaría directamente al infierno a sus propiciadores y encubridores como a cualquier otro que comete uno de los siete pecados capitales según la condenación eterna impuesta por Dios, ¨El Día del Juicio Final¨.