Hace unos días volvió a los periódicos el tema de la delincuencia común, a propósito del secuestro expréss de dos jovencitos en el sector Evaristo Morales. Sabemos que pasa casi todos los días, pero “milagrosamente” en pocas oportunidades es noticia, así que este hecho nos hizo saber de otros. Y luego, vuelve el silencio. Nuevamente habrá estupor cuando quien resulte afectado tenga posibilidad de generar opinión pública y así sucesivamente.

Más recientemente la realidad nos vuelve a saltar a la cara, hirieron con su propia arma de reglamento a un Mayor de la Policía, jefe de la seguridad de la madre y el padre de la esposa del presidente Medina, atacado en frente de la residencia de estos. Otra vez, por unos días la inseguridad en la que estamos viviendo vuelve a ser noticia; y después cae al olvido. Un círculo recurrente, trágico y preocupante.

Cada declaración de las personas a cargo de la seguridad del Estado nos hace saber que no se están tomando las medidas necesarias para revertir esta situación; sino que, muy por el contrario, buscan excusas y “explicaciones” que son perfectas para preparar capsulas de “el colmo de los colmos”. La más célebre de todas: es que “es un problema de percepción”. Seguiré escribiendo de este caso y sus protagonistas, Tiki Tiki, Marina y La Falacia en la segunda parte, el próximo sábado. Hoy quiero presentar algunas cifras, acompañadas de breves reflexiones.

El Boletín Estadístico enero-diciembre 2018, del Observatorio de Seguridad Ciudadana de la República Dominicana, reporta que hubo 1,068 homicidios intencionales. Señala que el grupo etario de mayor concentración de homicidios es el que va de los 20 a los 39 años, que agrupa al 53% de los casos. Y los homicidios por convivencia y por delincuencia representaron, respectivamente, el 65% y el 30% de estas muertes violentas.

Este último porcentaje debería ser motivo suficiente para redefinir las intervenciones en las familias y en la educación. A pesar de que todos los datos indican que el espacio familiar puede ser un espacio muy inseguro, seguimos pensando, definiendo y ejecutando la política pública, como si lo fuesen. Y ahora que una Orden del ministro de Educación permite actuar en consecuencia, grupos de intereses deciden manipular la información y decir que educar para la igualdad y el respeto a los derechos es pernicioso. La verdad, no logro comprenderlo.

O sea, en el 2018, tuvimos 696 homicidios por convivencia, 322 homicidios por delincuencia, 49 por causas desconocidas y 1 por uso excesivo de la fuerza. De los homicidios por delincuencia, el 61% corresponde a robo o atraco, el 30% a drogas y un 9% identificado como otros. Cabe resaltar que 2018 registró 2,145 personas lesionadas de forma intencionada por armas de fuego; 874 en convivencia, 789 por delincuencia, 482 por hecho desconocido. Otra vez la convivencia es la circunstancia que más incidencia tiene en las lesiones causadas por armas de fuego, ya que representa un 41% de los casos. Y la delincuencia, representa el 37% de las lesiones causadas por este tipo de armas. Habría que hacer un mayor esfuerzo por identificar los hechos desconocidos, ya 22% es una cifra lo suficientemente alta para que se le preste atención.

Durante el período de referencia, se produjeron 152 víctimas femeninas de homicidios intencionales, 13 homicidios no intencionales, para una sumatoria de 165. Fíjense que, los datos que entrega el Estado indican que los hombres se están matando entre ellos y están matando a las mujeres. Y que, a pesar de Marina, esta mujer asaltante de mirada perdida (en la que abundare el sábado), la cantidad de delincuentes es abrumadoramente masculina. Quienes alegan que la educación no tiene que transformarse ¿están conscientes de esta realidad cotidiana? Como dice Boaventura de Sousa, “La tragedia de nuestro tiempo es que la dominación está unida y la resistencia fragmentada”, pero “A pesar del otoño… creceremos”. Seguimos…