Leamos esto: “Algunos científicos brasileños han estado atribuyendo el brote de las microcefalias en el estado de Río Grande do Sul, a la Zika.”
Sin embargo, Joao Gabbardo, el secretario de salud de Río Grande do Sul, declaró que “se sospecha que el verdadero causante de la microcefalia en la región se debe al piriproxifen, un larvicida distribuido por la firma japonesa “Sumitomo Chemical”, una subsidiaria de Monsanto, la transnacional de semillas y productos agrícolas (fertilizantes y organismos genéticamente modificados (OGM), más grande del mundo”.
Hasta aquí la cita de la “PCST” (Physicians in the Crop Sprayed Towns” “Médicos de Pueblos con Cosechas Fumigadas”.
De todas maneras, el flamante secretario de salud de Río Grande do Sul añade: “Es solamente una sospecha porque aún no se han demostrado las evidencias conclusivas”, a pesar de que se ha suspendido el uso del piriproxifen en el área hasta nuevo aviso.
¡Qué cachaza!
Esto nos recuerda el aviso que aparecía en las cajetillas de cigarrillos: “Fumar podría ser dañino para su salud”. Ya se sabía, sin lugar a dudas, que el tabaco era una adicción nociva a la salud pulmonar, principal causante del cáncer pulmonar y de la enficema, a pesar de la propaganda de Sarita Montiel en su película “El último couplé” de que “fumar es un placer, genial, sensual; y de que “fumando espero al hombre que yo quiero tras los cristales de alegres ventanales”.
¡Qué cachaza!
Sin embargo, el anuncio de las cajetillas se usaba intencionalmente en subjuntivo (“podría”) para proteger a las grandes transnacionales del tabaco. Pudieron haber puesto en su lugar esta frase lapidaria: “Te puedes matar si lo deseas. Es tu prerrogativa”. Hoy día el anuncio es más definitivo: “fumar hace daño” y punto.
¿Te has fijado alguna vez que casi en todas las películas siempre aparece el protagonista o la actriz principal con un cigarrillo en los labios, una técnica subliminal de succión primigenia de cuando todos éramos bebés, con la que fuimos programados en nuestra primera infancia? Es una invitación a mamar de nuevo.
No es coincidencia que las principales corporaciones que venden tabaco, como la Phyllis Morris International, son también las accionistas principales de las compañías cinematográficas y de las firmas que venden alcohol (otra forma de “mamar”). Todas van mano con mano y no son meras coincidencias. Nos manipulan con sus comerciales subliminales, igual que hacen los políticos con sus discursos de campaña.
Esa es la clave para entender lo que está sucediendo en estos días en los EEUU, con un público hipnotizado y cansado de lo mismo. Su frustración es tal que un personaje como Donald Trump parece haberle robado su capacidad de raciocinio. Parecen estar viviendo otra película.
Pero continuemos con el piriproxifen de la Monsanto.
De acuerdo con la “PCST”, en el 2014 el ministerio de la salud del Brasil usó masivamente este químico en el estado de Pernambuco, depositándolo en las represas acuíferas, con el objetivo de parar la reproducción del mosquito “aedes egypti”, vector del virus de la Zika y de la Chikunguña en el área. Ahora son estos dos virus los chivos expiatorios de esos errores, culpándolos de los casos de microcefalias.
Se vendió el piriproxifen, bajo el nombre comercial de “SumiLarv” (no olvidemos que la firma matriz es la “Sumitomo International”, que se defiende como gato bocarriba diciendo que “no existen pruebas científicas de que su producto sea el causante de la tragedia”).
Sin embargo, este daño químico cumulativo es el causante de una infinidad de trastornos endocrinos e inmunológicos descubiertos en la población, tanto en la población infantil como en la adulta.
Siempre hay que echarle la culpa a alguien. ¿Quién es el culpable?
El culpable es el mosquito.
¡Qué cachaza más grande!