En este país, donde nació Alicia, la de las maravillas, y donde las cosas suelen ser suceder con tanta frecuencia más al revés que al derecho, debemos dar las gracias a varios atracadores que asaltaron a un grupo de unas treinta personas mientras celebraban un evento familiar en uno de los desvencijados ¨gazebos¨ del parque de Las Praderas, que por lo general -demasiado general- y como cualquier otro de los pocos espacios de recreo que hay en la capital, luce tan a menudo sucio y descuidado.
Desde hace muchos años, soy uno de los residentes de esa área, y todos los santos días recorro por sus caminos unos cuantos kilómetros para estar lo más en forma posible a mí edad, y de paso matar unos algunos de los malvados triglicéridos que siempreestán amenazando la salud.
Los senderos del parque, muy mal asfaltados, con multitud de hoyos y totumas, son trampas para los caminantes o corredoresque frecuentan el lugar, y ya somos muchos los que hemos caído en ellas con lesiones consideración que incluyen moretones, sangre, y hasta puntos de sutura en pies y cabezas. Pero todo sea por la salud, aunque puedas perderla o alterarla de un buen matazo.
El parque, sobre todo en la parte oeste, y la más baja, suele estar lleno de ramas caídas por las lluvias y el viento, tocones,montones inmensos de hojas frescas y secas y, cómo no, botellas y fundas de plástico que unos jóvenes aficionados al fútbol y baloncesto en unas pequeñas canchas habilitadas para ello, junto a otros visitantes, dejan desparramadas, si bien a solo una veintena de metros hay colocados dos o tres zafacones. En esto de las basuras somos así, y así somos.
Las ¨instalaciones¨ si a las ruinas que aún permanecen pueden llamarse de esta manera, de esa zona del parque son cuatro de los mencionados gazebos, que ni luz tienen porque se llevaron los bombillos, y algo que una vez fue un pequeño baño con separaciones para hombres y mujeres, y del que solo quedan el techo y las paredes, pues se llevaron los inodoros, los lavamanos, las puertas, las luces y hasta las ventanas con sus correspondientes marcos. Parece ser que los cuatro muros y el techo pesaban demasiado.
Ahora es un foco de olores, no de Chanel No. 5 precisamente, debido a las pupús y los pipís que algunos arriesgados se ven forzados a utilizar por las urgencias fisiológicas. Hay que reconocer, es justo hacerlo, que últimamente y de tiempo en tiempo, cuando la suciedad ya es excesiva, pasan unos barrenderos y la apilan en grandes fundas plásticas para su posterior recogida.
Bien, a los tres días de la nueva modalidad del atraco al por mayor que tanto ha dado que hablar en Las Praderas y hasta en los medios de comunicación por lo insólito del delito, ayer domingo en concreto, al mediodía estaba en el parque el Alcalde de Santo Domingo hablando a un grupo de personas del vecindario -los alcaldes siempre hablan- lo más seguro sobre futuras obras y las medidas de protección a implementar y ¡Oh milagro entre milagros! le acompañaban una brigadas de limpieza de unos cuarenta empleados, un par de vehículos del ayuntamiento, además del suyo, y una patrulla de policías motorizados.
Ni que decir tiene que han limpiado a fondo, podado grandes ramas de árboles, e incluso cortaron uno inclinado que no representaba ningún peligro, y lo han dejado todo limpio y ordenado como debería estar siempre un espacio público cuyo mantenimiento está pagado con el dinero de todos.
En este Parque de las Praderas, los atracos no son cosa rara, por ejemplo un hijo mío vio como a un centenar de metros de donde estaba paseando asaltaban a una muchacha, y antes que pudiera reaccionar, ya lo estaban desvalijando a él también. Y todo, a pesar de que una patrulla o dos de policías motorizados que está por de tanto e n tanto, y sobre todo al anochecer, se dan un par de vueltas por allí.
Por cierto, vimos que en un hoyo amigo nuestro y que cabe una persona y lleva siglos abierto al costado de un camino, lo han tapado en parte poniendo una goma vieja de carro. Seguro que este método tan barato y expeditivo pronto será copiado por los ayuntamientos suecos, alemanes y noruegos por sus innumerables ventajas.
No obstante el peligro que representó el asalto de los malandros, y como estamos en una isla al revés, hay que darles las gracias y hasta desearles que de vez en cuando repitan sus fechorías. Es la única manera que nos hagan el debido caso a nuestros reiterados reclamos. Por cierto, ya hay algunos chuscos que al Parque de las Praderas comienzan a llamarle Atraque Park. En eso del humor no solo somos acertados, sino incorregibles.