La Casa del pulpo-calle de los Almendrales-Madrid.

Tuve que venir a Madrid para enterarme del significado  de la palabra “pulpería”.

El único país del mundo donde los colmados son también conocidos como “pulperías” es la Republica Dominicana, aunque dicen que en ciertas áreas rurales del Uruguay y de la Argentina sucede lo mismo.

Pulpería, colmado, bodega, tienda de ultramarinos, ventorrillos, todos estos términos son conocidos en Las Antillas Mayores como sinónimos de lo mismo, hasta que llegaron los supermercados con el concepto integral de todo lo vendible y comible. En Borinquen y en Cuba se llamaron siempre “bodegas”.

El caso es que estamos en el restaurante “La Casa del Pulpo”, especializado en la ingesta de  pulpos frescos traídos directamente de Galicia, donde Jamás pensé que un pulpo fuera tan suave y suculento.

“Galiza, a terra abencoada por Deus e por sua Mae, onde os polvos son os mellores do mundo” (Galicia, la tierra bendecida por Dios y por su Madre, donde los pulpos (no los “¡polvos!”) son los mejores del mundo). A lo mejor allí ambos son fabulosos.

Mi amigo Patricio, gallego de pura cepa de La Coruña, que pasó la mitad de su vida en La Habana, me dio una gran cátedra sobre nuestra historia antillana, mientras ambos degustábamos un pulpo.

-¿Cuál es la razón por la cual llamamos “pulperías” a las tiendas de comestibles en el Caribe, si allí apenas comemos pulpos?-pregunté.

-Tanto “pulpería” como “bodega”-nos dice- son términos equivocados.

-Es como “gallego”, que errónea y genéricamente se aplica en Cuba a todo el que viene de España. Una bodega es donde se envejecen los vinos y una pulpería es donde se sirven pulpos. Y los pulpos de Galicia son los mejores del mundo. Y punto.

-La mayoría de los inmigrantes españoles eran de Galicia- continuó el gallego cubano-hasta el padre de Fidel Castro era gallego. De ahí que llamaran “gallego” a todo el que venía de España. Lo mismo sucede en algunas regiones de Argentina, como en la provincia de Río Gallegos, de donde era el expresidente Néstor Kirchner, marido de Cristina Fernández Kirchner, la actual presidente.

En la República Dominicana, específicamente en el área de Baní (donde nació Máximo Gómez Báez, el “Libertador”), hubo un asentamiento masivo de españoles desde las Islas Canarias. Estos canarios, además de ser tradicionalmente agricultores, se convirtieron en “pulperos” porque extraían la pulpa de los mangos “gallos” (mangos banilejos) tan famosos en esa región y se dedicaban a vender las pulpas en los “ventorrillos” de la comarca. También les llamaban los “siembra-hielo”, porque enterraban los bloques de hielo (con los que mantenían intacto al hielo y conservaban frescas las pulpas de los mangos) enterrándolos a flor de tierra. De ahí la palabra “pulpería”.

Y el gallego-cubano continuó con su cátedra sin apenas resollar:

“El mismo Máximo Gómez era hijo de canarios, educado por el cura del pueblo (también canario). A eso se debe que, aún muy joven, ingresara en el ejército dominicano donde llegó al grado de “alférez” y allí aprendió la “carga del machete” usada por los dominicanos durante la “Guerra de Independencia” contra los haitianos (1844). Después, durante la Guerra de la Restauración (1963-65), Máximo Gómez Báez se unió al Batallón de los Criollos (formado por hijos de españoles que lucharon contra los patriotas dominicanos). Por eso, una vez terminada la Guerra de la Restauración, Gómez, su madre y sus hermanas, se embarcaron junto a las tropas españolas cuando éstas se replegaron hacia Cuba. Allí sentaron sus bases en el Oriente cubano donde Gómez se casó con la señora Bernarda Toro y procreó varios hijos, el mayor de los cuales fue Francisco (Panchito) Gómez Toro, quien  murió peleando, después de haber cruzado la Trocha del Mariel-Majana, en la finca San Pedro, defendiendo con su propia vida la de Antonio Maceo (el Titán de Bronce, el “héroe de las mil batallas”). Panchito, por orden directa de su propio padre, era el guarda espaldas de Maceo y su lugar teniente. De ahí que “el viejo” (Máximo Gómez Báez), al enterarse de la tragedia, dijera apenado: “He perdido dos hijos”.

Si esto no hubiera sucedido, otra hubiera sido hoy día la historia del pueblo cubano”.

Tanto Panchito (hijo de dominicano con cubana) y Antonio Maceo (nieto de dominicanos por la parte materna) concretaban el sueño de José Martí: “se puede ser dominicano y cubano al mismo tiempo”. Ambos se subscribían al concepto hostoniano de “la Federación Antillana”.

Y el gallego-cubano continuó su monólogo sin tomar un respiro:

Las rencillas chismosas de algunos de los miembros del “Gobierno en Armas” (Cisneros Betancourt y sus compinches), contra Máximo Gómez Báez, el Generalísimo y jefe supremo de las fuerzas mambises, hicieron que éste ordenara a Maceo (el segundo en la jerarquía mambí) reunirse con él en la provincia de Las Villas para entregarle el mando. Eso precipitó la muerte del Titán de Bronce, porque, al  encontrarse victorioso en Pinar del Río (extremo occidental de la isla) tenía que atravesar la famosa Trocha del Mariel-Majana controlada masivamente por las tropas españolas. De hecho, la cruzó junto a Panchito Gómez Toro y su pequeña escolta, pero sorpresivamente una lluvia de balas enemigas, cuando intentaban penetrar en la finca San Pedro para continuar la marcha hacia Las Villas, les arrebató sus vidas. Eso cambió la historia de Cuba.

La llamada “táctica del machete” la llevó Máximo Gómez Báez a Cuba, junto a la de la guerra irregular o “guerra de guerrillas”, creada por el Cacique Guarocuya (Enriquillo) contra los colonizadores en la Sierra del Bahoruco.

Hoy día en los anales de las ciencias bélicas de la Academia de West Point, junto al Río Hudson, en el estado de New York, se le conoce como la “Gómez Tactic” (La Táctica de Gómez), la cual él introdujo en el “Ejercito Mambí” durante las dos guerras, la Guerra de los diez años (la Guerra Grande-1868-78) y la Guerra de Independencia (la Guerra Chiquita-1895-98), también bautizada por Martí (el Apóstol) como “la Guerra Necesaria”.

-¿Quiere decir entonces-intercepté, mientras el gallego-cubano tomaba un resuello y ordenaba otro pulpo- que Máximo Gómez Báez era descendiente de pulperos banilejos y que nuestras pulperías  vienen de “pulpa” y no de “pulpo”?

Ahí el gallego me contestó en puro cubano, como si aún viviera en la Habana:

-¡Alabao! ¿Y ahora e cuando tú te entera de eso, chico?

-¡Ño!, entonce tu no ere má que un comemiedda.

El verdadero “comemiedda” fue él, porque pagó la cuenta.