1. La inversión en armas de destrucción masiva es lo más estúpido que las grandes potencias y los aspirantes a serlo pueden seguir haciendo. ¿Cuál bomba nuclear destruiría el virus? ¿Qué portaviones pueden mandar para aniquilar tal amenaza? Hasta el Primer Ministro británico, que imagino sería muy difícil secuestrarlo o atentar contra su vida por el aparato de seguridad que le protege, cayó cándidamente bajo el poder del Covid19 y tuvo que ser recluido en cuidados intensivos. Incluso pudo morir si dilataba su internamiento. Si cuando era joven me aterrorizaba que una guerra nuclear destruyera el planeta, hoy me encuentro encerrado en casa por más de un mes por un enemigo que no puedo ver. El enemigo no está donde dicen.
  2. Otra bestialidad de nuestra civilización es pagarle más a un tipo que patea una pelota o le da con un bate, que a un médico especialista que puede salvar centenares o miles de vidas. Los gobiernos buscan con desesperación aparatos para ayudar a respirar a los pacientes del virus, mientras las inversiones en estadios deportivos no parecen tener límite, incluso se decidió muy tarde la suspensión de las Olimpiadas. La investigación en ciencias básicas y en la salud humana ha descendido dramáticamente en la última década, especialmente después de la crisis del 2008, y gobernantes negacionistas de la necesidad de la ciencia, las vacunas o la gravedad de esta pandemia, como Trump o Bolsonaro, harán pagar con miles de muertos a sus sociedades por sus resistencias al conocimiento médico. Dudo que los fanáticos religiosos que los respaldaron en campaña logren sanar a los enfermos del virus. Un ministro israelí que afirmó que el virus era un castigo para los homosexuales se determinó que lo tenía, ahora le tocará explicar sus conexiones gay o declararse payaso homofóbico.
  3. El capital no es el que impulsa el desarrollo de los pueblos, sino el trabajo de los hombres y las mujeres, cada día, cada hora. Si la crisis del 2008 fue fruto de la perversa codicia de banqueros e inversionistas que convirtieron el mercado de capitales en una partida de póker, esta crisis económica se genera porque hubo que mandar a su casa a todos los que generaban riqueza, como empleados o emprendedores, formales o informarles. Cuando volvamos a salir de nuestros hogares hay que velar por el bien de la gente, los políticos y capitalistas deben ponerse al servicio de que los más pobres puedan mejorar su calidad de vida. O hacen eso o hundirán toda la sociedad a escala planetaria, donde todos perderíamos.
  4. A nivel local hemos descubierto que los seguros médicos sirven para poco cuando se trata de brindar un efectivo servicio de salud y que el gobierno está más alerta a hacer negocios para beneficiar a los suyos que servir a la sociedad en semejante estado de indefensión. Como dije en mi artículo anterior, vivimos un carnaval donde las caretas que vemos ocultan los verdaderos rostros, las reales intenciones. Esta crisis fue un exorcismo donde se han develado las auténticas intenciones de muchos actores sociales, por omisión algunos, o por agilidad en despedir empleados o negar servicios. Somos más selva que sociedad. La propaganda comercial o politiquera que pregona el interés por el cliente, el ciudadano o el que más lo necesita, se muestra ahora como la más vulgar mentira. Ojalá la memoria se mantenga y en pocos días volvamos como tontos a creernos esos mensajes.
  5. Por más encerrados que estemos, a nivel mundial, nos descubrimos como una especie que necesita comunicar, comunicarse, tener contacto con otros seres humanos, sea por redes sociales o balcones, nos buscamos unos a otros y nos urge que esto acabe para volver a vernos físicamente. Vamos camino de una sociedad donde todos los medios electrónicos de comunicación florecerán y se harán masivos, surgirán muchos nuevos, los servicios al hogar (los delivery) generarán mucho empleo y quien tenga más talento hará mejores negocios. El ancho de banda en Internet será demandado como la luz o el agua, que un supermercado me traiga una compra en menos de dos horas de pedirlo será tan común como la pizza en treinta minutos, y la robótica (incluidos los drones) llenarán casi todos los espacios.
  6. Siguiendo el punto anterior, la educación, mi actividad principal, se transformará de manera tan radical como lo hizo la prensa impresa hacia la digital. Aunque la gente acudirá a colegios, escuelas, liceos, universidades, centros de formación técnica, etc., lo hará por menos tiempo, ya que el grueso de su formación será con herramientas en línea a las que podrá acceder desde su trabajo o su casa. Algunos, y con el tiempo la mayoría, será absolutamente en línea, como ya existen en todo el mundo. Las fronteras nacionales simplemente se saltarán, ya que un chico o chica en Santo Domingo -y ya está ocurriendo- tomará una maestría en España o Argentina sin haber sacado nunca un pasaporte, o viceversa, pero eso llegará también a la escuela secundaria, quizás no todas la asignaturas, pero sí en muchas.

Hay más lecciones que aprender de lo estamos viviendo, pero estas 7 que he comentado me lucen las más relevantes en el contexto dominicano.