La Constitución dominicana en su artículo 2, establece que la soberanía reside exclusivamente en el pueblo, de quien emanan todos los poderes, los cuales ejerce por medio de sus representantes o en forma directa, en los términos que se establecen en la misma Constitución y las leyes. En el artículo 4, se define entre otros asuntos que el gobierno de la Nación es esencialmente civil, republicano, democrático y representativo.
De estas disposiciones, para este escrito nos interesa particularmente, que los poderes emanan del pueblo, y que el gobierno es democrático. La democracia es una forma de organización social que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía, ergo, se podría suponer que nuestra forma de organización de Estado funciona por decisiones colectivas, ejercidas mediante mecanismos de participación directa o indirecta, que son los que confieren legitimidad a la representación.
Si la democracia se supone que es una forma de convivencia social, donde las personas son libres e iguales en dignidad y derechos, entonces ¿por qué los supuestos regímenes democráticos se han encargado de establecer férreas y rígidas jerarquías, donde quien ejerce la representación o la delegación indirecta para ejercer una función se transforma en “la autoridad”, y quienes en teoría tienen “el poder”, ese llamado “pueblo”, asumen un rol de subordinación y de inferioridad jerárquica? Y ¿Por qué quien posee medios económicos se convierte de forma cuasi automática en “poderoso”?
Sáez Vacasindica que aunque el concepto de jerarquía aparece con mucha frecuencia en diferentes ramas del saber, da la impresión de que cada una le asigna un significado distinto. En la Astrofísica, se utiliza para establecer una clasificación por niveles, que toma de referencia el tamaño o la densidad media de los cuerpos; en la biología está centrado en la búsqueda de una organización donde la disposición de los elementos de un nivel restrinja su comportamiento, y favorezca la emergencia de nuevas propiedades.
En el ordenamiento jurídico, para dotarlo de seguridad jurídica, se asume como principio estructural una jerarquía normativa muy simple. Un sistema de fuentes, que se ordena de forma tal, que las emanadas por instancias de rango inferior no puedan contravenir a las que establecen los rangos superiores, so pena de nulidad. Y si hay dos reglas del mismo rango, en consecuencia, con la misma fuerza normativa, en caso de contradicción insalvable prevalece la posterior, y se entenderá que opera derogando la anterior. Además, se puede recurrir a la optimización en la consagración de los derechos fundamentales para que, si colisionan dos derechos mediante el principio de proporcionalidad se decida cual es primordial. Por ejemplo, está establecido Convencionalmente que en cualquier situación el interés superior de la persona menor de edad será considerado en primer lugar.
Siguiendo los razonamientos de Sáez, podemos comprender que, en la organización humana tenemos un destacado ejemplo de las jerarquías de niveles, en las que cada individuo representa un centro de decisión, condicionado por las estructuras de mando que actúan sobre él. Aunque en principio tiene sus propios objetivos, inevitablemente la jerarquía que impone la organización influye de forma determinante en las decisiones que pueden tomar las personas que pertenecen a ella. El funcionamiento de la sociedad asigna una jerarquía a los individuos dependiendo del rol institucional que le toque jugar. A mi entender, la situación problema está dada en la no comprensión de que la jerarquía corresponde al rol, no a la persona. La situación perversa de asumirse personalmente como superior, no radica en el rol, sino en la aprehensión del mismo que se hace socialmente, pues se coloca a quien tiene a su cargo la dirección de la organización, en una situación de privilegio, vinculada a la construcción de categorías de personas inferiores o superiores, y no de categoría de responsabilidades de mayor o menor riesgo, mayor o menor responsabilidad, mayor o menor perfil académico, etc., que puede implicar mayores beneficios, prerrogativas económicas, entre otras, pero no superioridad personal, en tanto y cuando todas las personas independientemente del rol asignado y/o impuesto por las circunstancias, sigue perteneciendo a la misma categoría de persona y posee la misma dignidad.
Un buen ejemplo de lo planteado en el párrafo anterior puede ser el siguiente: el principio de independencia jurisdiccional se consagra como garantía y seguridad a la ciudadanía de que los jueces y las juezas, al momento de tomar sus decisiones deben ofrecer la garantía de que todo se realizará respetando el debido proceso de ley. La decisión se vinculará a los hechos y a que los mismos hayan sido probados más allá de toda duda. Evidentemente lo que se quiere, es proteger a la acción jurisdiccional de la posibilidad de influencia política, económica, familiar, o de cualquier poder fáctico que pudiese intervenir en la persona que juzga. Lo que indica que la independencia judicial, no es un un privilegio personal, que asigna una categoría de superioridad a la persona del juez/za, sino que ofrece una protección a la función de quien administra justicia.
Lamentablemente, la definición de jerarquía se asume desde la idea de relación de subordinación y dominación, lo que ha devenido en naturalizar categorías de personas y no de posiciones institucionales. Esos rangos o categorías dominantes se han usado para definir “modelos de lo humano”. Estableciendo diferencias por razones de género, sexo, clase, pobreza, etnia, raza, orientación sexual, y todas estas discriminaciones permeadas por múltiples componentes. Y en todas las jerarquías juega un rol fundamental.
La morfogénesis generada en lo social, de alguna forma se ha encargado de robarle el sentido conceptual a la democracia (no originario, que sabemos que su surgimiento está ligado a cuando en la palabra pueblo solo cabían los hombres, letrados y propietarios…), miles de razones y de “justificaciones”. Pero, lo cierto es, que esa jerarquía asignada y conceptualizada no desde la noción de partes inter actuantes en un sistema complejo, donde cada quien cumplen un rol determinado; sino desde la superioridad y la inferioridad individual es una parte esencial del problema, de esa carencia de sentido.
Hay diferentes formas de aprehender la jerarquía. Yo insisto en quedarme con la que visibiliza un sistema de roles diferenciados que se cumplen de forma sistémica, todos importantes y todos vitales para el funcionamiento de la sociedad, pero que no establecen diferencias entre las personas.
La democracia está obligada a hacer la necesaria evolución de su morfología hacia la inclusión de todos los seres humanos; Rita Levi-Montalcini, afirma que el comportamiento humano no es genético, sino epigenético, (patrón heredable en el ADN, pero que puede ser transformable por el ambiente), y yo estoy de acuerdo con su teoría, en consecuencia, estoy convencida de que si trabajamos un concepto de democracia vinculado a lo que Maturana llama el reconocimiento del otro/a como legitimo/a otro/a, desde la infancia, con la educación, podremos lograr transformar el ambiente en el que vivimos, y el odio por lo diferente, la superación de la pobreza y de las desigualdades basadas en la explotación.
Como sigue afirmando Levi-Montalcini, en los momentos críticos prevalece más el componente instintivo del cerebro, que se camufla de raciocinio y anima a razonar a algunas personas como si fuesen parte de una raza superior, y a actuar en consecuencia. Me parece que, si la sociedad hiciera conciencia de esto, podría hacer el gran cambio en la humanidad, pero los intereses particulares, el afán de lucro y la explotación, el poder por el poder dominan el escenario, en consecuencia, hablar de democracia se convierte en un mito. Y, si no nos hacemos consientes del mito, no podremos transformarlo (no hay forma de superar un problema, si primero no se asume como problema).
La propuesta sería, lograr construir una democracia donde el sistema de jerarquía aluda a una asignación de roles a desempeñar en procura del bien social. Que retome el concepto de Poder como posibilidad de Ser y de Hacer; y que el mismo corresponda y resida en la sociedad en su conjunto. Lo que implica obviamente, que la jerarquía no propicie subordinación y discriminación, sino un sistema y organización funcional para la convivencia social, donde los seres humanos seamos iguales y libres. Eso dicen los textos constitucionales de nuestros países y las Convenciones a las que nos adherimos en el marco de las Naciones Unidas. Quizás deberíamos ocuparnos de estudiar la esquizofrenia de funcionamiento del mundo y en la comprensión de la locura o el descubrimiento de la hipocresía colectiva podamos encauzar el camino solidario de la compasión, el camino que puede liberarnos, que es el del amor. El próximo sábado reflexionaremos sobre esta esquizofrenia o hipocresía…en relación a las mujeres y otros grupos discriminados de forma específica.