«Dicen que en Inglaterra apareció un pez que dijo dos palabras en un idioma tan raro, que los científicos llevan tres años estudiándolo, y están como el primer día. También leí en el periódico sobre dos vacas que se metieron en una tienda y pidieron una libra de té». Nikolai Gogol.

La realidad que hoy atraviesa República Dominicana, no es ajena a la de todas las naciones desarrolladas, cuyas finanzas públicas y privadas, se vieron fuertemente afectadas por el auge del coronavirus y su impacto negativo en la producción de bienes industrializados y de servicios. Nadie, absolutamente nadie, bajo ese contexto de incertidumbre y miedo, puede obviar los esfuerzos hechos por parte del gobierno en ciernes, a partir de agosto del año pasado, para mitigar los daños y mejorar una economía atrofiada previamente por el dispendio y el saqueo.

La actual gestión, heredó las instituciones públicas en pleno epicentro de la pandemia, con indicadores en creciente y un sistema sanitario al borde del colapso. Imperaba la falta de planificación, el descuido total de los centros de salud, la escasez de camas, insumos de protección contra el virus y como si fuera poco, las cifras de letalidad superaban por mucho la de países con más infectados per cápita. No había ni un solo plan para adquirir vacunas y más del cincuenta por ciento de las operaciones comerciales estaban totalmente cerradas.

Aun así, se destinaron recursos económicos y humanos suficientes para lograr en un tiempo récord, disminuir el curso lesivo del Covid-19, la desescalada gradual de los confinamientos, mantener los programas sociales que iban en auxilio del empleado suspendido y se duplicó el subsidio a las personas de escasos recursos y madres solteras inscritos en el antiguo plan (Prosoli) hoy Supérate. Se iniciaron alianzas estratégicas con el empresariado en aras de lograr la recuperación del sector turismo como enclave estratégico en el restablecimiento de la economía.

Se crearon nuevos programas estatales, también en coordinación con el sector privado, para impactar directamente a los menos pudientes con reparaciones y acondicionamientos de viviendas, dinamizando el área de la construcción, de esa forma, y además de llevar y beneficiar a familias ubicadas en los sectores deprimidos de nuestras ciudades, provincias y municipios; a la par de esas soluciones se crearon mas puestos de trabajo, lo que ayudó con el proceso de normalización social del que gozamos a la fecha.

Una tarea esencial para el desempeño familiar y la estabilidad de cada hogar, lo constituye la disminución de los precios en rubros incluidos en el consumo alimenticio de la gente, ha sido la inversión cualificada e intervención oportuna de este gobierno en el campo dominicano que lo ha hecho posible. Las muestras en este aspecto, se expresan en cada rincón del país, donde se ha preñado la tierra y ha hecho parir tranquilidad y sosiego a las amas de casa y padres de familia.

La crisis de la que habla la exvicepresidenta de la República y consorte del león de Villa Juana, doña Margot, en un insípido y desactualizado video en las redes, es el producto de una deuda social acumulada por más de veinte años de desgobierno en los que ella participó activamente. La indolencia y apatía a la que aduce, es característico de un liderazgo caduco y de quien proyecta en los demás sus faltas y errores

Esta dirigente de probeta es incapaz de entender el curso que lleva la historia y olvida que su gente fue insuficiente a la hora de brindar soluciones a las necesidades colectivas y rauda en beneficiarse de los dineros del pueblo, no obstante, la extensa estadía en el mando de la administración pública. Margot, no llega a comprender cómo en tan solo un año de gestión, por primera vez en la historia reciente, los dominicanos somos el centro de las políticas de Estado.

No sabe, o nadie le ha dicho, que hoy gracias a la estrategia de recuperación se han restituido y creado concomitantemente, más de un millón y medio de empleos. Por favor, como no pertenecemos a los acólitos ni corifeos de la exprimera dama de la nación, espero ¡Qué alguien le diga a Margarita!, que un futuro mejor y seguro, será posible solo cuando ella, su esposo y toda la mugre color púrpura, salgan del espectro político y la gente pueda vivir con la fe general: de que nadie les robará el futuro a sus hijos.