A mediados de la década de los ochenta el economista bangladesí Muhammad Yunus, desarrolló el concepto de microcréditos y fundó el Banco Grameen con la finalidad de otorgar pequeños préstamos a mujeres pobres para emprender proyectos empresariales que las sacase de la pobreza. El éxito de esta innovadora iniciativa le valió el Premio Nobel de la Paz en 2006.
Yunus recorre el mundo sembrando la idea de que los programas gubernamentales de asistencia social en nada contribuyen a solucionar el problema de la pobreza, dado que al recibir ayudas por ser pobres los seres humanos limitan sus capacidades creativas.
En su más reciente libro, "Un mundo de tres ceros", el Nobel de la Paz propone la creación de un nuevo modelo económico cuya meta sea cero pobreza, cero desempleo y cero emisiones netas de carbono. El banquero bangladesi sostiene que el capitalismo debe ser rediseñado bajo la premisa de que los seres humanos no somos meros demandantes de empleos, sino que debemos ser concebidos como emprendedores con un alto potencial innovador.
"La pobreza no es algo creado por los pobres. Es más bien una imposición artificial sobre personas dotadas del mismo potencial ilimitado para la creatividad y la misma energía que cualquier ser humano en cualquier situación de la vida, en cualquier lugar del mundo. La erradicación de la pobreza pasa por eliminar las barreras a las que se enfrentan los pobres para liberar su creatividad con el fin de solucionar sus problemas." Afirma Yunus en una parte de su interesante propuesta desarrollada a lo largo del libro.
Según iba leyendo a Yunus, reflexionaba acerca de todas posibilidades a nuestro alcance para superar la pobreza y la inequidad si utilizamos con audacia, creatividad y voluntad política las herramientas que poseemos para llegar a ser una nación próspera y, quien sabe, hasta una potencia regional.
Para muestra un botón: Uno de los sostenes de la economía dominicana son las remesas, las cuales representan el 8% del PIB. Uno de cada cinco dólares que entran al país, es decir, casi seis mil millones, provienen de ahí, de los cuales el 76% se destina al consumo.
Ese capital debe ponerse al servicio de la producción y convertirlo en una fuente activa de generación de riqueza. Las remesas deben ser el motor del sector agropecuario. Actualmente, los proyectos del campo se sostienen, básicamente, del apoyo que reciben por parte del Estado, a través del Banco Agrícola y Banca Solidaria, puesto que la normativa financiera vigente limita la capacidad de la banca privada para dar crédito a la producción agrícola.
Eso puede cambiar si se crean las condiciones para especializar un porcentaje de la cartera de préstamos a la financiación de proyectos agropecuarios, respaldados por la diáspora a través de sus remesas.
Imaginemos el notable impacto que tendría en la economía una disposición de esa naturaleza, sobretodo cuando 134 de nuestros 158 municipios viven de la agricultura. Se trata de que las remesas tengan la capacidad de multiplicarse por tres, una vez entran al país y así convertirse en un capital productivo que dinamice la economía y construya riqueza.
A los políticos nos toca procurar el bienestar de la gente usando nuestra imaginación, porque como bien dice Yunus en su "Mundo de los tres ceros": "Si queremos llegar a un nuevo destino radicalmente distinto del antiguo, hemos de construir un nuevo camino, porque una vieja ruta siempre conduce a un viejo destino."