Desde los diversos abordajes en que ha asumido el hecho literario, Pura Emeterio Rondón, en el ensayo crítico, se presenta como el núcleo básico de sus continuos, amplios e indiscutibles aportes a la literatura. Una cita de René Wellek en su libro Conceptos de crítica literaria, nos sirvió de punto de partida para referirnos a ella en ese merecido homenaje que le rindió el Ministerio de Cultura y la Dirección General de la Feria del Libro.

Tanto el siglo XVIII como el XIX han sido llamados edad de la crítica: sin duda, el siglo XX merece este título con creces. No solo ha descendido sobre nosotros un verdadero aluvión de crítica, sino que ésta ha adquirido una nueva conciencia de sí misma, una condición más pública, y ha desarrollado, en las últimas décadas, nuevos métodos y modos de evaluación. La crítica, que hasta finales del siglo XIX no tenía sino una significación local fuera de Francia e Inglaterra, se ha hecho escuchar en países que antes parecían permanecer en la periferia del pensamiento crítico: en Italia a partir de Croce; en Rusia, en España, y, por último, pero no por eso menos importante, en los Estados Unidos de Norteamérica. Toda investigación de la crítica del siglo XX debe tener en cuenta esta expansión geográfica y la revolución simultánea esperada en los métodos. Necesitamos algunos principios de selección ante las montañas de publicaciones que se nos enfrentan.

La concepción eurocéntrica en todas las manifestaciones de la cultura, llegó al extremo de no poder incluir en los cánones literarios, creaciones que iban surgiendo en países del tercer mundo o en comunidades marginadas de la misma Europa. Esta nueva forma de abordar la literatura se hizo a través de los estudios culturales, donde lo literario propiamente dicho es un aspecto que está íntimamente ligado a lo sociológico, lo antropológico y a un proceso de construcción de culturas populares inéditas, porque eran producto del sincretismo y de la diversidad.

En algún momento señalé, hace unos años, algunas opiniones sobre la crítica dominicana, cuyos aspectos centrales quiero destacar a propósito del reconocimiento a una autora que ha contribuido al crecimiento de la crítica literaria, a través de nuevos espacios más incluyentes. La crítica tradicional dominicana tiene autores como Pedro René Contín Aybar, Manuel Valldeperes, Max Henríquez Ureña y Joaquín Balaguer, los nombres más conocidos, porque don Pedro Henríquez Ureña es otra cosa. Su nivel de profundidad en un libro como Las corrientes literarias en América Hispana, como parte de la cátedra Charles Eliot Norton, de la Universidad de Harvard, siendo el primer latinoamericano en ser invitado a ese prestigioso espacio académico, es un texto solo comparable, por su nivel, al deslinde de Alfonso Reyes, para señalar solo un ejemplo. La mayoría de nuestros críticos tradicionales se quedaron solo en una visión impresionista y del gusto particular convertido en escala literaria.

Hay otro momento que, a mi juicio, está ligado a la sociología de la literatura donde aparecen ensayos de Héctor Incháustegui Cabral, Marcio Veloz Maggiolo, Ramón Francisco y posteriormente, José Alcántara Almánzar. Luego, la presencia de Diógenes Céspedes, Rafael Mejía y Manuel Matos Moquete, dará impulso a la crítica literaria. Después, en la época que abarca desde los finales del siglo XX y el inicio del XXI, hemos asistido a muchas formas de tratar el hecho literario, transportando hacia nuestro país, en algunos casos en forma mecánica, diversas corrientes del pensamiento, que al aplicarlas sin creatividad a nuestra realidad nacional o caribeña, resultan fallidas.

De ahí, la importancia de una obra como la de Pura Emeterio Rondón que tomando en cuenta aportes de diversos autores en el campo metodológico (Thomas Lewis, Umberto Eco, Pierce) y otros, construye una forma donde la crítica literaria se acerca a la cotidianidad. Pura Emeterio Rondón ha entendido después de estudios rigurosos, que le dan una hoja de vida sorprendente, que el camino es la excelencia y ésta aparece en cada una de sus obras. Toma lo necesario de la tradición e incorpora aspectos lingüísticos, incursionando en los estudios culturales para abordar con éxito, aspectos que penetran en temas pocas veces abordados en nuestra literatura. Admiro sus trabajos sobre Manuel del Cabral, Género épico y elementos populares en Compadre Mon, Premio Nacional de Literatura, mención ensayo 1992, el cual constituye una lúcida visión escritural acerca de esta obra medular de la literatura dominicana.

Otro aspecto relevante son sus ensayos Las sombras y el Mito en la Biografía difusa de Sombra Castañeda y estudios críticos de la literatura dominicana contemporánea, donde se concentran un conjunto de trabajos que nos hacen ver con toda claridad que la presencia de Pura Emeterio Rondón es uno de los altos momentos del pensamiento teórico y crítico de nuestro país. Me detengo en un libro medular como Narrativas dominicana y haitiana: símbolo para una propuesta alternativa, cuyo objetivo general y objetivos específicos se cumplen a través de una búsqueda en seis novelas de autores de la isla, tres haitianos y tres dominicanos, donde lo popular a través de los personajes extraídos de la oralidad, como auténtico hecho estético-ideológico.

A través de esta obra, ella aporta aspectos particulares de la literatura dominicana y haitiana, contribuyendo a una mejor comprensión de las literaturas caribeñas. Identifica las propuestas político-ideológicas que en las obras se vehiculan a través de símbolos-personajes. Elabora una tipología de estos símbolos para determinar categorías interrelaciones. Muestra la vinculación entre oralidad y el proyecto estético-ideológico que postulan escritores dominicanos y haitianos en sus obras. Y establece posibles sistemas de referencialidad en la literatura dominicana y haitiana, e identifica elementos coincidentes y diferentes en ambas, a partir del análisis de los símbolos-personajes. Pura Emeterio Rondón, con libros como éste, hace que la crítica no sea un espacio solo para la unilateralidad y la exclusión, y demuestra, una vez más, que, como dijo uno de los grandes poetas de nuestra América: todo acto o voz genial viene del pueblo o va hacia él.