1.-¿Cuál es REALMENTE el problema haitiano en nuestro país?

  • No hay un problema único entre la República  de Haití y la República Dominicana. Más bien, hay una complejidad de conflictos sociales, desavenencias de clases (rémoras de tiempos pasados que persisten actualmente); celos nacionalistas (sentimientos propios de los pueblos);  intrigas políticas (manipulaciones de individuos o grupos que buscan tomar control en la sociedad); intolerancia racial (falsedad en creer en superioridad étnica); discrepancias culturales (trazos tradicionales de los pueblos);  sectarismo religioso (desborde de fanatismo); temores mal infundados de perder la soberanía o de una inminente o progresiva invasión, fundados en escollos tradicionales de hechos históricos que recienten personas y grupos de los dos lados de la frontera;  subterfugio diplomático (debido a alardes de personas  e individuos de ser víctima de los dominicanos, y la ineficiencia del Estado dominicano de dar demostración de firmeza y  la consolides de la dignidad en las interacciones con la República de Haití); diálogos bilaterales no concluidos; porosidad de la frontera; desbalance legal en los números de obreros nacionales y extranjeros en las construcciones y otras áreas de labores; dificultades para implementar las leyes y reglamentos de migración;  zancadillas  comerciales; contrabando; la carga económica de los servicios médicos y hospitalarios, por el alto número de mujeres que cruzan la frontera para alumbramiento; la deforestación, y el negocio de la venta de carbón;   y a todo esto se añaden los  enfermizos sentimientos de inferioridad o  superioridad, entre otros desalientos que son sombras que opacan la luz del entendimiento, y ponen tropiezos en el camino hacia la solidaridad que todos anhelamos.

2.- Oímos de grupos NACIONALISTAS y otros  PRO HAITIANOS. ¿En qué consisten estas posiciones? ¿Qué defienden?

Esta pregunta está contestada en el anterior punto, donde se trata de describir el compendio de las dificultades y posiciones que dicen que defienden.

3.- ¿Hay fuerzas externas propiciando la unión de la isla?

La evidencia de estas fuerzas externas no existe; más bien, ésto refleja síntoma de una proyección alucinaría de la psicosis de mentes no muy claras; pues, esto parece ser como el caso bíblico de Adán, diciendo que Eva fue la culpable al darle de  comer la fruta prohibida, y a la vez Eva, decir que fue el tentador quien la engañó, motivándola a cometer la desobediencia. (Génesis 1: 1-15). Muchas veces uno les echa la culpa a otros, o busca a quien imputar el caso del mal.

4.- ¿Cuáles son las consecuencias de tener una alta población haitiana en nuestro país?

Sin duda alguna, si los haitianos continúan poblando al territorio dominicano en desbordantes números, sería catastrófico, incontrolable, y funesto para los ciudadanos dominicanos; ya que podría generar la pérdida de la hegemonía e idiosincrasia cultural de la dominicanidad; y de manera concreta podría socavar el numero de obreros dominicanos en labores manuales y asistenciales, especialmente en los estamentos más bajos.

5.- ¿Existe un peligro real de invasión a nuestra nación por parte de Haití?

Esto de invasión es un término equivocado, o una percepción que está en la psiquis de algunos dominicanos, un temor que denota inseguridad. Esto es así, porque los obreros haitianos vienen al territorio dominicano con la intención de conseguir trabajo, y no con el propósito de conquistar o de imponer su dominación.

6.- ¿Cuál debe ser la posición de la Iglesia en la República Dominicana? ¿Qué dice La Iglesia frente a esta situación?

La Iglesia Cristiana debe contactar y pedir a los cristianos de la República de Haití, hacer uso de su influencia sobre su gobierno para que  tome  acción en los asuntos que tienen relación para brindar la documentación a sus ciudadanos para mitigar los problemas migratorios de los que necesitan urgentemente este servicio.

La Iglesia Cristiana puede y debe estimular a los que pueden aportar asistencia efectiva e ideas de planes factibles, para que el Estado Haitiano pueda lograr programas de desarrollo continuado para proveer trabajo, salubridad, educación, estabilidad social, y bienestar ecuánime para que los ciudadanos de esa nación no tengan que emigrar, sino tener oportunidades para disfrutar de bienestar social, paz y tranquilidad mental.

Los dirigentes de la Iglesia Cristiana y las personas de buena voluntad, están en el deber y pueden predicar, enseñar, inculcar, dar direcciones  y ejemplos positivos a los políticos, personajes influyentes, ejecutivos gubernamentales, empresarios, comunicadores, estudiantes, miembros de las fuerzas armadas y policiales, al conglomerado en general, de la necesidad y conveniencia de vivir en paz y armonía en las comunidades donde nos toca vivir, y con todos los pueblos y naciones.

La Iglesia debe apoyar las diligencias bien pensadas que están en consonancia con los derechos humanos para proveer las condiciones propias de legalidad a los que están en defecto.

Hay que buscar la forma más apropiada para no permitir el paso por la frontera a los que ingresan en el territorio dominicano de manera ilegal.

Hay que tapar la porosidad de la frontera para detener el contrabando.

Se debe motivar a los que pueden, para que construyan y mantengan servicios de sanidad, consultorios, clínicas y hospitales   en las áreas fronterizas para  que las parturientas no tengan que desplazarse al país para alumbramiento.

Es menester ejercer coerción y acciones legales a los hacendados de fincas, empresarios, constructores, y otros, para ayudar a proveer de la documentación a sus obreros y empleados; y no emplear a los ilegales en detrimento de los obreros nacionales.

La conciencia nacional, el razonamiento lógico, y el entendimiento  patriótico, aconsejan esforzarse en mantener incólume la identidad nacional y el imperio de la soberanía. Esto se debe hacer sin menoscabo de las condiciones de otras culturas y tradiciones foráneas o exóticas.

En el caso específico de la interrelación difusa con el pueblo haitiano, los dominicanos, y en particular los creyentes cristianos deben estar motivados a inculcar que no se debe recostar o congelarse en la historia o los conflictos del pasado; sino más bien, mirar y proyectar planes y cimientos lógicos y alcanzables para mejorar las condiciones de vida en nuestros territorios. Hasta donde sea posible se debe manifestar la imagen  de lo positivo en lo social, la política,  el intercambio comercial, la convivencia con estamento legal, y la buena diplomacia. El Estado y todo el pueblo haitiano podrán ver, apreciar y agradecer la intención de fraternidad de los que vivimos en la parte oriental de la isla.

La Iglesia Cristiana puede y debe estimular a los que pueden aportar asistencia efectiva e ideas inteligentes para que Haití pueda lograr programas de desarrollo continuado para proveer trabajo, salubridad, educación, estabilidad social, y bienestar ecuánime para que los ciudadanos de esa nación no tengan que emigrar, sino tener oportunidades para disfrutar de bienestar social, paz y tranquilidad mental.

La virtud de la prudencia debe prevalecer y puesta al servicio ahora y siempre, para ayudar a  aminorar y hacer desaparecer las áreas de problemas, como los que constan entre los pueblos de la República Haití y la República Dominicana.

Esto debe ser así,  sin perder la identidad como fieles creyentes, leales patriotas, y ejemplos indiscutibles de mensajeros de paz,  y dispuestos servidores en el Reino de Dios. Los bienaventuranzas que aparecen en el Sermón del Monte: Mateo: 3-11, son principios básicos, dejados por Jesús el Cristo,  que sirven de preceptos para enfrentar casos como los que tenemos por delante.

La Iglesia Cristiana está llamada a pregonar la verdad de la historia;  pero, sin exagerar los puntos que incitan el odio, la intolerancia, la hostilidad, el racismo, u otras emotividades que sobrellevan o conducen a sentimientos conflictivos y desavenencias Psico-sociales,  argumentos y acciones  de ultranza, que congelan y desvirtúan el verdadero patriotismo.

Los cristianos y personas de buena voluntad no deben abanderarse con las ideas y actos que promueven antipatía y siembran resentimientos de amargura que conducen a discordia y conflicto entre personas, grupos, conglomerados, clases sociales o pueblos.

Los dirigentes de la fe y la práctica de la religión cristiana,  deben revestirse de la necesaria fuerza espiritual para dar testimonio  con integridad y convicción moral, el enfoque y la dirección que es conveniente tener, a fin de señalar el sentido lógico, justo, ecuánime, y humanitario, que se deben tener en casos de dificultades.